La historia de Sudáfrica está indefectiblemente unida a la figura de Nelson Mandela. El premio Nobel de la Paz de 1993 ha sido una figura clave en el desarrollo histórico de la Sudáfrica contemporánea. Su figura trasciende en todos los órdenes. Luchó contra un enemigo interno y contra uno externo, más poderoso, ya que las grandes potencias occidentales miraban para otro lado ante el gobierno racista sudafricano. Mandela es el símbolo de la lucha contra la opresión y el racismo. Es, además, el símbolo de la justicia y la emancipación humana.
Nelson Mandela comprendió desde el primer momento que el deporte sería una pieza clave en la transición a un régimen demócratico. Con sus dotes de gran estadista no dudó en colocarse al frente del deporte sudafricano en los momentos importantes de esa transición. Fundamentalmente hay dos acontecimientos deportivos de especial relevancia política: la Copa del Mundo de Rugby de 1995 y los JJ. OO. de Barcelona 1992. De la importancia de estos dos acontecimientos da buena cuenta John Carlin en su libro El factor humano. Mandela sabía que el deporte era la mejor vía para la reconciliación. El deporte estaba dividido: el fútbol era mayoritariamente el deporte de las personas de raza negra y el rugby y el criquet eran los deportes para la raza blanca. Él mismo comentaba que hablaba de rugby en la cárcel con los funcionarios de prisiones. El atletismo también estaba dividido por razas y las competiciones eran exclusivas para atletas blancos o para atletas de raza negra, pero nunca competían juntos.
El apartheid se instauró oficialmente por el Partido Nacionalista en 1948. Desde 1910, fecha de la consecución de la autonomía interna de Sudáfrica dentro de la Commonwealth, había lo que se denominó pequeño apartheid. No dejaba de ser un sistema racista de facto, pero algo más maquillado que el que se instauró en 1948. A partir de ese año se dividió a la población en cuatro grupos distintos: blancos, indios, mestizos y negro. Este sistema segregacionistas disciminaba al 80 % de la población. Esta política llevo a su exclusión del movimiento olímpico en 1962. La ONU había emitido una resolución (1761) que condenaba las políticas segregacionistas del régimen sudafricano y además llamaba el boicot. Con anterioridad, la presencia de atletas sudafricanos en la fiesta olímpica había estado viva entre 1904 hasta 1960. Después de Roma llegó la época oscura para los deportistas sudafricanos: no podían competir fuera y esta situación se agravaba en el caso de los atletas de raza negra, ya que por un lado eran discriminados dentro del país, por el color de la piel, y por otro eran discriminados en el exterior ya que no podían competir fuera. La prohibición también se extendía para los atletas extranjeros que quisieran competir en Sudáfrica. De hecho, algunos llegaron a ser sancionados por competir en la Sudáfrica segregacionista.
En 1976 las naciones africanas pidieron al COI que suspendiera a Nueva Zelanda por los continuos contactos del equipo de rugby neozelandés con Sudáfrica, incluyendo una gira de los All Blacks. Cuando el COI rechazó la petición se produjo el boicot de veinticinco países africanos. El Comité Olímpico de Nueva Zelanda alegaba que ellos no tenían nada que ver con la federación de rugby y que eran un organismo autónomo e independiente. En Montreal’76 se escenificaba el mayor boicot, hasta esa fecha, que había vivido el movimiento olímpico.
En esos años los atletas sudafricanos no podían competir en el exterior y sus marcas aparecían en los ránkings con un asterisco. Los récords no eran homologados. Un ejemplo fue el récord del mundo de Zola Budd en 1984 en el 5.000. Budd corrió en 15:01.83 con 17 años, pero la IAAF no ratificó ese récord mundial. La atleta sudafricana tuvo que cambiarse de nacionalidad para poder acudir a los JJ. OO de los Los Ángeles’84. El Daily Mail hizo una campaña para que cambiara de nacionalidad y gracias a un abuelo inglés pudo conseguir la nacionalidad británica. La celeridad de la concesión no estuvo exenta de polémica y grupos antiapartheid boicotearon su presencia en una carrera que iba a disputar en Crawley (Reino Unido). La organización de la prueba, para evitar altercados, optó por declinar la invitación inicial que le habían cursado. La presencia de Budd en Los Ángeles se acabó magnificando por la caída de Mary Decker. La prensa norteamericana se cebó con Budd, pero el tiempo puso a cada uno en su sitio. Budd tuvo un comportamiento exquisito a lo largo de toda su carrera, ni un mal gesto ni una mala palabra, mientras que Decker acabaría dando positivo unos años más tarde.
