Desde Catar vuelve a volar la pasión. El mundo futbolístico global ha presenciado estos días el espectáculo de Pep Guardiola en Doha. Ahora es el Bayern, antes fue el Barça. ¿Quién habló de que la intensidad no se puede medir? Es difícil que cualquier jugador se inhiba o baje los brazos cuando tu entrenador está tan encima de ti, para corregir o para elogiar. No hay concesiones. Da igual que la misma plantilla lograra el máximo de triunfos la pasada temporada. Para ser competitivo, el pasado no existe.
Xesco Espar lo escribió en su libro Jugar con el corazón, texto de referencia para muchos entrenadores: “Para llegar a la excelencia es necesario formarse, pero para traspasarla hay que transformarse: afrontar cada problema como un reto, una forma de crecimiento, un desafío”. Guardiola entiende así su profesión, pero además lo hace sin dolores de cabeza, porque desde bien pequeño descubrió cuál era su pasión: el balón. Así todo es más fácil.
Entrenamientos como el de Doha por fuerza se han de notar en los partidos. Los jugadores crecen con ese impulso, incrementan su tensión en cada ensayo porque saben que son escrutados por su técnico con el único afán de mejorar. Esto lo vivió la plantilla del Barça y lo disfrutaron sus aficionados. Difícil recordar algún partido de los azulgrana donde perdieran la actitud competitiva hasta extremos de grave crítica.
Pep cuida los detalles hasta la exageración. Detiene el ensayo y lo vuelve a parar sin casi oportunidad de que sus jugadores asimilen las correcciones. No lo puede evitar: quiere avanzar en la aplicación de sus ideas tan rápido como aprendió el idioma alemán. Exige mucho, pero porque también lo hace consigo mismo.
El axioma de se juega como se entrena es incontestable. Los seguidores culés lo saben. Lo notaban cuando Guardiola estaba en el banquillo. Es difícil, pero no imposible. La excelencia en un grupo de élite se puede conseguir, es viable. Pero hace falta que todos remen con las mismas ganas.
En la primera parte de esta temporada las dudas se han manifestado en Can Barça porque no había continuidad en el juego. ¿Faltaba entrenamiento o la forma de encararlo no era la adecuada? Lo desconocemos porque son a puerta cerrada, pero algunos encuentros encendieron las alarmas. Ahora se ven luces en el camino mientras muchos culés no dejan de rememorar, viendo el vídeo de Doha, aquella gran época que consideran, con resignación, irrepetible.
* Andrés Pastor.
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