Se citaban en la jornada 16ª para cerrar el 2014 dos de los grandes italianos con objetivos distintos. La Roma quería seguir estando a un punto de la Juventus, líder y que había adelantado su partido al jueves para disputar el lunes la Supercoppa de Italia ante el Nápoles en Doha (Catar). Sí, como lo oyen, una Supercoppa a dos días de Nochebuena y en suelo catarí. Así es Italia. Por su parte, el Milán de Filippo Inzaghi, quería sorprender en el Olímpico de Roma y continuar escalando para llegar a suelo europeo. El empate final no sirve a ninguno, pero deja más contento a la escuadra milanesa.
Sin Pjanic, baja por sanción, Rudi Garcia compuso el centro del campo serio en su habitual 4-3-3. Daniele De Rossi, que volvía, fue el pivote por delante de la defensa, con Radja Nainggolan escorado en la izquierda y Seydou Keita, en la derecha. Arriba, dejó en el banquillo a Adem Ljajic, en buen momento, y prefirió la brega de Alessandro Florenzi. El canterano, como es rutina, cambiaría de ala con Gervinho una y otra vez, dejando a Francesco Totti como mentirosa referencia. Atrás, Maicon y Jose Holebas fueron los laterales, con Kostas Manolas y Mapou Yanga-Mbiwa de centrales por delante de Morgan De Sanctis.
Los rossoneri también formaron en 4-3-3 con un centro del campo formado por Nigel de Jong de pivote, Andrea Poli de interior derecho y Riccardo Montolivo más a la izquierda. En defensa, Daniele Bonera y Pablo Armero jugaron de laterales derechos e izquierdo, respectivamente, escoltando a Mexès y Zapata. Para el ataque, Keisuke Honda partió desde la derecha, Giacomo Bonaventura trabajó en la izquieda y Jérémy Ménez (8 goles esta campaña) volvería a colocarse en la punta del ataque, algo habitual desde la llegada del Inzagui al mando del equipo de San Siro.
La idea de Inzaghi para el arranque, que comenzó con un fuerte disparo de Honda, era la de esperar en la línea de mediocampo y con balón buscar el costado izquierdo, a donde caía con asiduidad Ménez. En un movimiento bastante repetido, Bonaventura reculaba para ayudar a Montolivo en la fase de lanzamiento de la jugada, dejando espacio para la subida de Armero y el movimiento del punta francés. Esto dejó a Honda algo marginado y ayudó a ver una gran versión de Manolas. El griego, sin gran dotes técnicas, ha hecho olvidar a Benatia.
Sin embargo, ni el Milán dispuso de contragolpes peligrosos ni la Roma tuvo claridad con posesión. Llegar a campo contrario fue sencillo, pero sin Pjanic, y con Totti bastante desaparecido, solo quedaba el recurso Gervinho para desequilibrar ante un buen Milán que en fase defensiva se colocaba en un bien dibujado 4-5-1 con grandes ayudas de Bonaventura para frenar a Maicon. Gervinho volvió a ser el arma más afilada de los giallorossi, pero Diego López dio la razón a quienes dicen que el extremo carece de simpatía con el gol. Entre unos remates cariñosos de Florenzi, una jugada típica de Gervinho sin encontrar portería y un lanzamiento lejano, pero peligroso de Mexès, apareció la polémica. Una mano de De Jong apareció dentro del área para despejar un remate de cabeza de Gervinho a la media hora de partido, pero el árbitro no señaló la pena máxima.
Tuvo que sentar muy mal al Pippo Inzaghi que Armero viera la segunda amarilla en el minuto 70. La segunda parte había comenzado con un Milán más agresivo en la presión. Adelantándose unos cuantos metros, las líneas milanistas debilitaban la salida giallorossa (con Mapou y Manolas cuesta más que cuando están Davide Astori –sancionado– o Leandro Castán –lesionado–), y De Sanctis empezó a rifar balones en largo. Así, en esos 25 minutos, el Milán dispuso de más ocasiones y desniveló el campo hacia la portería rival. Pero ni Poli, en dos ocasiones, ni Montolivo acertaron, y tampoco Ménez consiguió librarse de Manolas. Entonces, Armero fue expulsado y el el guion cambió.
Tanto Rudi como Inzaghi reaccionaron a la expulsión. Adem Ljajic ya había entrado por Florenzi minutos antes, y la Roma pasó a jugar con 4-2-3-1 tras el ingreso de un punta como Mattia Destro por De Rossi. Así, con Gervinho en la izquierda, el serbio en la derecha y Totti por detrás de Destro, la Roma intentó aprovechar el nuevo contexto. No lo conseguiría. Primero, por su impaciencia y prisas. El Milán regaló las bandas y la Roma interpretó que cada jugada era la última y no paró de bombear con centros fáciles para una defensa que ya contaba con Alex (Bonera cambió de lateral y Zapata se pondría de lateral derecho, dejando al brasileño junto a Mexès). Además de ese cambio, Inzaghi pobló mejor su costado izquierdo enviando a Bonaventura a la derecha y dando entrada a Sulley Muntari (por Poli) para defender en 4-4-1 esos últimos minutos.
El empate final era cuestión de tiempo. Pudo ser distinto si Gervinho hubiera acertado, en las dos únicas veces que la Roma tuvo paciencia y consiguió entrar por el centro tirando paredes con alegría, o si Maicon hubiese acabado el partido (Torosidis jugó los últimos diez minutos), pero se hizo justicia y el Milán no perdió. El año se acaba para la Roma con 36 puntos, a tres del líder, mientras que el Milán, con 25, durmió el sábado 7º a dos puntos de la última plaza de Champions (Nápoles) y a uno de Lazio, Sampdoria y Genoa. Garcia pasará unas francesas navidades intentando averiguar qué hacer cuando no está Pjanic en el césped, mientras que Inzaghi comerá el panettone pensando que su equipo, con el que tantas veces goleó, plantó cara a uno de los cocos de la liga y progresa adecuadamente.
* Rafael Medel.
– Foto: Reuters
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