Fútbol / Crónicas 2013-2014 / Inglaterra
La exhibición de Luis Suárez en el Etihad tres días antes había activado a todo el Liverpool, capaz de mostrar su mejor cara a pesar de caer en un partido que quizá no había merecido perder. La distancia oceánica entre el dúo de mediocentros Touré-Fernandinho y la línea defensiva del Manchester City había permitido al delantero uruguayo instalarse cómodamente en esa zona, desde donde dio un curso avanzado de combinaciones, desbordes y precisión en el último pase, y que no se vio traducido en más goles porque en este equipo el arte de hacerlos está reservado exclusivamente para Sturridge –lesionado– y el propio Suárez. El plan de Mourinho se centró en la complicada empresa de fundir el foco de inspiración que supone el exjugador del Ajax para el resto del conjunto red. Con Ramires sancionado, sorprendió dejando en el banquillo a Obi Mikel y ubicando a David Luiz en el centro del campo como compañero de Lampard, posición en la que ya le había situado Benítez la temporada pasada y que Mourinho había probado de forma casi anecdótica en distintas fases de partidos como el de Gelsenkirchen frente al Schalke. La capacidad de David Luiz para ayudar a los centrales a limitar el espacio en el que más daño hace Suárez y el talento para iniciar ese fútbol vertical que pretende Mourinho, filtrando balones a los mediapuntas y a los desmarques en ruptura de Eto’o, daba un equilibrio total al equipo en defensa y en ataque. El intervencionismo de Mourinho en la pizarra ha logrado desactivar en una semana al jugador clave del Arsenal –Aaron Ramsey– jugando con 4-3-3 desde el inicio por primera vez en un partido de prestigio, y al mejor jugador de la Premier League –Luis Suárez– poniendo a un suplente como David Luiz fuera de su posición natural por primera vez en toda la temporada. Los recursos que utiliza para contrarrestar el protagonismo en el rival de estrellas mundiales son incontables, y la lista de víctimas sigue engordando. Lo hizo con Van Nistelrooy en los octavos de final de la Champions League en el 2004 con el Oporto, con Cristiano Ronaldo en el Chelsea-United de la final de FA Cup 2007, con Messi en las semifinales del 2010 con el Inter y en varios partidos en su último tramo con el Real Madrid, y podríamos continuar hasta aburrir. Este planteamiento lo hizo bueno una endemoniada intensidad de todo el equipo desde el inicio y un compromiso defensivo total de jugadores como Willian y Hazard, que han entendido lo que se les pide, trabajando generosamente durante todo el encuentro.
El Chelsea recibió un jarro de agua fría en el minuto tres. Una fea entrada de Eto’o sobre Henderson iba a ser el origen del gol del Liverpool. Coutinho botó una falta escorada a la izquierda en la zona de tres cuartos, Suárez le ganó la posición a Ivanovic, remató sin precisión, el balón rozó en el lateral serbio y cayó a pies de Skrtel, que remató a placer adelantando a los de Rodgers. La reacción del Chelsea no pudo ser más brillante. La única novedad del Liverpool respecto al partido del Etihad fue la entrada de Agger en el lateral izquierdo. Ante la amenaza de Hazard, Rodgers prefería reconvertir a un central en lateral antes que volver a confiar en Cissokho, al que Jesús Navas le había pasado por encima el pasado jueves. No tardó ni un minuto en responder el Chelsea por medio del belga, que obligó a lucirse a su compatriota Mignolet. El Chelsea impuso un ritmo altísimo que aguantaría durante todo el primer tiempo, y el continuo goteo de ocasiones acabaría por derribar el muro de Mignolet. Un disparo fabuloso de Lampard desde fuera del área lo sacó a mano cambiada el exmeta del Sunderland, en el que sería el último aviso.
