"Hay que recordar que quienes escriben para los imbéciles siempre tienen un numeroso público de lectores". Arthur Schopenhauer
Al descanso coincidí con Christoph Metzelder, que estaba encantado con el despliegue del Borussia Dortmund. El equipo de Jürgen Klopp ganaba en el Allianz Arena (0-1) y había mostrado sus mejores virtudes: la concentración defensiva, la anticipación en el centro del campo y la habilidad para robar balones en posiciones ventajosas que permiten la transición ofensiva rápida y eficaz. El gol de Marco Reus había sido portentoso: “Un gol con el sello Dortmund“, me diría más tarde Xabi Alonso. Taconazo de Aubameyang en el aire, pase de Kagawa al espacio, carrera del gabonés, centro magistral y cabezazo de Reus ante un Benatia que cometió el error de perder una posición que tenía ganada. Y, sin embargo…
El Bayern es una gota malaya. Aunque perdía, su primer tiempo había sido excelente. De hecho, todo el partido que enfrentó a los finalistas de Wembley 2013 resultó formidable. Solo en la primera mitad, Roman Weidenfeller salvó cuatro goles cantados y sus defensas otros dos. En el descanso, entre otras cosas, Guardiola modificó la posición de sus interiores para burlar la vigilancia de Kagawa sobre Xabi Alonso. En vez de salir en 1-2 (Xabi y por delante Lahm y Götze) varió a 2-1 (Xabi-Lahm, con Götze por delante). E instruyó a Boateng para buscar terceros hombres en largo. Las vigilancias del BVB disminuyeron su eficacia, perdieron la superioridad, dejaron de robar balones y tuvieron que retroceder. Boateng encontró hombres libres sin cesar y a Weidenfeller le siguieron llegando ataques de alta calidad. Cuando Ribéry entró para percutir contra Subotic, la gota malaya acabó por quebrar todas las resistencias.
El duelo entre los dos grandes equipos alemanes del momento (aunque el Dortmund figure, a causa de una mala racha de resultados, en posiciones de descenso) mostró dos modelos de juego radicalmente opuestos y excelentemente ejecutados. El Bayern practica el juego de posición, busca desordenar al rival a partir del balón, emplea el cambio de orientación como intento de girar al contrario y pretende encontrar hombres libres en profundidad. Posee dos virtudes de relieve: ha trabajado todo tipo de variantes en posiciones, acciones y movimientos; y ha adquirido la confianza en la persistencia. Todavía le falta bastante, pero el Bayern está aproximándose a un modelo de juego posicional que se ejecuta sobre el eje vertical, algo tan deseado como difícil de lograr.
En el modelo opuesto, el juego basado en la transición defensa-ataque del Dortmund es otra maravilla. Los resultados obtenidos hasta hoy son catastróficos (7 derrotas ligueras en 10 partidos), pero el equipo de Klopp resurgirá porque tiene las ideas claras y los jugadores adecuados para ellas. Es un conjunto que ha sublimado el arte de atrapar al rival en una red invisible que teje en la zona de iniciación, y aunque todos sabemos lo que va a hacer, vuelve a hacerlo con éxito. Atrae al contrario hacia el círculo central, le presiona por arriba y por abajo y lo ajusticia en cuatro toques. Naturalmente, cuando el contrincante es menor y cede el balón y la iniciativa, el BVB sufre y padece porque no está pensado ni construido para el ataque posicional en espacios reducidos. Esta es una de las causas, pero no la única, por la que figura tan mal clasificado en liga y marcha tan bien en Champions. Con su modelo de juego tan definido, y que ha extremado en los dos últimos años, tendrá que sobrevivir en la liga, pero será peligrosísimo en Champions cuando se enfrente a los grandes equipos.
Chelsea, Real Madrid y Barça representan tres momentos distintos del juego. El de Mourinho es ahora mismo –continúa siendo, mejor dicho– el equipo más versátil de Europa. Parece capaz de interpretar cualquier partitura, en función de lo que exija el partido y el oponente. Más aún: la impresión que deja es la de estar jugando sin forzar todo el potencial que posee, lo que va dibujando a su alrededor la vitola de uno de los grandes aspirantes a estar en la final de Champions en Berlín.
El Madrid de Ancelotti ha virado, quizás de manera definitiva, hacia un juego que suma varias características: la combinación de sus medios le permite madurar los avances, la inteligencia de sus atacantes le facilita el ataque posicional y la contundencia de sus rematadores le conduce a aplastar rivales. A base de juntar mediapuntas de vocación, Ancelotti está construyendo una máquina de producir juego y finalizarlo con precisión. Su Madrid de la pasada temporada ya lo era, pero de un modo bastante diferente al actual, que parece aún más fiable que el ganador de la Champions 2014.
Y el Barça es la interrogación permanente. Las pequeñas preguntas que nos hacíamos a principios de temporada se han agrandado hasta abrir el actual enigma: ¿cuál es el modelo de juego pretendido? En medio de mucho ruido y demasiada furia, Luis Enrique se enfrenta a algo bastante más decisivo que un par de derrotas: la tripulación y el pasaje piden conocer con precisión cuál es el rumbo.
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