Que el Sevilla actual prefiere atacar a defender es una obviedad. Sin embargo, es bueno recalcarlo para entender los problemas que está mostrando. La plantilla sevillista está concebida para ir arriba, ser agresiva con balón y vivir en campo contrario. Emery tiene un grupo de jugadores que brilla en la conducción, el regate, la asistencia, el desborde y la asociación interior, pero que rehúsa el contacto, la dureza defensiva, meter la pierna y el sacrificio defensivo. Por eso es necesario que el entrenador vasco consiga crear una red de seguridad que permita a sus efectivos ofensivos vivir con tranquilidad a sus espaldas y, al equipo, competir con un menor número de fisuras defensivas como base del crecimiento defensivo del conjunto.
Dos puntos en cuatro jornadas no era lo esperado, pero tampoco se pueden considerar ilógicos visto lo visto en los partidos jugados. El último enfrentamiento contra el Barcelona puede suponer un punto de inflexión si el cuadro técnico sevillista saca las conclusiones adecuadas. El desarrollo de los partidos lo venía pidiendo y el Camp Nou lo reafirmó con un buen partido en el plano defensivo de los sevillanos.
El Sevilla necesita un doble pivote posicional y una mayor implicación defensiva de sus jugadores ofensivos para competir en la lógica de sus posibilidades.
Los cuatro primeros choques ligueros han desnudado los problemas sevillistas que ya adelantamos que se podrían producir. La realidad ha mostrado que las suposiciones que planteábamos eran no sólo posibles, sino también altamente probables, cumpliéndose punto por punto. Cierto que han podido ayudar las bajas en el centro de la zaga, pero no es menos lógico pensar que ante lo expuesto que juega el equipo cuando pierde el balón se consumen los problemas defensivos que se intuían latentes.
Las salidas de Medel y Kondogbia entran como elementos importantes de juicio, no las obviamos. Sin embargo, lo cierto es que el Sevilla ha mostrado una tendencia altamente peligrosa a partirse en dos bloques y ser extremadamente vulnerable al contrataque rival. Y, pese a la salida de su doble pivote supuestamente titular, Emery tenía en plantilla jugadores para, inicialmente, disimular la pérdida de Gary y Geoffrey. Pero no optó por esa opción como la principal.
Unai tiró de teoría básica futbolística: su doble pivote iba a estar conformado por un creativo –Rakitic– y un destructivo –Iborra o M’bia–. Y lo cierto es que el análisis pausado y reflexivo conduce a que se pudiera considerar la decisión como coherente y correcta. El Sevilla –en otro de sus problemas principales, junto al desajuste defensivo– nos ha mostrado que su salida de balón es bastante susceptible de mejora.
Emery busca iniciar el juego mediante la opción combinativa y con tendencia central. Pero los centrales y mediocentros, en muchas ocasiones, no son suficientes para este menester. De ahí que la presencia en zonas de mediocampo de Perotti o Marin sea habitual para que el Sevilla alcance el campo rival en posesión de balón. Bajo este prisma, la figura de Rakitic parece crecer en importancia como bisagra natural de comienzo del juego.
Pero la realidad nos muestra –como adelantábamos– que el centrocampista sufre como mediocentro de iniciación porque su fútbol es superior en la detección de espacios entre líneas y la llegada al área. El croata ni da fluidez a la salida del juego, ni roba, ni da solidez a la transición defensiva. El Sevilla, con Rakitic en la zona de máquinas, nos ha mostrado que se parte y ni comienza sus ataques bien, ni se solidifica defensivamente. La teoría ha sucumbido ante la práctica; lo peor es que era esperable y ha ocurrido.
Ante esta situación, el choque ante el Barça nos ha dejado un Sevilla que tiene un punto de apoyo desde el que comenzar a levantarse. Este no es otro que una pareja de mediocentros, de corte principalmente defensivo, que compensa en la medida de lo posible la alegría de sus compañeros ofensivos y también su pereza defensiva. Veremos si Emery, que ha venido repitiendo de forma continuada la necesidad de encontrar el equilibrio del equipo, se decanta definitivamente por esta opción o sólo fue una medida tomada de cara al enfrentamiento particular contra el F. C. Barcelona.
Construir una red de seguridad defensiva se antoja totalmente necesario para que el Sevilla pueda empezar a ajustarse ofensivamente y que la creatividad de los Marin, Perotti, Rabello, Jairo, Rakitic o Reyes –cada uno con sus virtudes– pueda surgir sin los problemas de los desajustes defensivos. Para ello luce como idea más natural la presencia conjunta en el mediocentro de M’bia, Iborra o Cristóforo, a los que ayudaría un concepto defensivo más agresivo y global del equipo.
Porque no se puede obviar que el Sevilla resuelve la mayor parte de sus acciones defensivas mediante intercepciones y despejes frente a las recuperaciones, tackles o robos. Y esto se deriva de un concepto defensivo donde prima la temporización a la entrada, el cierre de espacios para que el rival pierda el balón al barrido y la presión conjunta sobre la pelota y el carácter más pasivo que activo.
Crecer defensivamente no sólo se consigue con jugadores teóricamente más defensivos, sino que la práctica nos dice que se deriva de la actitud mostrada por estos. Y ahí el Sevilla también debe mejorar siendo un bloque más compacto y aguerrido.
Pero como primera medida para iniciar la construcción de unos cimientos sólidos sin balón debe estar la pareja destructiva de mediocentros. Esa debe ser la primera red desde la que el Sevilla empiece a desarrollar y potenciar su faceta defensiva, para después comenzar a implicar al resto de jugadores ofensivos en la recuperación. Una cosa está clara: con tantas puertas abiertas hacia la portería de Beto todo se hace mucho más complicado para competir.
* Miguel Canales es director del proyecto «Fútbol Global«.
– Foto: EFE
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