"El éxito se mide por el número de ojos que brillan a tu alrededor". Benjamin Zander
España ha festejado el paso a la final del Mundial de balonmano, tras su victoria ante Eslovenia (26-22), con el habitual corro de la patata, con los jugadores formando un círculo en pleno éxtasis después de un partido más incómodo en la pista que en el marcador. Y metidos en canciones infantiles, los eslovenos podrían haber cantado dónde están las llaves, matarile, rile, rile. Porque ahí ha estado la clave del triunfo español, en una defensa descomunal, en un muro en torno al portero Sterbik que Eslovenia no ha podido abrir, porque no ha encontrado las llaves de ese castillo y ha ido rezagándose pese a su juego preciosista rico en fundamentos y recursos.
Lo curioso es que en el descanso parecía que ganaba Eslovenia, pese al 13-12 del marcador. En efecto, su propuesta estaba resultando más exitosa que la española, con un inspirado Skof en la portería y con una defensa cómoda que España sólo superaba a ramalazos. Sí, al menos anímicamente, parecía que ganaban los eslovenos, aunque solo han estado adelante en el 1-2 marcado por el gigante Bilbija. No había manera de interpretar su juego ofensivo.
Los atacantes eslovenos, dirigidos un genial aunque renqueante Uros Zorman, se pasaban el balón de lado a lado del área como niños que atraviesan un río dando saltitos de piedra en piedra para finalizar con remates precisos, en especial desde el extremo izquierdo con un Marguc impresionante (7/9). Su bailarina primera línea solo ha contado con los zurdazos de Dolenec, pero ha sido suficiente para sembrar el desconcierto en la zaga española.
Valero Rivera ha probado inicialmente con Sierra en la portería para ver si seguía enrachado después de su última actuación, pero con el 5-5 ha tenido que llamar al de siempre, a un Arpad Sterbik que ha acabado siendo el mejor jugador del partido con un 41 % de paradas, lo que es una barbaridad teniendo en cuenta que casi todos los disparos eslovenos han sido ejecutados desde los seis metros.
Asentada un poco la defensa, en la que ha jugado mucho tiempo un magnífico Cañellas para evitar el doble cambio defensa-ataque, España ha podido estirar un poco el marcador hasta irse al 12-7 con goles heterogéneos, sin demasiada continuidad, ramalazos de calidad de unos y otros, porque clase sobra en el equipo español aunque no esté inspirado. Eslovenia es especialista en remontadas (lo hizo contra Bielorusia y Polonia) y se ha acercado tanto que en ese primer tiempo no ha habido tranquilidad entre la parroquia española de unas gradas repletas con hinchadas de muy diferentes países. El Palau Sant Jordi ha ayudado lo suyo, pero no ha sido tan asfixiante para el rival como el Príncipe Felipe de Zaragoza, una bombonera con un tamaño más adecuado para la presión.
La segunda parte ha supuesto una tremenda demostración de poderío defensivo de España, que ha llevado a los eslovenos a perderse como Caperucita en el bosque. Y eso que son expertos en el tema forestal, porque la mitad del territorio de Eslovenia, un país que solo tiene la superficie de Badajoz, está ocupado por magníficos bosques. El muro español ha sido contundente por el centro y la defensa ha basculado de lado a lado para que el baile esloveno no encontrara las soluciones del primer tiempo. Y si han hallado un resquicio, ahí ha estado Sterbik con una sucesión de paradas impresionante. Los eslovenos no han visto más que árboles y árboles rojos.
Eslovenia se ha atascado, solo ha marcado dos goles en 18 minutos (parcial de 8-2 desde el descanso), y Zorman ha tenido que ir al banquillo mientras sus compañeros no tenían tiempo de recogerse en defensa porque los contragolpes españoles han sido mortales. Un gigantesco Cañellas ha tenido arrestos para completar su tarea defensiva con sus goles a balón escondido y han empezado a llegar balones a los extremos y al pivote Aginagalde. Ha habido ración para todos; la portería eslovena ha ido apagándose ante semejantes oleadas y el cambio de titular tampoco ha servido para cortar la hemorragia.
El partido ya estaba acabado con el 21-14. Se trataba solo de administrar, de jugar a un intercambio de goles acompasados al paso de los minutos. La segunda final mundialista del balonmano español (la primera acabó con el oro del 2005 en Túnez) se ha consumado en una tarde que ha ofrecido más emociones que alta calidad. Perdón, me retracto. Ha habido calidad, porque lo que ha hecho Eslovenia en la primera parte tiene muchos quiilates. Y la defensa española en la continuación también precisa de unas dotaciones físicas y técnicas cualificadas.
“España no ha jugado bien”, me acaba de decir un colega francés. Y seguramente tiene razón, si nos atenemos a la estética. Pero, como ha asegurado el decepcionado técnico esloveno Boris Denic, que fue un buen portero, “héroes son solo aquellos que vuelven a casa con una medalla”. Y por ahora, solo España [y Dinamarca, vencedora por 28-26 de Hungría en la segunda semifinal] se ha ganado la medalla, la plata ya está en el zurrón. Llegar al oro en el partido del domingo va a ser misión casi imposible porque por el otro lado del cuadro se han ganado la plaza unos jugadores divinos, los daneses, pero este resultado es un éxito en un país que era potencia en el balonmano y que atraviesa una crisis descomunal, con un solo club en crecimiento, el imbatido FC Barcelona, que aporta ocho jugadores. Subcampeones del mundo como mínimo. Pero volverá la empobrecida Liga Asobal con clubes que sobreviven a base de rifas o están medio arruinados. Pero eso será la semana que viene, disfrutemos por ahora de la plata. ¿O el oro?
* Pedro Gabilondo es periodista. Ha cubierto 9 ediciones de Juegos Olímpicos (desde Munich 1972).
– Foto: handballspain2013
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