Muirfield está vivo

por el 18 julio, 2013 • 23:27

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No es difícil considerar a un campo de golf como un escenario inamovible, ajeno a lo que hagan los profesionales que lo jueguen, el torneo que se dispute o el número de personas que caminen por sus calles. En cierto modo, se trata solo de la plataforma sobre la que se suceden los actos, pero por otra parte no es difícil llegar a sorprenderse cuando uno contempla un links en todo su esplendor. Están tan expuestos a los elementos que en ciertos instantes parece posible escucharles respirar, cambiando de forma y presencia a medida que avanza la jornada. En la primera del Open Championship, Muirfield pasó de ser una prueba abarcable a una bestia fuera de control.

Poco o nada tuvo que ver el recorrido que afrontaron los primeros partidos del día con el que se enfrentaron los vespertinos. Las bolas que se paraban en el green con relativa facilidad pasaron a botar hacia cualquier parte cuando el sol comenzó a caer sobre Escocia, al igual que los putts que rodaban seguros hacia el agujero parecían volar sin un final predecible. Era inevitable que los resultados reflejaran esta bipolaridad repentina. Zach Johnson, que salió bien temprano, pasó por cada uno de sus hoyos con una estrategia precisa y una contundencia aplastante, consiguiendo llegar al tee del 8 con cinco golpes bajo el par. Aquello no parecía un Open, sino un asesinato de un recorrido centenario. Su agresividad fue moderándose a medida que afrontaba el tramo más duro del recorrido, los nueve segundos hoyos, pero su gran despliegue le permitió finalizar en primera posición con una vuelta de menos cinco.

“No sé muy bien cuál es el secreto”, declaró. “Pegué buenos golpes y, obviamente, pateé muy bien. Jugar aquí requiere una gran capacidad de adaptación y eso solo se consigue con experiencia”. Con 37 años y un Masters a sus espaldas, el norteamericano demostró saber adaptarse perfectamente al ritmo que exigía el recorrido. Aprovechó los golpes que tenía francos a bandera y supo salir rápidamente de las situaciones complicadas, las que en ocasiones tiran por la borda las opciones de un triunfar en un torneo.

Dos jugadores le siguen a un golpe de distancia. El primero es Mark O’Meara, un veterano con dos grandes en la recámara que se ha reencontrado con su versión más competitiva a las primeras de cambio. El otro es Rafael Cabrera-Bello, un joven inmerso en una progresión que le ha llevado a ganar dos veces en el Circuito Europeo y con las vistas puestas en América. Sus vueltas de 67 impactos son la prueba de que los peligros de Muirfield no radican tanto en el diseño de sus hoyos como en lo que pueden llegar a convertirse cuando el viento los seca por completo. Apenas había manchas marrones en la hierba cuando cualquiera de los tres primeros clasificados firmó su tarjeta; fueron apareciendo como una plaga mientras seguían saliendo partidos.

No resulta entonces extraño que el gran protagonista de esta primera jornada sea Tiger Woods, que pegó su primer golpe del día en pleno cambio de condiciones. Sus 69 impactos podrían parecer mediocres al lado de los de Johnson, pero viendo cada uno de ellos por separado y valorando los riesgos que afrontó, solo cabe señalarle como gran favorito. “Fue duro”, comentó. “Estoy muy contento de haber firmado algo al par o mejor. Era muy complicado dejar la bola cerca o tirar los putts con la fuerza adecuada”. Su despliegue fue similar al de sus mejores días: evitando errores no forzados y sometiendo al recorrido a base de un excelso juego corto, sobre todo dentro de los greens. Hasta en diez hoyos solo necesitó de un solo putt.

El número uno dejaba muy claras sus intenciones y, con los pertinentes cambios en los horarios de salida para el viernes, la clasificación podría dar un vuelco descomunal. Dustin Johnson, Brandt Snedeker, Tom Lehman, Shiv Kapur y un Miguel Ángel Jiménez que no cuenta los años sino las ganas de seguir en la élite, se han situado cuartos con menos tres y tendrán que enfrentarse al rostro más airado de Muirfield a última hora del día. Será la misma situación que la de Phil Mickelson, Todd Hamilton o Ángel Cabrera, novenos con menos dos. Muirfield está vivo y nadie sabe a ciencia cierta qué le deparará cada una de sus exigentes pruebas. A veces es el viento o un mal bote que lleva la bola hasta un bunker. Otras, simplemente, el campo se revela y se lleva por el camino el trabajo de todo un año. La sensación fue la misma en todos los participantes: “A ver qué nos encontramos mañana”.

* Enrique Soto.


– Foto: Jon Super (AP)




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