Budd no fue la única que cambió de nacionalidad para poder competir fuera. El millero Sydney Maree se había marchado a estudiar a la Universidad de Villanova (EE. UU.) y adoptó la nacionalidad estadounidense. Similar decisión tomó Mark Plaatjes, que acabaría siendo campeón del mundo de maratón en Stuttgart’93 defendiendo los colores de EE.UU.
Pero muchos fueron los atletas sudafricanos que se vieron abocados a quedarse sin poder competir fuera del país por la prohibición del COI y de la IAAF. Uno de los más destacados fue Johan Fourie. Se trataba de un millero de extraordinario talento que llegó a correr en 3:33.87 en los Campeonatos de Sudáfrica de 1987. La marca fue realizada en solitario: sin liebres y sin oposición. En la milla llegó a correr en 3:50.82 y bajó en más de cincuenta ocasiones de los cuatro minutos en los 1.609 metros. A mediados de los ochenta entrenó con el suizo Pierre Deleze, atleta coetáneo de Abascal, González y Coe. A todos estos atletas los derrotó el mediofondista suizo, que afirmaba que Fourie, en una carrera con liebres y rivales, estaría corriendo en 3:30. Evette de Klerk fue otra gran atleta que no pudo competir fuera de Sudáfrica en los mejores años de su carrera, aunque sí llegó a competir una vez acabado el antiguo régimen político sudafricano.
Una vez pasados los años oscuros, todo cambió con el fin del apartheid y la puesta en libertad, después de 27 años, de Nelson Mandela. El atletismo no fue ajeno a esos cambios políticos y en 1992 llegó la primera medalla posapartheid para Sudáfrica. Elana Meyer consiguió la plata en el 10.000. Llegó detrás de Tulu, pero consiguió algo más: su imagen dando la vuelta de honor del brazo de la atleta etíope dio la vuelta al mundo y proyectó una visión internacional de la unión entre razas. Era una metáfora de lo que estaba sucediendo en su país. Meyer, una atleta de raza blanca abrazada a una atleta de raza negra. La apertura llevó a otros atletas sudafricanos a la consecución de grandes logros internacionales, como la victoria de Willie Mtolo en la maratón de Nueva York de 1992.
El primer oro olímpico de esta nueva era llegó de la mano de Josia Thugwane, en la maratón de Atlanta’96. En esa misma carrera, Martín Fiz conseguía la mejor clasificación de un español en una maratón olímpica, aunque el vitoriano reconocía con posterioridad que cometió un error táctico que le impidió estar en el podio. El sudafricano Hezekiel Speng también fue medallista en esos Juegos de Atlanta y esa racha medallista ha continuado hasta nuestros días, ya que Sudáfrica ha conseguido colocar algún atleta en el podio desde 1992 hasta los últimos JJ. OO. de Londres. A los mencionados le siguieron Cloete, Kruger y Herbert (Sídney); Mulaudzi y Cloete (Atenas); Mokoena (Pekín); y su última medalla en atletismo fue la conseguida por Caster Semenya en Londres’12. Además de los medallistas olímpicos, Sudáfrica ha tenido atletas que han brillado en el panorama internacional, como Ockert Brits o Jacques Freitag.
En los últimos años han tenido destacados atletas en distintas especialidades, pero quizás en la que más profundidad de ranking han conseguido es en 400 m. v., gracias en parte al gran trabajo del técnico Hennie Kotze. En su carrera ha entrenado a nueve atletas que han corrido por debajo de 50 segundos. Los vallistas sudafricanos como Van Zyl, Myburg, Herbert o De Villiers han sido de lo mejor del mundo. Los referentes actuales del atletismo sudafricano son Semenya, Mokoena, Van Zyl, Cronje, Visser, Coertzen y Viljoen.
El atletismo sigue los mismos parámetros que el resto de la sociedad y, aunque ha llegado la igualdad, se siguen viendo desajustes heredados del pasado. A ello se han unido problemas nuevos, como la emigración de personas de raza blanca. Su población ha pasado de cinco millones en 1992 a cuatro millones en la actualidad. Entre las fugas más destacadas, en atletismo, están el lanzador Frantz Kruger, que se nacionalizó finlandés depués de su matrimonio con Heli Koivula; Alistair Cragg, que ahora defiende a Irlanda; Collen de Reuck, a EE. UU.; y Karin Mey Melis (ahora suspendida por dopaje), que se fue a Turquía.
* Óscar Fernández Villar.
– Foto: Nelson Mandela Foundation
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