Las olas habitan en la superficie, hijas del viento, mientras que las corrientes son silenciosas y profundas, pero imparables. Por lo general, cuando observamos el fútbol miramos sus olas y no vemos sus corrientes. Y dado que las olas van y vienen sin pestañear, del mismo modo cambian nuestras opiniones. No es fácil advertir cómo circulan las corrientes, en qué dirección fluyen y qué energía poseen, por lo que habitualmente vamos tarde. Cuando una corriente profunda se asienta en el fútbol acostumbra a suceder a nuestras espaldas, mientras seguimos admirando el run run de las olas.
Ahora mismo podría estar ocurriendo. Hace unos días, el entrenador Pep Segura (Barça, Olympiacos, Liverpool) explicaba: “Recomendaría a los equipos incidir aún más en el trabajo del juego posicional; los que lo hagan se anticiparán a una realidad que llegará a medio plazo”. En una espléndida entrevista realizada por Jaume Marcet para la Revista nº 13 del Club Perarnau se detallaban algunas ideas sugerentes sobre esta corriente futbolística:
“La gran tendencia del fútbol es organizarte en ataque con posesiones cada vez más largas y trabajadas”.
“El número de posesiones que tiene cada equipo hoy en día es mucho menor que antes porque ahora se buscan posesiones más largas y trabajadas para poder desarrollar un ataque trabajado”.
“Los ataques tienen cada vez más un plan pensado para ser eficaces y ya no se deja simplemente a la creatividad y calidad de los delanteros”.
“El problema o lastre que veo para que esta tendencia sea más amplia es que muchos de los actuales técnicos, la mayoría ex-jugadores, basan más sus ideas de juego en lo que vivieron como futbolistas que en estudiar hacia dónde camina la evolución táctica del juego”.
Pep Segura avisa sobre la profundidad de la corriente. El juego de posición, dice, tendrá una incidencia importante en las próximas evoluciones. Y la organización del ataque dejará de ser un verso libre del poema para convertirse en una materia troncal, de obligada preparación.
Las olas, sin embargo, cambian de opinión varias veces por minuto. En ocasiones, como con el Pep Team, elevan el juego posicional a un atril insuperable. En otras, devuelve el cetro a equipos que priorizan las transiciones. El propio Segura lo manifiesta en la mencionada entrevista: los dos últimos campeones de Europa (el Bayern de Heynckes y el primer Madrid de Ancelotti) eran equipos centrados en la transición ofensiva. Hoy, por cierto, el Bayern de Guardiola y el segundo Madrid de Ancelotti son practicantes fecundos del juego de posición, sin haber renunciado a la velocidad, la verticalidad ni las transiciones, a la búsqueda del fútbol total.
En cualquier caso, los resultados en el fútbol son tan cambiantes como el mar. Del mismo modo que el oleaje no da pistas sobre la profundidad y dirección de la corriente, los resultados no sirven a corto plazo para contrastar las tendencias, pues cada semana hay un montón de equipos que vencen a partir de transiciones veloces y otro montón igual que pierde con el mismo modelo de juego; e igual es válido si pensamos en quienes practican un juego más pensado y elaborado. Hoy sería fácil decir que la actual catástrofe del Borussia Dortmund, colista en Bundesliga por vez primera desde 2007, hundido con solo 11 puntos en 13 partidos, acumulando ocho derrotas y con los jugadores desfondados, combinada con el paseo militar del Bayern guardiolista es un augurio de la nueva corriente, la misma que parecía aburrir a Jürgen Klopp. O que la fortaleza del Real Madrid ahora que parece vestirse con ideas blaugrana contrasta con la flaqueza barcelonesa justamente cuando parece optar por recursos tradicionalmente madridistas: la pegada en la portería ajena y el milagro en la propia.
Pero emplear resultados puntuales para apuntalar una tesis como la del profesor Segura es tarea vana. Es como si hubiéramos querido desprestigiar el pressing del Milan de Sacchi cada vez que perdía un partido o minusvalorar por culpa de sus gruñidos la aportación estructural que ha tenido Van Gaal en la vanguardia europea. Los resultados, buenos o malos pero siempre puntuales y efímeros, apoyarán la tesis -o la desmentirán- en el largo plazo, pero no pueden hacerlo en el día a día, donde el fútbol resulta tan ingobernable como las olas.
En cualquier caso, lo que apunta Pep Segura es bastante más que unas palabras bien hiladas: Guardiola en el Bayern y Ancelotti en el Madrid parecen coincidir en una línea de pensamiento paralela a la de Segura. Incluso Mourinho en su renovado Chelsea se está aproximando a dicha corriente.
– Fotos: Dennis Doyle – Getty Images
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