Como quién no quiere la cosa, se van a cumplir diez años desde que los New York Knicks son un equipo mediocre. Qué lejos quedan ahora esas campañas en las que, comandados por Pat Ewing, el equipo de la Gran Manzana protagonizaba más que dignas campañas que acababan en playoffs, aunque nunca llegara a proclamarse campeón. Desde entonces, el abismo creado por Isiah Thomas desde los despachos (y posteriormente, en la cancha como entrenador) y la época de reconversión comandada por Mike D’Antoni, marcada por el sonado traspaso de Carmelo Anthony, han sido los dos periodos claves para entender la hecatombe de la franquicia. Porque no se puede entender de otra manera el fracaso, año sí, año también, de una entidad que ha liderado muchas veces durante la última década el Luxury Tax (impuesto de lujo, donde ahora lucen sólo en cuarta posición con 78 millones de dólares comprometidos) sin conseguir por ello buenos resultados. No sólo eso, sino que el equipo nunca ha mostrado una personalidad definida en cuanto a nivel de juego. ¿Era run&gun lo que practicaban años atrás o era simplemente pura anarquía? ¿Lo del año pasado, se basaba en la defensa y potencia física? ¿Quisieron alguna vez de verdad aprovechar el pick&roll de Amar’e Stoudemire? No se sabe, entre otras cosas, porque cuando D’Antoni tenía construido un equipo donde las piezas comenzaban a encajar, James Dolan se saltó la cadena de mando, pasó por encima de Walsh, superó al propio D’Antoni, y trajo a Melo a New York rompiendo con la inercia positiva que Gallinari-Felton-Chandler-Mozgov-Stoudemire habían iniciado de alguna manera. El caso es que el Madison Square Garden se ha convertido los últimos años en un escenario propicio para ver a otras figuras de la liga, que alentados por un escaparate mediático sin igual, han ido logrando exhibiciones para el recuerdo. La gente acudía a ver otras estrellas, no a su equipo.
Así, la franquicia ha ido mezclando decisiones contradictorias hasta hace bien poco. Por un lado han querido aliviar masa salarial y por otro satisfacer a Anthony en su deseo de liderar un equipo competitivo. Finalmente, parecen haber elaborado un proyecto deportivo sin grandes condicionantes económicos ni estratégicos. ¿Qué tenemos ahora? Sobre el papel, la gerencia de los Knicks ha decidido fiarlo todo a un presente inmediato, rodeando a sus dos grandes estrellas de un equipo relativamente compensado, muy veterano y dispuesto a plantar batalla desde el primer momento. Han conseguido peso en la pintura (Chandler y Camby), anotación desde el banquillo (Smith y Novak), especialistas defensivos (Brewer y Thomas) y un trío de bases a usar indistintamente (Kidd-Felton-Prigioni) según las necesidades. Pero todo lo que sobre el papel parece pensado al detalle, está sujeto a grandes interrogantes:
¿Sabrá Anthony dar un paso más allá de su rol de anotador para convertirse en un jugador total tipo LeBron James? No parece que vayan por ahí los tiros, nunca mejor dicho. Tampoco parece que Stoudemire, que ha estado entrenando concienzudamente con Hakeem Olajuwon, vaya a recuperar esa explosividad que le restaron las lesiones, ni esos 6 puntos de media que perdió la temporada pasada. Y la implicación de JR Smith como sexto hombre en un entorno controlado por viejos dinosaurios del baloncesto parece una incógnita, así como el rendimiento de los más veteranos.
Todas las dudas quedarán reducidas si los tres bases del equipo consiguen implicar a los demás miembros de la rotación en un juego reconocible. En ese sentido, el golpe de timón es importante. Se apuesta por bases experimentados y distribuidores, y se dejan atrás los tiempos en los que Iman Shumpert o Toney Douglas sometían el juego a la locura permanente, con una sucesión azarosa de tiros y carreras de un lado para otro. Lo que se pretende, en definitiva, es un equipo capaz de diferenciar momentos y que compita desde el salto inicial. Analicemos con lupa:
– Raymond Felton. A sus 28 años, Felton parece más veterano de lo que es. Después de años ejerciendo de base en un equipo perdedor como Charlotte Bobcats y de tres etapas cortas en New York, Denver y Portland, el de Carolina del Sur vuelve al lugar donde obtuvo sus mejores prestaciones como jugador. En New York tuvo una temporada espléndida de 17 puntos y 9 asistencias a.d.C (antes de Carmelo) y una gran conexión con Stoudemire. Su recuperación no sólo debería activar el factor Stoudemire sino que trataría de incentivar el ritmo alto del juego, hábitat donde siempre se manejó bien. El problema de Felton viene con su estado de forma: ronda siempre el sobrepeso, lo que le hace sensible a las lesiones y le hace perder explosividad. Además, ha desarrollado una extraña tendencia a perder balones absurdos en momento delicados, pese a ser un muy buen distribuidor. De Portland salió enfadado con todo el mundo y silbado por la afición. A pocos bases de la liga les llega una oportunidad así después de un sonoro fracaso, lo que debería saber aprovechar.
– Con Jason Kidd, el equipo se beneficiará de su veteranía y su entendimiento del juego. Además, no causará problemas en cuanto a su ego. Kidd ya ha dicho que a partir de ahora le gustaría ver reducido su tiempo de acción pues, no obstante, tiene 39 años. Seguirá con su tremendo olfato para robar balones y cazar rebotes y supondremos que su capacidad para leer el juego en transición se verá poco alterada. Pero por el contrario, apenas será una amenaza en la pintura, no sacará faltas y se limitará a su rol de tirador externo, donde dicho sea de paso, es bastante irregular. Después de ejercer su rol de líder con los Nets y de conducir a los Mavericks a un anillo, Kidd ha encontrado el lugar idóneo donde ejercer de veterano, New York, precisamente el sitio dónde necesitan más mesura, conscientes de que la presión social y económica que asfixia a la franquicia les conduce al vértigo por el vértigo.
– Y luego tenemos a Pablo Prigioni, un caso atípico en la NBA. Un rookie de 35 años que ha sido uno de los bases dominantes del continente europeo y referente de la selección argentina durante casi una década. Su contratación no ha sido lanzar una moneda al aire. Su capacidad para hacer mejores a los pívots que juegan con él (Scola o Splitter en determinados momentos de su carrera) y su dominio del pick&roll viene de perlas a jugadores finalizadores como Chandler o Marcus Camby. Además, siempre ha sido un buen ladrón de balones divididos y tiene habilidad con los rebotes perdidos. El problema es que tendrá que afinar la puntería, ser regular penetrando a canasta y desarrollar el tiro a media distancia, algo en lo que no se prodiga en absoluto.
En estas seis manos descansa el devenir de New York Knicks, en su enésima transformación. Se adivina un equipo competitivo, duro, experto y difícil de batir. Pero también con limitaciones en la pintura y poco dado al vértigo que hoy predomina en la NBA. En el Este deberían ir sobrados para disputar los playoffs. ¿Pero podrá su legión de fan disfrutar de las finales? Sea como fuere, después de años a la deriva parece que un resquicio de luz se vislumbra al final del túnel.
* Algunos datos sacados de NBAmaniacs, ESPNBásquetbol y NBA.com.
* Javier López Menacho
– Fotos: AP
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