"Lo que equilibra a un equipo es la pelota. Pierde muchas y serás un equipo desequilibrado". Johan Cruyff
Yo volé. Un día volé. Fue en Italia, concretamente en Génova. Pegué un brinco y volé. Me sentí volar, mejor dicho. Años más tarde supe que el tipo de pista había resultado decisivo para provocar aquella sensación de ingravidez que permitía superar listones con una facilidad pasmosa. Era un pasillo flotante.
Sebastián Bayer dio un brinco prodigioso y con 8,71 se colocó entre los mejores saltadores de longitud de la historia. Su rostro fue el del incrédulo: ¿8,71 m.? Eso decía la medición: nuevo récord europeo en pista cubierta, 15 centímetros más que los 8,56 de Yago Lamela (1999), segunda mejor marca de todos los tiempos, por detrás de los 8,79 del mito Carl Lewis (1984). Estamos en Turín, en el Campeonato de Europa indoor. Es 8 de marzo de 2009, hace casi tres años. Mirad el salto y os cuento:
TRES CONCLUSIONES
En efecto, el salto deja tres grandes conclusiones:
El primer punto se comprueba solo. Bayer llega a Turín con un registro personal de 8,15 conseguidos al aire libre en 2008. En la calificación logra 8,12. En el primer salto de la final se va a 8,29, nuevo récord de Alemania, pulverizando su marca. No intenta en las siguientes tres tentativas, pero su compatriota Nils Winter consigue 8,22 en el quinto, por supuesto récord personal, y esa amenaza obliga a Bayer a calzarse las zapatillas de nuevo: nulo en el quinto. Adrenalina en el sexto, un salto que cierra el Campeonato de Europa, justo al terminar las notas del “Deutschland über alles” que suena en honor de su compatriota Arianne Friedrich, campeona de altura.
Veinte zancadas progresivas, una batida explosiva y un vuelo sin motor, apenas un ligero golpe de riñón y un 1 y ½ agrupado en el aire. Caída espléndida, aterrizaje en 8,71, nuevo récord europeo: adiós a Lamela, hola a Lewis. 56 centímetros de mejora para el saltador alemán de 22 años, una progresión “beamoniana”. El asombro. Un fin de fiesta estruendoso para el Campeonato turinés.
5 O 6 PIES HACIA ATRÁS
El rostro de Bayer ejemplifica la hazaña y también la incredulidad por semejante salto. Se abraza a Winter como diciendo: “¿Qué ha ocurrido?”. La frase no es nueva en ese campeonato turinés. Una y otra vez, triplistas y saltadores de longitud se asombran con sus brincos: es un festival de récords nacionales, mejores marcas personales y plusmarcas europeas o mundiales del año. El italiano Fabricio Donato bate el récord nacional de triple con 17,59, mejor marca mundial de la temporada. La rusa Anastasia Taranova, con 14,68, se erige en mejormarquista del año. La estonia Ksenija Balta salta 6,87 en longitud, también récord nacional y mejor marca mundial del curso. Los participantes en pruebas combinadas destrozan sus primados personales en longitud…
El propio Bayer apuntará al término de su récord: “Bueno, no puedo explicar cómo he conseguido saltar tan lejos. Pero el pasillo de salto de longitud era muy bueno; ya lo vimos ayer en la prueba femenina”. Entre aquellas mujeres estaba la española Arantza Loureiro, que sufrió un gravísimo accidente en la caída, rompiéndose los ligamentos cruzados de la rodilla. Arantza tuvo que retrasar su carrera de impulso nada menos que seis pies, más de metro y medio, algo inaudito y que sólo puede comprenderse desde la particularidad del pasillo de saltos. En la batida, literalmente voló, no consiguió mantenerse bien equilibrada en el aire y cayó en mala posición, destrozándose los ligamentos.
Otra de las participantes, Patricia Sarrapio, rememora tres años más tarde aquellas jornadas: “Simplemente, era un pasillo flotante de libro. Volabas. Yo tuve que retrasar cinco pies mi carrera de impulso porque te salías”. Sin embargo, no a todos los saltadores les beneficiaba por igual: la ventaja aparece si tu forma de batir se coordina con el efecto trampolín del pasillo. A gente como Bayer o Donato, de batida “lenta”, les impulsaba mucho más que a otros de batida rápida y explosiva.
