Por primera vez desde que entrena al Borussia Dortmund, Jürgen Klopp está en verdaderos apuros y no porque en su club exista la menor sombra de duda. El BVB y Klopp son uña y carne. Como me dijo un día Carsten Cramer, el director comercial, “Jürgen es parte del escudo del BVB”. Quizás algún aficionado borusser maldiga entre dientes, pero es dudoso que lo haga en voz alta. Y, sin embargo, a Klopp ya se le pregunta directamente:
– Jürgen Klopp, estamos a 23 de mayo de 2015 y son las 17.20 horas (última jornada de Bundesliga). ¿Será usted relevado del cargo?
– “Lo mejor es tener pensamientos positivos. Ese día solo será el fin de una temporada no deseada”.
La pregunta corre a cargo del diario Die Welt y no es el único. La revista deportiva Sport Bild abre su portada con una foto del equipo que empató en partido amistoso con el Fortuna Düsseldorf de 2ª División y el grito de los fans locales: “¡Al descenso!”.
Es una hipótesis temeraria, pero no imposible. Si este sábado pierde en terreno del Bayer Leverkusen (y el Freiburg empata o gana), en la jornada que reinicia la segunda parte de la Bundesliga, el Borussia Dortmund, campeón nacional en 2011 y 2012 y finalista de Champions League en 2013, será colista de la liga a falta de 16 jornadas. Más que el temor a un descenso, que nadie en Alemania considera entre las hipótesis realistas, el riesgo grave es no clasificarse para alguna competición europea. El director financiero del Dortmund ya debe haber calculado que si el Bayern gana la Bundesliga como parece probable y el equipo de Múnich jugara la final de Copa contra el BVB, entonces estaría automáticamente calificado para disputar la siguiente Europa League. No es mucho, pero supondría un suspiro de alivio en esta temporada agria. Hoy por hoy, los puestos de Europa League y de Champions League están a 12 puntos del Dortmund. No parecen demasiados, pero recordemos que el equipo de Klopp únicamente suma 15 puntos después de 17 partidos: solo ha ganado cuatro encuentros; ha perdido diez.
Jugar en Europa es imprescindible para mantener el proyecto. El proyecto es Klopp y once más. Jürgen es, con razón y justicia, parte del escudo del club y piedra angular del proyecto de futuro. Sin competición europea, la cuenta de resultados se haría añicos y, por supuesto, el proyecto deportivo de un club que la próxima temporada no contará seguro con el capitán Kehl (retirada) y quizás tampoco (probablemente) con la estrella Marco Reus, que solo ha podido jugar siete de los 17 partidos de liga a causa de las lesiones.
La afición borusser, y no solo la alemana, ya se ha acostumbrado a ver al eléctrico BVB en competición europea. Dentro de un mes jugará en el Olímpico de Turín contra la Juventus, lo que avala su categoría internacional, que contrasta con la zozobra que vive el equipo. Klopp y sus jugadores han acampado en la Manga del mar Menor durante la pausa invernal para recuperar fuerzas, especialmente anímicas. Como ha dicho el técnico a Die Welt: “La confianza es una flor delicada, es fácil perderla”. Pero en estas semanas ha padecido otras dos bajas: Sebastian Kehl se lesionó un hombro y estará apartado durante un mes e Ilaky Gündogan ha sufrido una lesión muscular de la que no se ha notificado las consecuencias. “Sabemos que podemos solucionar esto”, ha asegurado Klopp, pero pocas veces ha vivido una situación tan tensa, en la que apenas hay lugar para el error.
Fríamente, el Dortmund está bien enfocado en Champions League y la Copa alemana: pronto competirá en ambos torneos con el objetivo de alcanzar los cuartos de final. El problema reside en la liga y aún más en la fragilidad del equipo, tanto desde el punto de vista físico (lesiones) como táctico (equipo espeso cuando tiene el balón), por no decir emocional.
“Soy optimista, no aguantaría entonces ir todo el tiempo con una mochila tan pesada”, dice Klopp, un entrenador que no es cuestionado en su casa, lo que habla maravillosamente del Borussia Dortmund, pero que tiene por delante un reto formidable.
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