Minnesota es lo que se llama en la NBA un mercado pequeño. El Target Center se aloja en Minneápolis, una ciudad que no llega a los 400.000 habitantes y que en invierno siempre marca temperaturas bajo cero. Además, es una franquicia joven, que entró en la liga allá por 1987 y que nunca ha podido dar grandes alegrías a sus fans. Las primeras temporadas fueron para olvidar, hasta que algo empezó a cambiar en el draft de 1995, cuando eligieron en quinta posición a uno de los jugadores más trascendentes y carismáticos que ha pasado por el parqué de la NBA: Kevin Garnett. Solo hubo que esperar dos temporadas para que de la mano de Flip Saunders consiguieran una histórica primera clasificación para playoffs, pero cayeron en primera ronda. El resultado de esta eliminatoria se convirtió en el sino de los Timberwolves durante siete años seguidos: Rockets, Sonics, Blazers, Lakers… Todos los equipos acabaron con cualquier esperanza en la ronda inicial. Hubo que esperar hasta la temporada 2003-2004 para que, liderados por el mejor Garnett, alcanzaran el primer puesto de la conferencia y superaran la barrera psicológica que los agarrotaba al llegar a la fase final. Pero el destino estaba marcado: los Lakers de Kobe Bryant les ganaron la final del Oeste. Garnett se mudó en 2008 a Boston, un equipo histórico y mediático, para conseguir el ansiado anillo y dejó huérfana a la afición del Target.
Destacaba antes la importancia del mercado pequeño porque eso se traduce en menos dinero, menos publicidad, menos audiencia por televisión y menos aficionados. Pero lo peor es que las estrellas que salen al mercado de agentes libres siempre prefieren echar antes un ojo a los grandes zocos: Los Angeles, New York y Boston, principalmente. Y es que el deporte, desde luego, no vive ajeno a la arraigada cultura de marca que hay en Estados Unidos. Como era de prever, los resultados tras la marcha de su estrella fueron de gran ayuda para que Minnesota se convirtiera en 2009 en la cuarta peor afición de toda la NBA: 14.505 aficionados de media.
El año pasado Minnesota volvió a quedar fuera de los puestos privilegiados que dan acceso a la lucha por el anillo; acabaron en decimosegunda posición, con un récord negativo de 26-40. Analizando sus resultados podría parecer que la vida seguía igual por Minneápolis, pero la teoría de mercado pequeño se tambalea: el año pasado volvieron al pabellón más de 17.000 aficionados, como en la época de Garnett, y su audiencia en la televisión americana creció un 132 %. Los Minnesota Timberwolves se convirtieron, como por arte de magia, en el equipo más atractivo de la NBA, el que ofreció más diversión a lo largo de la temporada regular. A España también llegó la onda expansiva y muchos fans de la NBA, que no habían visto nunca un partido completo de los Timberwolves, vibraron con las sufridas y emocionantes victorias que consiguieron en la primera fase de la temporada. Love, Ricky, Pekovic, Beasley, Ridnour y compañía se convirtieron en los chicos de moda de la NBA.
La llave de este cambio radical tiene un nombre: Rick Adelman (seguramente el entrenador que deberían haber contratado los Lakers en lugar de Mike Brown). Adelman llegó con 16 años de experiencia en playoffs y con la vitola de ser el gran acreedor de los espectaculares Sacramento Kings de principio de siglo, un equipo ofensivo y creativo que se quedó sin su merecido anillo.
En Minnesota, Adelman se encontró con un equipo ilusionante, con jugadores jóvenes y hambrientos de éxito. Durante la temporada, todos los focos apuntaron a míster doble-doble Kevin Love, la estrella blanca de la NBA, y a Ricky Rubio, que deslumbró con sus asistencias de fantasía. Con los dos sanos, Minnesota logró un récord de 21-19, pero en marzo Ricky se rompió el cruzado de su rodilla izquierda, a lo que se sumaron los problemas físicos que arrastró Kevin Love. La temporada se fue apagando lentamente para los Timberwolves.