EL ‘EFECTO TRAMPOLÍN’
Y llegamos al tercer punto: ¿Por qué? Por el pasillo flotante. Una característica de las pistas cubiertas, la mayoría de las cuales son provisionales o bien se instalan sobre un entarimado. El reglamento federativo exige “rigidizar” dicho entarimado, pero en la práctica resulta inviable: la temporada indoor es corta y ningún organismo vela por el rigor reglamentario universal, con lo que cada instalación acaba teniendo sus peculiaridades. En el Campeonato de Europa organizado en 2005, que estrenó el nuevo Palacio de Deportes de Madrid, la Federación Española se ocupó de que los pivotes verticales que componían el entarimado de base estuviesen separados 25 centímetros, distancia considerada idónea para evitar que la pista sea flotante. En consecuencia, la pista se catalogó como rígida: idónea para la velocidad, pero bastante menos elástica para saltos.
En muchas otras instalaciones, sin embargo, los pivotes llegan a estar separados por medio metro de distancia, lo que provoca un “efecto trampolín” que, en algunos casos, roza lo exagerado. Pistas como las de Turín o Génova, como la alemana de Eberstadt, escenario de innumerables concursos estratosféricos de salto de altura, Birmingham, Estocolmo, Donetsk (con ocho récords mundiales de salto con pértiga a cargo de Yelena Ysinbayeva logrados en esa pista), Moscú y numerosas en Estados Unidos. Los beneficios de estos pasillos flotantes no son homogéneos para los saltadores: dependen del grado de elasticidad que ofrezca la pista y del tipo de batida que posee el atleta. Si ambos factores coinciden, la mejora puede resultar exponencial, pero no necesariamente ocurre en todos los casos. Sebastián Bayer, gran saltador que en verano de aquel mismo 2009 logró 8,49 al aire libre en pista rígida, un registro prodigioso, es uno de tantos saltadores que hicieron coincidir un estado de forma excepcional con un pasillo flotante de rebote multiplicador. Su calidad, sin embargo, está fuera de toda duda: hace un año revalidó título continental en París, pero con 8,16, una marca más acorde con su trayectoria. ¿Saltó 8,71 sólo por el pasillo flotante? Sin duda que no. Es un gran atleta, pero en el momento adecuado se benefició de una ventaja indudable, aunque no cuantificable con exactitud.
Ayer mismo, Yelena Isinbayeva batió su récord mundial indoor de salto con pértiga con 5,01 m. Hacía dos años que no lo conseguía, pues había logrado 5 metros exactos en 2009. Entonces fue en Donestk; ayer, en la preciosa pista de Estocolmo. Os pongo el salto de la gran pertiguista rusa. La calidad de Yelena es tan indiscutible que no admite la menor sombra de duda. Es la mejor pertiguista de la historia. Pero la elasticidad del pasillo flotante de Estocolmo, tampoco admite dudas.
En marzo de 2013 se producen dos circunstancias que sirven para complementar el presente informe. En primer lugar, a través de Javier Bermejo obtenemos la fotografía de las “tripas” de la pista de Goteborg en la que se disputa el Campeonato de Europa indoor, con excelentes resultados en velocidad y saltos. En dicha imagen puede observarse el asunto clave: los pivotes verticales que sostienen la estructura de madera sobre la que aposenta el material sintético no están separados 25 centímetros entre sí, sino probablemente entre 60 y 70 centímetros, lo que da lugar al “efecto trampolín” antes mencionado. Por cierto que Sebastian Bayer saltó 7,91 en este Campeonato sin poder acceder a la final y defender su doble título, a 80 centímetros de lo obtenido hace cuatro años, con lo que también se evidencia que la pista ayuda pero que el estado de forma del atleta es lo fundamental.
En segundo lugar, añadamos ya la superación del récord mundial de salto con pértiga. La estadounidense Jennifer Suhr, actual campeona olímpica, se lo ha arrebatado a Yelena Isinbayeva por un centímetro, dejándolo en 5,02 m durante los Campeonatos USA disputados en Alburquerque, otra reputada “pista flotante” como puede observarse en las imágenes:
– Fotos: JAMD – AFP – Reuters – Marca – Chai.
– Gráfico: Andrés9
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