El electrónico reflejaba doce agónicos segundos para el final. Las pulsaciones se disparaban. Las bocas se secaban. La tensión engarrotaba las piernas y el cansancio paralizaba la frescura mental. Una última jugada separaba la delgada línea existente entre el fracaso y la proeza. El público alemán, puesto en pie, acompasaba con palmas el ritmo del latido de sus zorros. El Füchse Berlín necesitaba anotar para no quedarse fuera de una hipotética segunda Final4 consecutiva. El Atlético de Madrid, por su parte, debía resistir doce segundos mutados en una eternidad en la pista. A los rivales teutones les temblaba el pulso. Jaszka tomó la responsabilidad sin saber que el destino le tenía reservada una nueva jornada gloriosa a Don José Javier Hombrados.
El veterano internacional ha sufrido en silencio la ausencia de un Mundial disputado y ganado en casa. Demasiada rabia e impotencia acumulada como para no alargar la mano hasta límites insospechados. Jaszka ajustó el lanzamiento pero el balón se topó con la caricia de Jota. Estaba escrito que uno de los mejores porteros del balonmano español merecía un retorno por la puerta grande.
Hombrados pudo reaparecer en el partido de ida ante el Füchse pero su cuerpo precisaba una última revisión que confirmara la puesta a punto. El capitán no había pisado el 40×20 desde hacía cinco meses. A mediados del lejano mes de octubre, el Veszprem asistía como convidado de piedra a la rotura del ligamento cruzado anterior de su rodilla izquierda. A sus 40 años y a las puertas de erigirse como presidente de la Federación, algunos creyeron que no volverían a verle protagonizando una nueva hazaña. Pero se equivocaron. En el mismo instante en el que notó cómo su rodilla se rompía, el portero se obsesionó con ganarle segundos al reloj de la recuperación. Y lo ha hecho. Del quirófano al gimnasio y del gimnasio al banquillo. Pero éste no es lugar para él. Le incomoda la inactividad. Se siente inútil al no poder ejercer de líder en la pista.
Sus compañeros no quieren permitirse el lujo de seguir echándole de menos. El traspaso de Sterbik al Barça golpeó inesperadamente al Atlético, pero la baja de Hombrados casi termina de noquear a un conjunto que, con la Liga teñida de azulgrana, encomienda el éxito de la temporada a la Champions. Con el capi, la vida es mucho más fácil. Su aportación no se mide en el número de paradas. En un buen día, incluso su suplente, Dahl, puede resolver la papeleta. Pero no puede hacer de Jota. Aquel que esboza una sonrisa tras cada intervención o aplaude a los suyos pese a los desajustes defensivos. El mismo que, con sólo una mirada, tranquiliza a su retaguardia. El héroe que es capaz de empequeñecer la portería y provocar pesadillas entre sus rivales. La parroquia colchonera se postra a los pies de su emblema tras una nueva exhibición en Berlín. El ser o no ser rojiblanco está en sus manos. Oh, capitán, mi capitán…
* Noelia Quero es periodista.
– Foto: EFE
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