Para entender el impacto de la gesta lograda por el Montpellier Hérault Sport Club proclamándose campeón de la Ligue 1, basta con dar un par de datos. El primero de ellos: su condición de campeón primerizo. Este club del sur de Francia jamás había logrado el título, obteniendo la mejor posición de su historia en el año 1988, cuando de la mano de futbolistas de la talla de Laurent Blanc, Valderrama o Roger Milla, acabó el campeonato francés en tercer lugar.
El segundo dato es la brutal competencia a nivel económico que ha tenido que soportar con sus rivales, y en concreto, con un club que aspira a penetrar en las altas esferas del fútbol mundial tras la inyección de millones del jeque Al-Thani: el PSG. Sirva como ejemplo la inversión en fichajes de uno y otro desde este verano: Mientras que el Montpellier únicamente gastó 2M€ en la contratación de Bedimo, el Paris Saint-Germain adquirió rutilantes estrellas por valor de algo más de 106 M€. Finalmente el PSG se quedó a 3 puntos del título y la sensación evidente (y maravillosa) es que sobre el césped pesa más el equilibrio, la organización, la convicción en un estilo y la constancia, que grandes individualidades carentes de todos estos conceptos.
Renè Girard llegó al Montpellier en 2009 para iniciar la nueva andadura del club en la máxima categoría. Su predecesor, Rolland Courbis, no continuó al frente a pesar del ascenso (ya durante la temporada fue varias veces amenazado con el despido) y Louis Nicollin (presidente del equipo desde 1974) tomó una decisión algo impopular al darle los mandos de la nave a Girard . En primer lugar, por su prácticamente nula experiencia en el primer nivel (sus principales trabajos fueron con las categorías inferiores de la selección francesa), y en segundo lugar, por haber hecho gran parte de su carrera futbolística en el Nîmes Olympique (principal rival regional del Montpellier), con el rechazo que ello podía suponer entre la afición.
Sin embargo, el buen hacer de Girard ha quedado patente desde el primer día. En su primera temporada obtuvo un sorprendente 5º puesto, y tras una segunda de regeneración, obligada tras la salida de jugadores clave como Tino Costa o Montaño, en la tercera ha obrado una gesta sin precedentes. Su esquema base e inamovible es un 4-2-3-1, cuya principal seña de identidad es el equilibrio físico-técnico, además de un trabajo táctico que le ha convertido en el mejor equipo que hemos visto esta temporada en suelo galo.
Portería: El indiscutible ha sido Jourdren. Ingresó en las categorías inferiores del club en 2002 y se encontró ante su gran oportunidad cuando, con el equipo recién ascendido, el guardameta titular, Johan Carrasso, sufrió una lesión que le abrió las puertas de la titularidad. Desde entonces es inamovible. Destaca por su templanza, guardameta quizá algo débil en algunos conceptos técnicos, pero realmente competitivo gracias a su sobriedad y autoconfianza.
Defensa: El lateral derecho ha sido para Bocaly. El canterano del Olympique de Marsella ha tenido un papel clave. Una de las señas de identidad del equipo ha sido la profundidad de ambos laterales y Bocaly ha cumplido con este rol a la perfección. Sin embargo, este hecho se ha visto con mayor claridad en el otro perfil. El camerunés Henri Bedimo, fichado esta temporada del Lens, ha sido una de las grandes sensaciones del año en toda Europa como lateral izquierdo. Muy difícil de superar gracias a su gran sprint corto y tremendamente efectivo en fase ofensiva, debido a su potencia y buena interpretación para medir sus apariciones.
La pareja de centrales habitual ha sido Hilton y Yanga-Mbiwa. Vitorino Hilton parecía abocado a terminar su carrera con un papel secundario en equipo de media tabla. Sin embargo, tras haber pasado dos años prácticamente desahuciado en el Marsella, ha tenido una actuación decisiva en Montpellier. Inteligente con la posición y equilibrador absoluto del ímpetu de su compañero de zaga, Yanga-Mbiwa. Si bien esto puede parecer un problema, lo cierto es que el binomio que han formado ambos ha sido clave. A la inteligencia posicional de Hilton se ha sumado la brutal capacidad de anticipación de Yanga-Mbiwa, así como su facilidad innata para medir distancias con el atacante. Si hay que poner un pero a la pareja de centrales es su deficiente salida de pelota.
Medio campo: Para Girard, el doble pivote es innegociable. Cuatro son las variantes que ha utilizado. Podemos considerar la pareja titular la formada por Saihi y Estrada. Saihi es más posicional, cose la defensa con la línea de mediapuntas de modo que se reduce el peligro tras pérdida, mientras que Estrada busca recepciones a mayor altura y posee un golpeo y desplazamiento absolutamente exquisito en su pierna izquierda. Marveaux y Stambouli como variantes, el primero con más capacidad asociativa e incluso utilizado por delante en algún escenario concreto; y el segundo con una versatilidad brutal, capaz de jugar como central o lateral diestro en caso de necesidad.
