"Se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose al enemigo". Sun Tzu
Toni Kroos ha visto cientos de veces cómo Roger Federer lanzaba su derecha liftada sobre el fondo de la pista rival. No me consta que a Kroos le guste el golf, pero sí el tenis de Federer y posee una sensibilidad especial en el pie derecho para lograr efectos similares a los de un liftado en el tenis o un draw en el golf. El sábado mostró su swing en el Bernabéu, disparando desde lejos un balón al que dio un efecto fuera-dentro en el que se ha especializado. Son muchas horas las que Kroos ha dedicado, primero en Säbener Strasse y ahora en Valdebebas, a perfeccionar este efecto curvado y tenso. Sabe realizarlo a ras de suelo, como frente al Rayo, o elevando el balón a la altura que convenga, como hizo en febrero ante el Arsenal en Champions. Para Kroos, este tipo de disparo es su peculiar homenaje a Federer: cuando lo ejecuta se siente en Wimbledon.
Kroos es un futbolista excepcional. Con el paso de los años y el aprendizaje ha adquirido una visión más panorámica del juego, abandonando las posiciones adelantadas y convirtiéndose en eje de sus equipos. En su último año en el Bayern aprendió mucho sobre el arte de gestionar el tempo de los partidos y en el Real Madrid ha encontrado en Modric una pareja excelente con la que complementarse. Su disparo, sin embargo, le pertenece solo a él y a su voluntad por perfeccionarlo diariamente. Hubo momentos el pasado curso en que el cuerpo técnico muniqués tuvo que ordenarle parar de disparar, tanta es su ansia de perfeccionar ese swing que el sábado alcanzó su esplendor sobre el Bernabéu.
Kroos simboliza el momento exultante del Madrid, sin la menor duda el equipo más en forma, más sólido y completo de Europa. Un equipo es un collar de perlas y nunca puede asegurarse que siga luciendo con toda su brillantez. Basta un minúsculo incidente para que el collar se rompa, aunque sea temporalmente. Un equipo puede romperse de mil maneras y en cualquier momento, pero es indiscutible que el Madrid de Ancelotti no solo se siente guapo, sino que lo es y mucho. Quizás lo más interesante, sin embargo, no sea lo magnífico equipo que es, sino que lo está siendo después de haber conquistado su gran objetivo, la Décima, y no antes. Habitualmente, un gran equipo se hace grande “antes” de ganar, y precisamente para poder ganar; en este caso, el gran equipo se está cuajando “después” de ganar, quizás porque se quitó un gran peso de encima.
La clasificación actual de la Premier League y la Bundesliga es un bofetón a la teoría del dinero como único motor del éxito. Las dos ligas menos igualadas de Europa (entre las grandes) son, efectivamente, las dos que distribuyen los ingresos televisivos de un modo más equitativo e igualitario: Inglaterra y Alemania. Si miramos ambas tablas vemos a dos líderes sólidos (Chelsea y Bayern, 29 y 27 puntos tras 11 partidos), seguidos de dos outsiders (Southampton y Wolfsburg, ambos a 4 puntos). En tercera posición figuran rivales que, a priori, son más consistentes que los segundos clasificados (Manchester City y Mönchengladbach, a 8 y 7 puntos, respectivamente), mientras que los teóricos grandes aspirantes a destronar a los líderes marchan a un mundo de la cabeza: en Inglaterra, el Arsenal cede 12 puntos con respecto del Chelsea, el United 13 y el Liverpool 14; en Alemania, el Leverkusen está a 12 puntos del Bayern, el Schalke a 13 y el Dortmund a 17.
¿Con qué argumentos se sostiene que es el dinero lo que origina semejante abismo? El Chelsea invirtió 106 millones en fichajes, pero vendió por valor de 96. Su diferencial es de 10 millones. El diferencial del United supera los 150 millones; el del Arsenal es de 85; el del Liverpool, de 60; y el del City, de 30. ¿Invirtieron bien estos equipos? ¿O acaso gestionó mejor sus activos el Chelsea? El Bayern compró por valor de 52 y vendió por 53. Su diferencial es positivo, en lugar de negativo. El Dortmund gastó 54 millones en fichajes e ingresó casi 3, para un diferencial negativo de 51.
¿Es el dinero el único factor diferencial o es el empleo que se hace de dicho dinero?
Los gestos de Jürgen Klopp fueron los del hombre que se ha salvado de la caída al abismo. En Dortmund nadie pensaba ni piensa en una alternativa para Klopp porque el entrenador es la piedra angular sobre la que se ha construido el equipo amarillo. Tan es así que cada vez que le he preguntado a Carsten Cramer, director de marketing del BVB, qué ocurrirá cuando Klopp abandone el club sus gestos se aproximan a la desesperación. Klopp es el Dortmund y el Dortmund no se comprende sin Klopp.
Pero la situación era agónica. Semanas atrás, club y afición incluso recurrieron a la superstición. Dado que en Champions League el rendimiento está siendo excelente, los jugadores optaron por jugar en liga contra el Hannover usando el uniforme de Champions, por si les daba suerte. La Sudkurve se dedicó a cantar “Hoy es partido de Champions League”, como queriendo ahuyentar los malos espíritus. Pero ni cánticos ni uniforme sirvieron y el Hannover se fue de Dortmund con los tres puntos en juego. Después, los de Klopp visitaron Múnich y fueron superados también por el Bayern, en lo que supuso su quinta derrota consecutiva y la séptima del campeonato en diez partidos.
Y este domingo llegó el Mönchengladbach al Westfalen Stadion. Tercer clasificado en liga e imbatido en cualquier competición tras 18 partidos, el equipo de Lucien Favre había logrado días atrás un valioso empate contra el Bayern de Guardiola. Para colmo de preocupaciones, a las cinco de la tarde del domingo el Dortmund era colista de la Bundesliga. ¡Colista! Su partido fue brillante. Arrolló al Gladbach a través de la estrategia habitual de esperar, cortar y replicar. Remató mucho (hasta 22 veces) y solo permitió que el Gladbach disparara una vez contra Weidenfeller. La última vez que el Gladbach solo remató una vez en un partido se remonta a 2005. La última vez que el Dortmund recibió un único chut en un partido se remonta a 1994. No es, sin embargo, el mejor dato de la Bundesliga: el pasado 18 de octubre, el Bayern logró dejar a cero el número de disparos de su rival, el Werder Bremen.
El gol de la victoria, el que permitió a Klopp suspirar y respirar, no lo marcó ningún jugador del Dortmund, sino Christoph Kramer, el excelente mediocentro del Gladbach. Situado a 40 metros de su portería pretendió ceder el balón a su guardameta, el magnífico Sommer, y lo que hizo fue mandar un globo perfecto que hizo estallar de alegría la Sudkurve. El triunfo le permite al BVB abandonar las posiciones de descenso, aunque sigue a 17 puntos del líder. La cuestión clave es si este momento procesal será el punto de inflexión de un equipo que cayó en picado, pero que posee los mimbres para ser protagonista muy importante en la actual Champions League.
– Fotos: Real Madrid – AFP.
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