Sobre el papel, al Barcelona le basta con fichar un defensa central para cubrir un agujero que, año tras año, va aumentando de tamaño. Mejor dicho: sobre el papel podría seguir como está y no fichar a nadie, que es exactamente la política que adoptó la pasada temporada, básicamente a fuerza de autoengañarse. Como el papel lo soporta todo, el curso pasado se inició repleto de esperanzas defensivas porque Puyol iba a recuperarse de inmediato, Piqué había vuelto a ser el gran Piqué, Mascherano resultaba fiable, Bartra debía ser el nuevo Piqué y Song, nada menos que Touré renacido. Y, para una emergencia, siempre se puede recurrir al desplegable, Zubizarreta dixit.
La realidad fue radicalmente distinta. Song no era Touré ni por asomo, Bartra casi no fue más que un suspiro, Puyol no solo no se recuperó sino que vivió nuevas operaciones, Mascherano transitó de pesadilla en pesadilla y solo resistió Piqué… con la improvisada colaboración de un inesperado Adriano. El Barça no fichó entonces a ningún central por dos razones: porque no acertó a contratar a Thiago Silva y porque está preso de un síndrome de parálisis desde el caso Chygrinskiy. El fichaje del ucraniano fue un fiasco, sin la menor duda, pues Guardiola depositó en él unas esperanzas que no se cumplieron. Pero lo peor no fue el fracaso, que en materia de fichajes forma parte de la apuesta, sino la parálisis que desde entonces padece el club (el club y no solo un entrenador concreto).
El scouting del Barça recomendó a Subotic, Thiago Silva y Hummels, pero se dejaron pasar las oportunidades sin realizar ningún movimiento. Paralizado el club, al que no le costaba, sin embargo, apostar por cualquier otra demarcación, también se escapó Vertonghen y el mercado se fue haciendo cada día más estrecho hasta hoy, en que más que uno al Barça parecen hacerle falta dos: uno para ser titular y otro para que ninguno de los titulares se duerma. La plantilla nominal vuelve a parecer suficiente, pero lo ocurrido el año pasado quizás debería desalentar a fiarlo todo al “si fulano está bien…”. Porque puede volver a ocurrir que fulano no esté bien y, en ese caso, la parálisis institucional resultaría aún más incomprensible. Uno está bien, dos es más razonable.
– Foto: Pere Puntí (Mundo Deportivo)
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