Niño, deja ya de joder con la pelota

por el 10 enero, 2015 • 13:22

Luis Enrique y Messi (Sport)

Winter is coming”, la fuerza de la nada está haciendo tambalear las bases del todo.

El clamor popular rara vez se equivoca. Cuando la gente sale a la calle a reivindicar lo que entiende que debe reivindicar, todo se basa y radica en la lógica y en la fuerza de los hechos, rara vez sale para alentar algo vacío. Salvo en el fútbol, y si a este le añadimos la noticia digital, las redes sociales y el caos informativo global, dos sorbos de este cóctel nos emborrachan.

La realidad del F. C. Barcelona se mueve en estos parámetros: todo gira alrededor del ruido de fondo y no sobre la base argumental de lo que está ocurriendo. Filtros, dimes y diretes, miradas perdidas, frases sueltas, comentarios mal intencionados… en pocas palabras, un capítulo más de los hermanos Karamazov, con otros protagonistas a los que ni siquiera invitó el señor Dostoievski.

Todo pende de una tela de araña tan fina que, al romperse un hilo, se desmorona todo lo construido y se lleva por delante el manto absurdo que no deja ver la realidad manifiesta. El cambio ya no es necesario, es imperativo. Pero no el cambio de entrenador o el cambio de algún miembro de la plantilla o de la dirección, el cambio en sentido absoluto; no se puede convivir dentro de esta dinámica organizacional porque no se sostiene bajo los valores obligados que toda institución debe mantener para lograr avanzar.

Y aún no hemos empezado a hablar de fútbol. Competitivamente esta temporada de momento está en el punto que a todos no parece razonable, se está compitiendo al nivel de los mejores, ¡compitiendo! claro, pero sabemos que esto no es suficiente. El pasado nos ha desbordado y ahora además hemos de sentar cátedra con el estilo, la forma, el contexto, la norma no escrita de que debemos ganar enamorando.

¡Con lo que nos cuesta y nos obliga intelectualmente entrar a valorar el juego! Y aquí la unanimidad, por una vez, llega desde la red, desde la comunicación digital y se ampara en las fotos llenas de flechas que tantos ilustran mostrando justo ese segundo trascendente que todos son capaces de identificar en un partido, esa línea partida, ese espacio libre, esa marca equivocada, y a partir de ese segundo, somos capaces de inferir todo el problema y además darle solución, moviendo los muñequitos imaginarios que nos pensamos que son los jugadores, porque desde la nube, desde la inmediatez de la red social, el jugador no tiene alma ni espíritu, menos aún emociones y sensaciones y todavía, menos aún, opinión. Ya ni hablamos de intereses cruzados, caprichos o incluso falta de educación y formación general o deportiva. Ellos son elementos adaptables a los designios universales de quienes son capaces de acertar con la raya correcta en el segundo correcto para regalar el análisis impoluto de una acción puntual en un océano de acciones constantes que se producen en 90 minutos, cientos de miles de acciones que se producen desde el todo hacia las partes.

Pero el niño elegido, ese al que se le ha sacado de su entorno complejo, se le ha invitado a ser parte de la historia de la institución gracias a su inigualable talento, a su innata capacidad para jugar a esto y a su personalidad única, a ese niño que ha ido creciendo futbolísticamente delante de nuestro ojos y lo hemos visto triunfar hasta convertirse en el jugador más resolutivo de la historia, no sé si el mejor, pero sí el más determinante, ahora, o desde hace algún tiempo, a ese niño no le preocupa ya solo jugar al fútbol, sino que necesita organizar, dirigir y controlar desde su nicho, no solo lo que compete al complejo mundo del cuerpo técnico y la dirección deportiva, sino que además le interesan las intrigas de palacio y desde su posición de privilegio, decide, abona el camino para, caprichosamente, provocar que pase lo que le interesa. Obviamente, este niño está rodeado de una maquinaria de interés que le permite avanzar sin dejar prisioneros porque desde su posición de privilegiado nunca ha tenido la necesidad de obligarse a nada más que a hacer lo que nadie en el mundo sabe hacer mejor que él, jugar al fútbol, pero ahora, con la supuesta madurez que dan los años, se ha puesto a ello y las consecuencias se notan.

