Cuando estudiábamos en el colegio la literatura del Siglo de Oro, los profesores nos mostraban dos movimientos enfrentados: el Culteranismo de Góngora y el Conceptismo de Quevedo. El primero se preocupaba por dar más importancia a la forma que al fondo y el segundo por primar el fondo sobre la forma. Sin duda, esta es una visión reduccionista de dos movimientos literarios muy complejos, pero era la forma en la que nuestros heroicos profes de primaria nos podían acercar a conceptos alejados de nuestras preocupaciones infantiles. Además, esta no es una tribuna para juzgar a los siempre vilipendiados docentes, todo lo contrario.
En las crónicas y análisis futbolísticos que leemos de un tiempo a esta parte se aprecia una voluntad plausible de escribir de fútbol con propiedad y corrección, muy lejos de aquella vieja máxima periodística de que “el que no vale, a deportes”. En publicaciones escritas y online. así como en redes sociales como Twitter, hay un vivo interés por explicar y analizar el juego con precisión. Sin embargo, creo que estamos viviendo un proceso creciente hacia la primacía de la forma sobre el fondo, y es lo que he denominado en este título como Neoculteranismo. No cabe duda de que todo proceso creativo tiene que ver con nuestro ego y queremos desmarcarnos de otros autores para intentar epatar y sobresalir dentro de la multitud.
La aplicación de neologismos es, desde mi punto de vista, desmesurada, más si tenemos en cuenta que el castellano, como el catalán, el gallego o el euskera, tiene una riqueza enorme que no hace necesario inventar palabras o aplicarlas fuera de su significado real. Pondré algunos ejemplos. El paradigmático es el término contexto. Hoy en día se ha convertido en una palabra utilizada más allá de su significado de entorno o situación. Parece que un artículo que se precie debe llevar al menos cuatro veces ese vocablo. Vamos a matar al pobre contexto de tanto usarlo. Otro término recurrente es la base de la jugada. Hasta hace poco tiempo bases eran zonas dentro del campo de béisbol, pero ahora se refieren a la posición del mediocentro. “Touré Yaya pasa a jugar en la base de la jugada”, se suele leer. Es un concepto innecesario que se presta a malentendidos, desde mi punto de vista. Últimamente los jugadores no son inteligentes o pícaros cuando se desmarcan, sino que tienen “sensibilidad para el desmarque”. Y ahora “se baten líneas” cuando son superadas.
Esta reflexión la hago en primera persona porque yo soy el primero que he caído en alguno de estos neologismos. Si estas líneas pueden interesar al menos a una persona y crear un mínimo debate me daría por satisfecho. Igual que pienso que el Barça se tiene que parecer más a Xavi y menos a Cesc, pienso que quienes escribimos sobre fútbol podríamos parecernos más a Quevedo y menos a Góngora.
* Ángel Iturriaga Barco es Doctor en Historia y miembro del GIHNT (Grupo de Investigación de Historia de Nuestro Tiempo). Autor de ‘Diccionario de Jugadores del FC Barcelona’ y ‘Diccionario de Técnicos y Directivos del FC Barcelona’.
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