Murales, cánticos, lemas y portadas. El Imperio Germánico llega a una España convulsa también en lo deportivo, tocando a rebato desde hace varios días, combatiendo la desesperanza alentando al pueblo. En Madrid recuerdan gestas pretéritas, héroes del siglo pasado y se encomiendan a espíritus del más allá para espolear a los suyos. El aura de grandeza de las grandes noches merengues contrasta con el hiperrealismo lluvioso del culé, cuyos conjuros no residen en las serpentinas, los tifos y las banderas. Para el barcelonista la esperanza es de carne y hueso: Leo Messi. Sentimiento compartido a día de hoy por el vestuario azulgrana, huérfano en su ausencia, sonámbulo sobre el césped. El poder emocional del argentino sobre el rival parece similar al efecto que causa sobre sus propios compañeros. Sin ideas, faltos de espíritu, con el combustible en la reserva, las zamarras blaugranas se convierten en armaduras cuando La Pulga ingresa al campo. El oponente se encoge, empequeñecido ante el efecto torrencial de su figura en un tembleque creciente que le hace dar un paso atrás, temeroso de desatar la furia del rosarino. El chip prodigioso, interiorizado en cada uno de los futbolistas azulgranas y elevado a la máxima expresión en cinco minutos de locura ante el PSG y el sábado pasado en San Mamés.
Está por ver si la actuación del argentino será suficiente para hundir el buque bávaro. Los alemanes ya anularon a un Messi disminuido por entonces y destrozaron la línea de flotación blaugrana en un despliegue futbolístico descomunal. Los encuentros del Barcelona ante rivales de similar potencial han mostrado las suficientes fisuras como para poner en duda que el efecto Messi pueda resultar diferencial en el devenir de la eliminatoria. La exigencia en la presión a la defensa alemana, el repliegue posicional, la espalda de los laterales o la aparición de los pequeños auguran que el retorno a los orígenes será casi tan importante como los brotes de genialidad del ‘10’. Algo similar sucederá en el Bernabéu, donde el Real Madrid deberá cortar la tela de araña que el Borussia Dortmund tejerá sobre Xabi Alonso y buscar la velocidad en la aridez teutona, Cristiano mediante, para así reencontrarse con una versión de sí mismo apenas explotada hasta la fecha en los partidos de postín.
La historia endulza nuestra memoria de momentos inolvidables a los que recurrimos cuando la esperanza es poca, reproduciéndolos vívidamente, buscando una razón para creer, para levantarnos de los golpes encajados. Los precedentes son inescrutables y la muerte en el fútbol, con fútbol se combate. En noches como éstas, de cuchillos largos, de balas plateadas, es hora de competir, de enseñar los colmillos, de roer el cuero; porque por mucho que nos digan, con Juanito y Messi no será suficiente.
* Sergio Pinto es periodista.
– Foto: EFE
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