Mourinho y la guerra

por el 7 marzo, 2013 • 17:50

Decía George Patton, temido general del ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, que «un buen plan ejecutado hoy es mejor que un plan perfecto ejecutado en algún momento indefinido en el futuro». Mourinho, que interpreta el fútbol como la guerra, lo sabe. Plantea cada eliminatoria como una batalla, defendiendo la más mínima ventaja como un extraordinario botín, creyendo ciegamente que la victoria justificará siempre la manera de conseguirla.

Mourinho, desde que llegó al Madrid, fue consciente que su mayor quebradero de cabeza para ganar títulos iba a ser encontrar la manera de que el Madrid pudiera competir con el Barça de Guardiola. Le venció aisladamente en la final de Copa del Rey del 2011 y en el 1-2 del Camp Nou que le dio la pasada Liga, pero desde la salida de Pep hasta hoy ha conseguido decantar la balanza de clásicos a su favor y convertirse en el rival ante el que más les cuesta imponer su juego a los culés. El juego del Madrid transmite la sensación de que sus entrenamientos van dirigidos a plantear partidos contra el Barça donde despliega un contraataque brutal mientras el ataque posicional apenas tiene trascendencia. Logrado el objetivo de ponerse a la altura del Barcelona en enfrentamientos directos se abre un segundo problema, que es cómo afrontar partidos ante equipos que juegan de una manera similar al propio Real Madrid, equipos que entregan la pelota para que sea el rival el que cree juego ante una defensa estática.

El partido de Old Trafford era una buena piedra de toque para medir al Madrid ante un rival de entidad distinto al Barça. Ferguson superó a Mourinho en la puesta en escena, imponiendo las directrices tácticas sobre las que se iba a desarrollar el partido. El Madrid fue inoperante en ataque organizado una vez más, con dificultades para iniciar contragolpes y con los graves problemas a balón parado que le persiguen desde el inicio de la temporada. No sufría excesivamente en defensa, pero la seguridad que mostraba el United en el encuentro la echaba de menos el Madrid. El autogol de Ramos daba la razón a Ferguson y le otorgaba más comodidad si cabe en el encuentro. Hasta que llegó la expulsión. Justa o no, daba un golpe de timón al partido y ambos equipos necesitaban un nuevo patrón de juego. Mourinho, en una genialidad táctica, quitó a Arbeloa (que además llevaba tarjeta) para meter a Modric, jugar con tres defensas y empezar a remontar el partido desde ese mismo momento. Cuando Ferguson pensó que debía reaccionar ya le habían hecho dos goles y estaba por debajo en la eliminatoria. De la misma forma que en el planteamiento del partido, desde el sosegado análisis previo, Ferguson había vencido a Mourinho, en el fragor de la batalla el portugués se anticipó, interpretó a la perfección lo que suponía jugar en superioridad numérica, fue más vivo y sobrevivió. Con el Manchester herido de muerte, Ferguson quemó las naves, sacó a Rooney y buscó la épica.

Mourinho, tan valiente (que roza lo temerario) para revertir un resultado como prudente (que en ocasiones linda la cobardía) para defenderlo, quitó a Özil para dar entrada a Pepe, creyendo así que fortalecía el mediocampo. Ganaba músculo en esa zona a cambio de perder el control del balón y del partido que había conseguido monopolizar desde la expulsión. Taparse la cabeza mientras te destapas los pies. El mensaje que suponía la entrada de Pepe echó al equipo atrás casi inconscientemente, el Manchester tenía más opciones de robar el balón y a partir de ahí generó ocasiones en inferioridad. La montaña que tenía que escalar el Manchester United ya era demasiado empinada y acabó claudicando, aunque cabe recordar que en la ida de semifinales en Múnich la pasada temporada Mourinho ya cambió a Özil para dar entrada a Marcelo a veinte minutos del final, dando por bueno el 1-1, y acabó perdiendo ante el empuje de los alemanes.

Con esta semana perfecta para el madridismo se ahuyentan muchos fantasmas que acompañaban a los blancos desde hace tiempo. El Madrid ha perdido el miedo a jugar partidos importantes sin ciertos jugadores. El equipo creyó estos años que una baja de Xabi Alonso, Pepe, Ramos o Casillas sería poco menos que apocalíptica. Sin embargo, este año lesiones, sanciones y toques de atención de Mourinho han hecho que el Madrid se mida en estas circunstancias en estado de máxima necesidad. Y de la desgracia ha hecho virtud.

Quizá el punto de inflexión es la ida de Copa frente al Barça. La opinión general daba por hecho que el Barça golearía (las casas de apuestas pagaban entonces 3,5 a 1 que el Real Madrid pasase la eliminatoria). El extraordinario momento que atravesaban los azulgrana chocaba con un Madrid depresivo que deambulaba en la Liga y afrontaba el partido con las bajas de Casillas y la pareja de centrales –Ramos y Pepe–. Ante lo que se presumía un paseo blaugrana, el Madrid planteó un buen partido y el Barça dejó escapar vivo a los merengues, que salían reforzados del partido y con un fichaje top para el resto de campaña: Varane.

A partir de aquí el Madrid tenía que salvar su decepcionante temporada en Liga en dos estadios complicadísimos. Y solventa ambos con Pepe de suplente y Casillas en la grada, incluso permitiéndose por el camino volver a ganar al Barça –hundido psicológicamente– en Liga con un once repleto de suplentes.

Otra losa mental que levanta el Madrid es el síndrome de inferioridad que ha tenido con los grandes en Europa estos años. Desde 2004 no eliminaba a doble partido a un campeón de Europa –octavos de final frente al Bayern München– y desde esta fecha hasta esta eliminatoria solo había superado cuatro de doce eliminatorias directas en los últimos nueve años.

Ahora se abre un nuevo escenario para comprobar si los que parecían pilares maestros en la estructura del Madrid hace un mes lo siguen siendo desde el inicio de los partidos o no. Habrá que ver si la suplencia actual de Pepe se debe a una paulatina entrada en el equipo tras la lesión o si seguirá siendo hombre importante pero como alternativa en el banquillo. Más difícil parece que Benzema sea capaz de recuperar el terreno perdido frente a Higuaín, que paradójicamente jugó en Old Trafford su mejor partido el día que más lejos estuvo del gol, que ni siquiera lo bordeó. Y la incógnita suprema estará en la portería, donde se viene un debate terrible cuando se recupere Casillas. Mourinho deberá elegir entre los galones que tiene el capitán o seguir apostando por un portero que no ha encajado más de un gol en ninguno de los cuatro partidos de las dos eliminatorias ganadas. Las consecuencias de una suplencia de Casillas hasta final de temporada irían más allá, con una Copa Confederaciones en el horizonte a tres meses vista y con Víctor Valdés al acecho.

Está claro que para el Madrid la eliminatoria ante el United deja dudas en el juego que deberá acelerar para solucionarlas, pero da la sensación de que la inyección de moral que supone el pase, la calidad de sus jugadores, el compromiso y la intensidad mostrada estos días y la competitividad que les contagia Mourinho pueden ser suficientes en eliminatorias posteriores para cubrir las lagunas mostradas en Manchester.

* Alberto Egea.


– Foto: Ángel Martínez (Real Madrid)




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