El muro se rompe y lo desconocido acecha, ese es el gran problema que se cierne sobre el club y sus miembros. A algunos lo llaman incertidumbre, otros zona de confort, otros simplemente tienen miedo a lo que vendrá, esto es indicativo de que el momento de irse está llegando y hay que pensar en cómo puedo quedarme en la cama un poquito más. La cuestión es: ¿para qué?

Durante años ha corrido el cava y los percebes por doquier, la langosta se convirtió en habitual y el caviar, a cucharones, normal. El mejor del mundo en el mejor momento, con los mejores del mundo en su mejor momento y con el Karajan del fútbol impartiendo cátedra y estilo, pero eso ya fue y ahora ese ser vil y descarnado llamado nutricionista nos dice que debemos ponernos a dieta: se acabó el marisco, se acabó el caviar, tenemos el colesterol por las nubes, si queremos seguir viviendo en condiciones debemos dejar de catar semejantes manjares diariamente para acostumbrarnos a una dieta equilibrada, ¡qué crueldad, cómo nos pueden decir eso! Debemos ponernos a dieta, y donde antes consumíamos delicatessen ahora toca verdurita.

Con lo que cuesta un kilo de percebes nos compramos cien kilos de espinacas, o más. Nuestro organismo necesita regenerarse para sobrevivir, para mejorar la calidad de vida, para convivir mejor, para ser mejor, porque si nos morimos de un infarto o de un derrame cerebral producto de un trombo de colesterol, ni seremos ni estaremos.

Pero claro, ¿quién se atreve a decir eso así, sin más explicación que la descarnada realidad? ¡A nosotros, la masa crítica que hemos sido testigos del mejor equipo de la historia humana! ¿Cómo es posible creer que podamos crecer como institución si debemos despojarnos de todo aquello que nos ha hecho grandes? Porque precisamente lo que nos ha hecho grandes, ahora nos está haciendo gordos.

Pero siempre es mejor señalar la crueldad del endocrino, del nutricionista que nos dice las verdades del barquero y esperar un poquito más a ver si por inspiración divina todo pasa. Pero ya lo dijo el maestro: “Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos…”. Y si nos lo canta ese culé de bien, hasta se nos humedecen los ojos.

Barcelona's Lionel Messi challenges for the ball against Elche's Edu Albacar and other players during their Spanish King's Cup soccer match at Camp Nou stadium in Barcelona

En el partido contra el Elche se vio el primer cisma en la grada del Camp Nou: mientras unos alentaban al entrenador coreando su nombre, otros muchos acallaban a esos osados gritando el nombre de la estrella, ambos colectivos del mismo equipo, con los mismos intereses, esperando lo mismo, que su equipo los lleve a ese estado de excitación máxima que ya no sé si decir si es la victoria, porque ahora ya no vale ganar si no se gana como cada uno quiere.

Ese signo de división nace de la filtración continua de vaguedades y opiniones interesadas que se posicionan en un lado u otro como si en el club hubiese dos lados. La realidad nos golpeará en la cara indicándonos que solo hay uno, el de la institución.

Que sí, que es lícito reprobar el estilo si a la mayoría no le gusta, que este año la forma de salir a jugar no ha llegado al corazón de la gente. Pero claro, la comparativa no se sostendrá nunca, porque todos comparan el hoy con el ayer más emblemático de la historia del club, y esos tiempos ya no volverán. Nadie compara con otras épocas porque, lógicamente el espejo es el que es, y me parece normal. Lo que ya me parece extraño es que tanta gente se haya enrocado en conceptos manidos y no en expectativas plausibles. Ahora se maneja el juego de posición como la única forma en la que el equipo debe manifestarse, porque se identifica esa manera de jugar como la idónea. Perdónenme por el sacrilegio, pero esa manera fue la idónea en un momento idóneo, el ayer histórico más brillante, pero ahora toca reducir el número de calorías y quizás, para volver a enamorar, debamos tomarnos la molestia de cambiar la camisa y la corbata para poder volver a impresionar. Los rivales estudian y mucho, el juego evoluciona, y si antes, en el 54, Hungría corría y era vertical en cuanto podía, por algo será; si Brasil, con su jogo bonito, en cuanto enfilaba te mataba, por algo será; si nuestra base filosófica, el fútbol total, era la verticalidad hecha arte, por algo será. No se puede pretender ganar solo contra once numantinos metidos en el último tercio del campo, tocando un Nocturno cuando lo que se necesita es el Vuelo del moscardón del amigo Rimsky-Korsakov. La realidad se impone y nos empuja a encontrarnos nuevamente.

