Mirarse por dentro

por el 4 julio, 2012 • 19:02

Definitivamente, es muy triste ver a la selección más constante de los últimos diez años otra vez sin poder ganar un título. Constante en todo, hasta en eso, en tener que irse siempre con la cabeza gacha después de haber vivido un mes de éxtasis. ¿Cuál, entonces, es la clave de este patrón que se repite cada dos años en la Mannschaft?

 

Alemania juega un fútbol muy desinhibido, libre, como niños inocentes que salen a hacer lo que saben sin mirar contra quién ni en qué fase, pero cuando llegan a la máxima definición de un torneo se necesita también la maldad y la bajeza que otros logran encumbrar por encima de sus carencias futbolísticas. Por eso vemos como una Italia más pragmática, ordenada y puntual los ha eliminado en el Mundial 2006 y en la reciente Eurocopa y una España mucho más fuerte mentalmente dio cuenta de ellos en la Euro 2008 y en Sudáfrica.

Es justamente eso, tener algo de los felinos cazadores; no siempre es conveniente atacar a la presa la primera vez que aparece ante tus ojos, a veces es mejor ir tanteando la situación sigilosamente hasta encontrar el momento idóneo para dar el zarpazo. Alemania carece de la rudeza y la inteligencia para ganar los partidos decisivos, sobre todo cuando el rival no juega a lo mismo que ellos. Cuando se enfrentan a un esquema que choca frontalmente con el suyo, son los alemanes los que siempre salen maltrechos. Vemos que es un buen equipo, de un fútbol lindo y abierto, pero no sentimos que son lo suficientemente completos como para triunfar.

Si los torneos de selecciones se jugaran bajo el formato de las ligas, pudiéramos equiparar a Alemania con el Manchester United, repetido campeón que mezcla efectividad y fútbol elegante. Salen a jugar sin tapujos cada partido, practicando un futbol abierto y ofensivo, la única manera que te permite ganarlos en la mayoría de los casos y obtener la máxima rentabilidad al cabo de 38 jornadas.

Pero como aquí un solo partido te vale para seguir o morir, un conjunto con la mentalidad de Italia tiene más probabilidades de ganar. La propia Eurocopa lo demuestra: antes del choque entre ellos, Italia había empatado tres partidos y ganado uno, mientras que Alemania contaba sus encuentros por victorias. No obstante, ambos consiguieron lo mismo: llegar a semifinales.

El conjunto de Prandelli sería entonces como el Liverpool de Rafa Benítez: basa su planteamiento en tratar de sacar ventajas más pequeñas, que en un torneo largo solo les traería muchos empates por pretender ganar todos los partidos por un gol. Pero en una Eurocopa o un Mundial rinde sus frutos porque los equipos candidatos son mucho más cautelosos en su planteo y no es fácil penetrarlos, ni aun jugando como Alemania.

FUERZA PSICOLÓGICA, FUERZA FUTBOLÍSTICA

Ser fuerte psicológicamente te ayuda a serlo futbolísticamente. Si no eres lo primero no serás nunca lo segundo porque en algún momento te vas a encontrar en situaciones donde vas a tener que venir de abajo y soportar una gran presión. En la semifinal de la Eurocopa 1988 entre Alemania y Holanda en Hamburgo, probablemente uno de los partidos con más morbo en la historia de esta competición, el conjunto de Rinus Michels remontó el gol en contra sufrido a principios de la segunda mitad y acabó ganando el encuentro. Por aquel entonces los germanos eran uno de los equipos más competitivos del mundo y esa Holanda demostró tener la capacidad mental para asumir el reto y convertir lo que parecía ser una derrota segura en una heroica victoria.

 

En los últimos diez años, Alemania no ha podido imitar esta proeza ni siquiera una vez y siempre que perdiendo empieza, perdiendo acaba. Gana cuando la situación se le dibuja fácil, pero cuando requiere de la hazaña, no hay recursos. Es un hecho y en ello influye determinantemente la capacidad psicológica de los jugadores y del cuerpo técnico para recuperarse de la adversidad. Sería solo rescatable el partido de cuartos de final frente a Argentina en el Mundial 2006, donde consiguieron empatar a diez minutos para el final y vencer en los penaltis.

Para colmo, lo que no falla en los partidos contra rivales intrascendentes sí lo hace en los decisivos, como los dos francos errores infantiles hace días en Varsovia. Del mismo modo, el equipo que sortea holgadamente las primeras rondas se torna disfuncional cuando la repetitiva aplicación del esquema no rinde los mismos frutos. Por algún lado siempre se le revienta el globo a los alemanes cuando tienen que enfrentar a un equipo que le cambia los juguetes.

OTRA ALEMANIA

El fútbol alemán ha cambiado en los últimos años; ahora juegan quizás mucho más fino, con playmakers como Özil, pero sin la mentalidad ganadora de los equipos de los 70 y 80, más rudos, pero menos vulnerables y más contundentes. Estéticamente, el cambio ha sido para bien, pero necesitan recuperar un tanto de esa capacidad ganadora y esa resistencia a la adversidad para lograr la mezcla perfecta dentro una selección que juegue un futbol atractivo y gane, lo cual es muy raro por estos días. Más que raro, extinguido.

Alemania necesita tomarse una radiografía y aprender de lo que conduce al éxito a los equipos que lo consiguen. No tienen delante una misión imposible, pero tampoco es cuestión que se logre en un par de años. Después de la derrota contra Italia, Michael Ballack criticó a Joachim Löw por haber realizado muchos cambios de alineación durante el torneo, lo cual afectó el trabajo grupal de los jugadores. En una competición tan corta es preferible usar siempre a los mismos titulares y crear nexos futbolísticos entre ellos para que lleguen mejor preparados a los partidos donde van a necesitar su óptimo rendimiento.

Es cierto que a Grecia se le podía ganar sin todos los regulares, pero contra Italia necesitaba tener a esos jugadores lo más engranados posible, acostumbrados más aún a jugar juntos y a tener recursos asociativos entre ellos, detalle que al parecer se le escapó al técnico de la selección.

 

Duele ver como una Italia que no tiene, ni por asomo, un trabajo tan serio y continuado como Alemania, los deja en el camino con más maña que fútbol. Pero la maña es parte indispensable de este maravilloso juego y Alemania tiene que comprender su arte y ganar esa pequeña dosis de frialdad que hace falta inyectarle a este deporte cuando se juega un torneo así. Se necesita bastante de inteligencia decisional y serenidad para darse cuenta de qué es lo mejor en cada momento.

No obstante, el trabajo de Klinsmann y el que han continuado Löw y Hansi Flick es tremendamente significativo. Alemania ha llegado a semifinales en los últimos cuatro torneos grandes y a la final del Mundial 2002, y lo hizo con una identidad definida y agradable. Pero siempre tropieza en la última valla, inequívoca señal de que necesita, profundamente, mirarse por dentro.

 

* Alejandro Pérez.

– Fotos: Kai Pfaffenbach (Reuters) – EFE




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