"Hay que recordar que quienes escriben para los imbéciles siempre tienen un numeroso público de lectores". Arthur Schopenhauer
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1.- Cuando se disputan partidos de este tipo, es decir, entre un equipo muy fuerte y otro muchísimo más débil, la sal que le de sabor al encuentro la pueden poner dos elementos. Uno de ellos es la espera impaciente por ver si el pequeño es capaz de comerse al grande, de hacerle sufrir e incluso eliminarlo. El segundo elemento es ver a los menos habituales del club poderoso disfrutar de muchos minutos para mostrar lo que en otros partidos no tienen tiempo para ofrecer. En un análisis algo frío, podemos decir que ni una cosa ni la otra ha pasado en el Bernabéu.
2.- La primera no ha pasado, es obvio. El Olímpic de Xàtiva no se creyó en ningún momento que pudiese hacer mucho más que perder de la manera más honrosa posible contra el Real Madrid. Sus armas son limitadas en ataque y por ello llevan en su grupo de Segunda B tan sólo 18 goles a favor en 17 jornadas. Lo que ya vimos en la ida es que tienen claro los fundamentos defensivos hasta el extremo de no haber sufrido prácticamente ocasiones del Madrid en los 90 minuti molto longo de Chamartín.
3.- Y tampoco es que hayamos visto a los que tienen que ganarse el aprecio de Ancelotti con una marcha más, un ritmo y una entrega superior a los demás, a los que ya tienen su sitio asegurado. Influye, y muchísimo, el terrible final de partido del Real Madrid. Llegó un momento mediada la segunda parte, alrededor del carrusel de cambios, en el que se produjo una desconexión casi total de los jugadores blancos de lo que estaba pasando sobre el césped.
4.- El Olímpic acabó casi encerrando al Madrid en su propia área sin quererlo, por puro demérito merengues. No existía tensión alguna al sacar la pelota desde atrás. Cualquier pase que daba Xabi Alonso que no fuera lejano era una pérdida de balón de Casemiro, Jesé o Di María a pocos metros de la frontal de Casillas, que en una de esas acciones ofensivas de los valencianos acabó desequilibrado en el salto y cayó mal, sin conocer por ahora el alcance de las molestias.
5.- La presión, con 2-0 y pocos minutos para el final, era claramente inexistente. No había peligro cristalino de eliminación sorpresiva y el Madrid se conformó con acabar el partido como fuera. La sabia parroquia blanca tuvo un partido con fases de buen fútbol, pero se acabó yendo a casa con el último recuerdo de haber pitado los minutos finales del encuentro.
6.- Y de nuevo los que rayaron a un nivel más alto fueron los de siempre: Isco e Illarramendi. La regularidad es seña de identidad de su juego. El vasco tiene mil virtudes, pero la principal es su incapacidad para no perder un balón. No sabe cómo equivocarse en un pase, sea sencillo o más complicado. Ver al malagueño es ver arte. Recorta y gambetea con una naturalidad que nos hace creer que es sumamente fácil lo que hace, cuando es lo contrario, muy difícil.
7.- Illarra festejó además su buena eliminatoria con su primer gol como profesional en una de las muy pocas jugadas en las que se despistó la buenísima defensa valenciana. Quizás lo mejor de esa jugada no solo sea el pase de Di María al espacio para Jesé, sino la paciencia del canario para no obcecarse con el gol propio y esperar el momento idóneo para asistir a su compañero. Esa paciencia no la ha tenido Morata, que tenía como meta su gol personal, y los fallos que tuvo, que otros días (con menos autopresión) le influirían menos, hoy lo ofuscaron y le hicieron perderse muchas veces entre las piernas del Olímpic.
8.- Morata no encontraba espacios porque Toni Aparicio volvió a hacer que sus jugadores fueran ladrillos para construir un gran muro delante de su meta Francis. Dos líneas de cuatro muy juntas, con Rifaterra y Samu en la medular desplegando una capacidad de trabajo inconmensurable, lo mismo se puede decir de los pulmones de José Gabriel Peris en la banda izquierda. Pau Franch, el nueve, estuvo desaparecido en un campo que se le hizo muy grande, y el Olímpic tuvo más profundidad cuando fue sustituido por Jhon Mosquera, más rápido y ágil.
y 9.- Más allá del gol de penalti, con más suspense que la Psicosis de Hitchcock, el Madrid tuvo muy pocas más oportunidades de gol reales. Un golpe franco sutil de Di María y un disparo de Jesé en el segundo tiempo. Poco más, y eso es muy poco para un Madrid ante un Segunda B. De hecho, se ha llevado más amarillas, cuatro, que ocasiones de gol peligrosas ha creado. Veremos si contra Osasuna Ancelotti vuelve a apostar por el mismo bloque de esta ronda. La vuelta será en El Sadar, y la complicación intrínseca del campo pamplonica obliga al Madrid a solucionar el pase a cuartos de final en casa.
* Jesús Garrido es periodista.
– Foto: Elisa Estrada (Real Madrid)
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