Por delante se llevará a este entrenador, se llevará a tantos otros mientras la institución no se organice en torno a un criterio lógico y ponderado. Y esas víctimas serán producto del exceso, de ese del que ahora se está aprovechando el niño que se ha convertido en un adulto malacostumbrado. La literatura nos inunda con cientos de personajes así, quizás Ignatius Reilly personifique como ningún otro el papel de falso líder que ahora el astro está desempeñando, una Conjura de los Necios que nos retrata. Y ojo, que por detrás viene el chico apoyado en el todopoderoso bastón de esa firma tan importante de ropa deportiva y quien ya se ha manifestado tibiamente en los medios, siguiendo la corriente imperante, como no podía ser de otra manera.

Es triste ver cómo se cuestionan los perfiles y las labores de otros profesionales de la entidad. Ahora el psicólogo también es sospechoso. Bueno, aquí doy un pasito al frente y los invito a valorar las cosas con comedimiento. Doy un pasito porque tengo el gusto de conocerlo y dudo que quien tiene en la comunicación y el orden relacional las bases de su profesión pueda crear un cisma institucional; lo más que podrá hacer es argumentar de forma fidedigna algo que a alguno no le gusta escuchar. Seguramente el niño haya tenido que oír algo que le ha molestado y ha aprovechado para señalarlo con el dedo. Quédense tranquilos, por ahí la institución no se va a romper. Lo triste es que para llegar a estas posiciones dentro de un cuerpo técnico se ha tenido que estudiar, se ha tenido que competir con otros de igual cualificación y se ha tenido que convencer diariamente de que uno está preparado y dispuesto, igual que el resto de componentes del equipo, personas del barrio, amigos de sus amigos que han luchado contra la lógica para llegar a la élite. Ahora los niños, llegados a adultos con su nivel de convocatoria ficticio e irreal, juegan con el trabajo ajeno con una soltura nunca antes vista. Nunca antes vista porque nunca antes se tuvo la oportunidad de vivir tan de cerca las filtraciones, las verdades a medias y el ruido, como hoy en día.

Malos tiempos para la lírica, decía el otro día, golpes bajos que no se ven venir y la ilusión de tantos a la espera de que pasen cosas.

Se puede perder un año de manera increíble, se puede perder un trabajo de cientos de sesiones por no estar centrados en lo que se debe. Se puede perder un año por falta de liderazgo institucional, se puede perder un año por no estar callados en el momento oportuno y apretar los dientes para remar todos juntos.

Todos miran desde lo alto del muro esperando que esos comicios tan necesarios den luz y cierren de manera definitiva la puerta a esa oscuridad que se está empezando a instalar a través de las grietas de esa barrera que debe mantenernos a salvo de lo desconocido.

Pero no vendría mal analizar desde la humildad lo que se está gestando dentro para no dejar la suciedad para que la limpien otros. Y para ello alguien debe mandar que se limpie lo que ensucia o, mejor aún, limpiarlo él mismo que para eso es el principal valedor de la institución, aunque nadie lo haya elegido. Ahora toca ser señor y comportarse como tal.

* Álex Couto Lago es entrenador nacional de fútbol y Máster Profesional en Fútbol. Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Santiago de Compostela. Autor del libro “Las grandes escuelas de fútbol moderno” (Ed. Fútbol del Libro).


– Fotos: Sport




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