La temporada recién inaugurada tiene un objetivo único y primordial para la franquicia: alcanzar los playoffs. Rick Adelman ha formado una plantilla que por jugadores y por estilo le viene como anillo al dedo. La piedra angular de su juego se centra en el pase, debe ser el balón el que se mueva y no los jugadores los que lo amasen para jugarse los tiros sobre la bocina. La fluidez es la clave, por eso Adelman siempre ha sido un entrenador que ha sabido sacar provecho a jugadores con visión de juego, bien sean bases o jugadores interiores (como fue el caso de Divac en Sacramento). No es de extrañar que Ricky Rubio sea su playmaker, el vértice por el que deben pasar todas las jugadas de los Timberwolves, quien inicia las jugadas de transición que van a acabar en tiro fácil y quien desatasca los partidos en momentos de colapso. Desgraciadamente, Ricky seguirá en el gimnasio al menos hasta diciembre, recuperándo de su maltrecha rodilla.
Tampoco veremos a Kevin Love en los quintetos titulares durante los primeros partidos de competición; antes tendrá que recuperarse tras haberse roto la mano. Una mano que se antoja fundamental para alcanzar el objetivo marcado. A nivel personal, Love deberá mejorar esta temporada su defensa y su ataque en el poste bajo. Pekovic, cuyo rendimiento lo sorprendió hasta a él mismo el año pasado, tendrá que coger aún más rebotes y dominar el aro para que el hueco dejado por Love no sea tan grande. También deberá ayudar Derrick Williams, que jugará muchos minutos en la posición de cuatro y tendrá que empezar a justificar su alta elección en el draft.
Ridnour era el anterior director de orquesta de este equipo, aunque con Ricky su rol pasó a ser el de un anotador con tiro exterior, bien saliendo desde el banquillo o partiendo en la posición de escolta. Este año deberá retomar las riendas hasta la vuelta a la titularidad del base catalán. J. J. Barea ayudará también en estas funciones e intentará mejorar sus números aprovechando estos primeros meses con menos competencia en su puesto.
Aparte del mal augurio con las lesiones, este verano ha dejado un buen sabor de boca a la afición de Mineápolis. Del equipo se han ido jugadores con un aporte testimonial: Milicic, Randolph, Wesley Johnson, Tolliver y Webster. A ellos se sumó el irregular Beasley, un jugador interesante pero más centrado en los opiáceos que en el baloncesto. Como contrapunto han llegado desde Rusia dos fichajes ilusionantes: Andrei Kirilenko y Alexey Shved. Kirilenko vuelve a la NBA tras su paso triunfal por Europa para completar un front-court de alto nivel junto a la pareja Pekovic-Love. De Shved se espera que mantenga el nivel mostrado en los Juegos Olímpicos, tanto actuando de base como de escolta tirador en momentos puntuales del partido. Lo que más preocupa del joven ruso es su fragilidad defensiva. Pero si algo es frágil en esta plantilla, son las rodillas de Brandon Roy, un superclase que se quemó en Portland y del que muchos (incluso algunos médicos) pensaban que no volvería a jugar. En forma es una estrella. En los Timberwolves deberá aportar sus veinte minutos de anotación compulsiva. A estos fichajes más mediáticos se suman Amundson, Budinger, Cunningham y Stiemsma, jugadores más limitados pero que servirán como fondo de armario con garra.
Si las lesiones no se convierten en una lacra insalvable, Adelman debería ser capaz de gestionar a esta joven plantilla en su camino hacia los playoffs en la Conferencia Oeste, donde conseguir una de las ocho plazas privilegiadas es aún más difícil que en el Este, donde hay más desigualdad entre los equipos fuertes y débiles. Las primeras plazas parecen reservadas para Lakers, Thunder, Spurs, Mavericks y Clippers. A Minnesota le tocará pelearse por lo restante con duros rivales de la talla de los Memphis Grizzlies o Denver Nuggets. Lo que parece claro es que los Timberwolves, con todos sus efectivos a punto, volverán a ser un equipo mediático y ante todo divertido de ver, independientemente del mercado en el que se muevan.
*Alex Argelés es periodista
– Fotos: Jim Mone (AP) – rickyrubio9.com – Reuters
– Datos estadísticos: NBA.com, ESPN NBA, FOX Sports y Basketball-Reference.com
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