Línea de tres cuartos: Fundamental para entender la naturaleza del equipo. Dos hombres trabajadores y con muchísimo recorrido por fuera, pero con gran capacidad para pisar área y definir con solvencia y un futbolista por dentro que da la pausa y el manejo en espacio reducido. Los extremos han sido, generalmente, para Souleymane Camara y John Utaka. Rápidos, cómodos en la recepción cerca de la cal y muy concienciados de la necesidad de un repliegue que exige recorrer muchos metros. Las alternativas han sido Dernis y Aït-Fana, este último, un futbolista de fabuloso manejo de pelota, que quizá hubiese tenido un papel más protagonista de no haber sido por los problemas físicos. El interior está reservado para Younès Belhanda, una de las grandes estrellas del equipo, y para una maravillosa aparición: la de Rémy Cabella, capaz de adaptarse, además, a cualquiera de las dos posiciones exteriores.
Delantera: Olivier Giroud, único e insustituible. Quizá, mirando la plantilla, podía resultar un problema en términos de profundidad el hecho de no tener un sustituto de garantías, pero nada más lejos de la realidad. La experiencia, tanto de Camara como de Utaka como delanteros, ha hecho que en las escasísimas ausencias de Giroud hubiera opciones de garantías.
Un 4-2-3-1 muy equilibrado. Esta sería una definición corta, pero tremendamente precisa de la estructura del equipo. En fase defensiva, un repliegue intensivo, con los dos extremos realmente concienciados para alcanzar una altura que hacía prácticamente imposible para el rival encontrar situaciones de dos contra uno en banda; y con dos mediocentros de fantástica interpretación para no dejar expuestos a los centrales. Hablamos de un bloque muy sólido, puesto que a estos dos factores hay que añadir el equilibrio comentado anteriormente con respecto a su pareja de centrales. Un Hilton realmente bueno en defensa estática, muy preciso en su ubicación e interpretación a la hora de defender centros laterales; y un Yanga-Mbiwa muy efectivo en espacios más abiertos, distancias más largas y coberturas en un amplio radio.
En fase ofensiva, automatismos de muchísimo nivel. El equipo en inicio de jugada se estableció en un 2-4-3-1, acumulando opciones en las recepciones laterales, tanto a los costados de mediocentros como en los del mediapunta. Esto provocaba la opción de una transición más pausada al acumular apoyos y solucionaba el problema de los centrales. Pero el equipo ha sido versátil con pelota, ya que ha sido capaz de transitar también de una manera más vertiginosa gracias a la profundidad de las parejas laterales y, además, esta opción ha provocado una amplitud de la que se ha beneficiado enormemente Younès Belhanda, ya que se le ha otorgado un tiempo y espacio clave para mostrar sus mejores condiciones.
Indudablemente, hay que hablar de Olivier Giroud. Uno de los mejores delanteros del continente a día de hoy atacando centros laterales. Obviamente, esa producción exterior del equipo le ha beneficiado mucho. Pero, además, su evolución ha sido tremenda, ya que su participación lejos del área ha crecido con respecto al año pasado, ofreciendo siempre continuidad a la jugada. El segundo futbolista diferencial ha sido el marroquí Belhanda. Como se ha expuesto, el colectivo le ayudó muchísimo. Recepciones inteligentes entre líneas, fantástico manejo de balón con poco espacio e imaginación para filtrar pases decisivos. Sería injusto focalizar el éxito de manera individual, pero no cabe duda de que la contribución, tanto de Belhanda como de Giroud, ha sido absolutamente decisiva.
Cae por su propio peso la conclusión de que las principales estrellas del equipo estarán en los planes de futuro de los grandes equipos europeos. Resulta, por tanto, indudable que la capacidad competitiva del equipo en un futuro a corto plazo pasa por mantenerlos en la plantilla. Sin embargo, la aparición de algunos jóvenes hace pensar que el club tiene argumentos sólidos. Stambouli, canterano e internacional con Francia Sub 21, es un ejemplo. Agresivo, de fenomenal conducción y tremendo recorrido. Tremendamente versátil, la explicación de su acumulación de minutos reside en su facilidad para adaptarse a muchas posiciones.
Añadamos a Cabella, también canterano e importante con la Sub 21, que ha dejado grandes detalles. Facilidad pasmosa para conducir, cambiar de dirección y desbordar, ha mostrado que es un futbolista mucho más rico de lo que se presuponía, al rendir en la exigencia de las posiciones interiores, un añadido al fantástico juego exterior que ya había demostrado. Dos casos que hacen pensar que la cantera funciona. Veremos si el peculiar presidente Louis Nicollin consigue la continuidad de sus mejores futbolistas y de su hombre-milagro, Renè Girard, premisas que se antojan básicas para que el club pueda seguir compitiendo ante la exigencia que se avecina. Quizá el futuro es dudoso, pero lo cierto es que este equipo perdurará para siempre en la historia de la liga francesa porque ha conseguido una gesta legendaria.
* David de la Peña es periodista. En la web: letrasyfutbol.blogspot.com.es
– Fotos: AFP – AP – Montpellier HSCF
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