"La clave del éxito no es jugar como un gran equipo, sino jugar como si el equipo fuera una familia". Stephen Curry
Rafael Nadal volvió a salir derrotado de la final de Miami después de que Novak Djokovic le pasara por encima (6-3, 6-3) sin darle ninguna oportunidad de réplica. La final se decidió por la vía rápida (1h 23min). El jugador serbio implantó su dictadura desde el primer golpe hasta el último. Un saque implacable, una derecha dominante y una consistencia desde el fondo que bien hubiera firmado el propio Nadal en polvo de ladrillo fueron los ingredientes con los que el tenista balcánico cocinó su Masters 1000 número 18 (desempatando con Andre Agassi en la tercera posición histórica) y echó abajo las ilusiones del español por levantar por primera vez el trofeo estadounidense.
Hasta en cuatro ocasiones se ha levantado Rafael Nadal con la posibilidad de ganar en Miami, y las cuatro se ha marchado a la cama con las manos vacías. En 2005, ante Federer; en 2008, ante Davydenko; en 2011, ante Djokovic; y esta temporada de nuevo frente al serbio. Quizás en finales pasadas la gloria estuvo más cerca. No esta vez. La estadística del partido habla por sí sola, pero lo respaldan mejor las sensaciones. Nadal estuvo “lento y falto de chispa”, como él mismo admitió en rueda de prensa. Aquellos hechizos fabricados en las primeras rondas, donde sus rivales salían del estadio embrujados, se fueron desvaneciendo hasta llegar al domingo. Raonic, en cuartos de final, ya le desgastó la varita con uno de los mejores servicios del circuito, mientras que Murray apenas le dio trabajo a un Djokovic que llegaba a su quinta final en Miami tras jugar solamente tres encuentros en Florida. La doble retirada en semifinales de Nishikori y Berdych sirvió para que ambos contendientes llegaran a su duelo número 40 descansados y sin problemas de fatiga. Consecuencias dispares. Al español se le mojó la pólvora y al serbio se le encendió la llama.
La cuarta corona de Nole en Cayo Vizcaíno (2007:Cañas, 2011:Nadal, 2012:Murray, 2014:Nadal) significa algo más que un simple título. El número dos del mundo se encontraba a principios de marzo con unos números que solo retrasaban la apasionada venganza del balcánico sobre su superficie favorita, el cemento. En tres semanas ha logrado inaugurar su vitrina de esta temporada con los dos primeros Masters 1000 del año (Indian Wells y Miami), repitiendo un doblete que ya había conseguido hace tres cursos. Por añadir un último dato para aquellos que pensaban que el chacal estaba muerto, cabe destacar que Djokovic ha salido vencedor de los últimos cuatro torneos de esta categoría (sumando Shanghái y París de 2013). El chacal solo estaba dormido, esperando su momento con los dientes afilados. Tras perder la final de Dubái, Djokovic estaba incluso fuera de los ocho primeros en la carrera de campeones. Mañana se despertará liderándola y a 1.920 puntos del escalón más alto de la ATP. También arrastraba un sorprendente 0-2 en duelos ante rivales entre los diez primeros, cifras que no encajan con el jugador más competitivo del circuito. Las victorias ante Federer, Murray y Nadal le han dado la vuelta a la tortilla y sitúan al discípulo de Boris Becker con un bagaje favorable (3-2). ¿Cuál es el motivo del cambio? Para descubrir la respuesta hay que viajar a cuando éramos niños. Aquella época en la que cada uno teníamos un profesor favorito, también Novak. A día de hoy, Djokovic solo se aprende la lección cuando está Marian Vajda tutorizándole desde la grada. Dos torneos, dos victorias. Da que pensar.
Aunque el resultado sea negativo, pudo haber sido peor. La maldición de Miami se mantiene y, junto a París-Bercy, siguen siendo las dos únicas plazas de renombre donde el balear ha salido siempre corneado. Ante su archienemiego serbio presenta un balance de 22 victorias y 18 derrotas, pero en pista dura el balcánico manda 14-7, exactamente igual que en finales, 11-9. Son datos que el manacorense debe modificar urgentemente si tenemos en cuenta que casi el 58 % de los torneos del calendario se disputan sobre cemento y que, tratándose de los dos jugadores mejor posicionados en la tabla, es fácil que sus caminos se acaben cruzando en una hipotética final.
Con dos cetros logrados en lo que va de temporada (Doha y Río), el español ha pinchado en los grandes torneos hasta el momento, provocando que Djokovic le recorte la mitad de los puntos de ventaja con la que contaba en el mes de enero. Tampoco puede presumir de tener unos números envidiables en sus duelos frente los diez primeros. Su victoria en semifinales de Australia ante Federer se ha visto empañada con las dos decepciones más duras de 2014, las cuales le han costado dos títulos: Wawrinka en Melbourne y Djokovic en Miami. Recuento general: 1-2. En quince días la temporada de tierra batida abrirá sus puertas y, como manda la tradición, a Nadal le tocará proteger su trono de las embestidas del serbio. Concretamente, defender 5100 puntos ¡Bendito problema!
Otro año más. No pudo ser. El tenis español tendrá que seguir peleando si quiere colocar su bandera en el Crandon Park de Miami. Desde Bruguera, pasando por Moyá y acabando en Nadal, todos lo intentaron y todos fracasaron. Este último, derrotado hasta en cuatro ocasiones, seguro que volverá a tener la oportunidad de conseguir la hazaña. Más pronto que tarde llegará la mañana en la que Rafa se vaya a dormir con la corona norteamericana bajo el brazo. Solo nos queda esperar. De momento, ni el mismísimo Tom Cruise sería capaz de solucionar esta misión imposible.
* Fernando Murciego es periodista.
– Foto: Sony Open Tennis
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