A los diecisiete minutos el Chelsea empataba el encuentro con un gol producto de ese fútbol directo que a pesar de su mala prensa necesita rapidez, precisión y técnica en movimientos y circulación de balón para poder ejecutarse. Lampard salió airoso de su envite en el centro del campo, combinó con Willian, que prolongó de primeras con Oscar; el brasileño condujo hasta la frontal, Sakho metió la pierna para robar y el balón cayó a Hazard, que puso el balón lejos del alcance de Mignolet. El extremo belga ha alcanzado en este mes de diciembre su nivel más alto desde que llegó a Londres, y empieza a fluir por el campo con la misma naturalidad con la que asombró en el Lille francés hace tres años. A su peso en los partidos hay que sumar su mejora en la cuota de gol, no solo en la cantidad –es su octavo gol en Premier, uno menos que en toda la temporada pasada–, sino en la importancia, pues siete han llegado cuando su equipo empataba o perdía.
Con Suárez desconectado del juego, el Liverpool no tenía presencia en ataque, y ni Sterling podía con Azpilicueta ni Coutinho conseguía dañar desde la banda. A la media hora, la lesión de Ivanovic obligó a Mourinho a modificar la defensa, dando entrada a Ashley Cole en el lateral izquierdo y cambiando de banda a un Azpilicueta que, soberbio todo el partido, pasaba a defender a Coutinho en la derecha. Poco después se adelantó el Chelsea. Oscar se internó en el área, centró raso y Eto’o, que ataca la zona de remate como nadie, se anticipó a Skrtel para meter la puntera y poner el 2-1 que terminaría siendo definitivo.
En el descanso Mourinho sorprendió sacando del partido a Lampard que había cuajado un encuentro notable, para meter a Mikel y quitarle un par de marchas al ritmo frenético que había llevado el partido. Salió mejor el Liverpool, que creció con Coutinho ocupando zonas más interiores donde podía participar más que en la banda, donde había estado muy gris en el primer tiempo. En este tramo inicial llegaría la única ocasión clara del Liverpool en toda la segunda parte: un cabezazo de Sakho que estrelló en el larguero del arco de Cech, inédito todo el partido. Suárez siguió incómodo, recibiendo siempre muy encimado por Cahill, con apenas opciones de encarar, algo que intentó solo tres veces saliendo airoso en una de ellas, que le costó la amarilla al central de Sheffield. Con Sturridge lesionado y Moses fuera de la convocatoria por la cláusula que le impide jugar frente al Chelsea por ser el propietario del jugador –recordemos que está cedido–, a Rodgers le faltaban soluciones en el banquillo, hasta el punto de tener que dar entrada al jovencísimo lateral izquierdo australiano Bradley Smith para colocarlo como interior por el lesionado Allen. Con el limitado fondo de armario del Liverpool, las posibilidades de acabar peleando por la Premier dependerán mucho de lo que respeten las lesiones al equipo, y de momento está teniendo poca suerte en ese aspecto.
Hasta el final, una acción de Oscar tras birlarle el balón en la frontal a Lucas Leiva –superado por David Luiz en mediocampo de principio a fin– que acabó en un disparo que salió rozando el poste, un posible penalti de Eto’o sobre Luis Suárez y una acción bestial de Torres que había salido a cinco minutos del final por un vaciado Eto’o. El delantero de Fuenlabrada partió desde la derecha, esperó a que Sakho se detuviera y lo fijó para romperlo en una arrancada potentísima –que acabó por lesionar al central francés–, internarse en el área y acabar marrando lo que hubiera sido un gol de bandera.
El Chelsea cierra una primera vuelta casi perfecta como local –25 puntos de 27–, mostrando una competitividad tremenda en los partidos machos –ha jugado frente a Manchester United, Bayern, Arsenal, Manchester City, Tottenham y Liverpool y ninguno ha conseguido batirle–, alcanzando el punto álgido en estos dos últimos ante Arsenal y Liverpool, en los que ha conseguido un control casi absoluto de la situación en todo momento. El Liverpool, en cambio, sigue esperando al mejor Coutinho como alternativa a Luis Suárez en partidos de nivel en los que su marcaje centra la atención casi exclusiva de las defensas rivales. Capital será la vuelta de Sturridge para que esta magnífica primera vuelta pueda extenderse en la segunda, en la que disfrutará de un calendario mucho menos cargado que sus rivales –todos juegan en Europa– y en la que recibirá en Anfield a Arsenal, Tottenham, Manchester City, Everton, Tottenham y Chelsea. En este mítico estadio se decidirá para qué aspiraciones está verdaderamente este Liverpool de Rodgers.
* Alberto Egea.
– Foto: AP
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