"El éxito se mide por el número de ojos que brillan a tu alrededor". Benjamin Zander
Dicen que los vencedores escriben la historia y eso nos queda claro como la luz del día. Y en otra frase de dominio común, la estrategia de repetir mil veces una falsedad, como afirmaba un tal Goebbels, puede pasar finalmente por verdad popularmente asumida. Con la excusa de las seis décadas transcurridas desde la primera visita del club Millonarios de Bogotá a Chamartín, los colombianos regresarán a Madrid para disputar este miércoles el Trofeo Bernabéu y ya han salido de paseo los revisionistas del futbol con el único objetivo de perpetuar una falacia descomunal que, de propina, alteró radicalmente el curso del siglo XX futbolístico. Los aviesos especialistas en la tergiversación quieren seguir colando que el Barça compró a Di Stéfano de River Plate, la institución que disponía de sus derechos legales, y el Madrid se entendió con Millonarios, allá donde jugaba sin papeles gracias a su mecenas, Alfonso Senior. Finalmente, sostienen quienes faltan a la realidad pese a tener pleno conocimiento de causa, el Barcelona renunció a La Saeta Rubia y el resto del serial ya resulta harto conocido. Y aquí paz y después gloria, asunto zanjado.
Pues no, mire usted, guárdense las ruedas de molino y moderen desfachatez. En su inequívoco, evidente deseo de barrer para casa, ignoran excelentes trabajos de investigación histórica, tal vez por venir de donde provienen. Según su talante y manera de hacer, de provincias, simplemente, de la residual periferia. Citaremos apenas un par, pero de altos vuelos: El libro ‘El caso Di Stéfano’, escrito por Xavier García Luque y Jordi Finestres, y el programa televisivo ‘Aquest any, cent!’, producido para conmemorar el centenario de la entidad por TV3 bajo la codirección de Antoni Bassas, Eduard Boet y Xavier Bosch. Estos señores periodistas, de notable prestigio y trayectoria, no se las ingeniaron, ni inventaron nada sobre las vicisitudes de don Alfredo cuando decidió largarse a la francesa de Colombia para aterrizar en Barcelona durante la primavera del 53. Por si alguien aún ignora el episodio o quiere repasar la lección, fácil plantear una síntesis, tangencialmente apuntada en otros artículos publicados en este Perarnau Magazine, como los dedicados a El Ballet Azul: Di Stéfano, con Pedernera y Rossi, partieron de Argentina tras liderar una huelga de futbolistas en petición de mejores salarios.
Alfonso Senior, amo del club Municipalistas, intuyó la cornucopia de la abundancia gracias a la formidable expansión que el fútbol vivía en su país y decidió montar un vestuario del más alto nivel, de aquí el inmediato apodo de Millonarios. Fichó al citado trío y a grandes futbolistas de medio mundo, desde argentinos, brasileños o sudamericanos en general, pasando por ingleses y como guinda del pastel, aquel uruguayo llamado Ramón Villaverde, que acabaría en el Barça. Senior creó la Liga Pirata de su país, proscrita y perseguida por la FIFA, pero matriz, al fin y al cabo, donde crecería durante casi un lustro el sensacional equipo conocido como El Ballet Azul, quizá el mejor en la historia del continente, con el debido respeto y permiso de La Máquina de River Plate.
Precisamente, durante aquella visita de Millonarios a Madrid, invitado a participar en el cincuentenario blanco, Josep Samitier, a la sazón director técnico barcelonista, quiso observar a Di Stéfano, de quien se decían auténticas maravillas. Jugaba, imitando a su ídolo, Adolfo El Maestro Pedernera, como falso nueve -vaya con las modernidades- con formidable despliegue físico, técnico y táctico. Sami contactó con don Alfredo y al cabo de unos meses, apenas después de la tuberculosis contraída por Kubala, le hizo llegar una oferta formal del Barcelona. Di Stéfano, esposa y dos hijas incluidas, se embarcó corriendo hacia la capital catalana mientras el club pagaba cuatro millones de pesetas a River para obtener su transfer y quiso pactar con Senior la desvinculación de Millonarios. Un club, por cierto, herido de muerte por el llamado Pacto de Lima, que exigía la devolución de este puñado de mercenarios nómadas fichados sin traspaso a sus clubs de origen antes de octubre del 54, en decisión adoptada desde la FIFA. Senior, amigo personal de Santiago Bernabéu, exigía 40.000 dólares al Barça y la directiva presidida por Martí-Carreto sólo quería pagar 10.000, lo que generó una larga negociación a distancia y algún error barcelonista en el cálculo de las fuerzas en litigio.
La maquinaria del franquismo y de su futuro ‘embajador’ en el fútbol se puso rápidamente en marcha. Mientras Di Stéfano esperaba en Barcelona el beneplácito, jurando mil y una veces que había venido para jugar única y exclusivamente en el Barça, según atestiguan las hemerotecas, los poderosos conspiradores las organizaron de todos los colores y tamaños. Cerraron las fronteras a los futbolistas extranjeros como medida de presión, iniciaron una amplísima campaña de intoxicación en la prensa nacional y, lo más importante, llegaron a amenazar a Martí-Carreto, industrial del sector textil, con negarle las cuotas de algodón que precisaban sus empresas para prosperar, cuotas de materia prima que se hallaban entonces bajo concesión gubernamental. Tras una surrealista alcaldada de la Federación Española, consistente en partir el contrato del jugador y proponer que jugara dos años con cada camiseta, el Barça tiró la toalla, aunque antes, viendo el cariz que tomaba tan politizado caso, intentó vender a Don Alfredo a la Juventus, sin éxito, no hace falta ya recalcarlo. A partir de aquella histórica frase ‘per vostès va el pollastre’, (‘‘Quédense con el pollo“, en traducción libre), pronunciado a manera de rendición por el presidente barcelonista, dimisión en pleno de la directiva y el Madrid que logra en el 53-54 su primera Liga en 21 años, apenas la tercera en su recorrido existencial hasta entonces.
Hemos sintetizado en cuatro líneas una compleja trama repleta de peripecias, una vergüenza propia de sociedad totalitaria que, de vez en cuando, toca seguir denunciando si el tema sale de nuevo al escaparate. Sobre todo, para evitar que hijos y nietos de aquella ignominia continúen explicando su sesgada versión de los hechos como si de verdad de la buena se tratara. Molesta, primordialmente, que ni tan siquiera el advenimiento de la democracia haya servido para corregir tales patrañas y adecuar la realidad a los puros hechos, para hacerlos descender del pedestal y reconocer el abuso de poder cometido. No hay manera. Los revisionistas, a la suya, intentando colar el camello por el ojo de una aguja, todavía en pleno siglo XXI, dando su falsa visión del episodio más trascendental de todos los tiempos por lo que respecta al fútbol en la piel de toro. Pueden continuar mintiendo y convencidos de sus falsedades, pero ya hace rato que pasamos de dictadura a democracia. Así, de paso, alteraron el discurrir de la década de los 50 y de donde arrancaron los éxitos posteriores. Por desgracia, sus intereses, su deseo de dar por buena esa visión de la historia les hace perseverar en el intento. De todos modos, siempre habrá alguien dispuesto a corregir tales patrañas, ya pueden insistir mil veces. La verdad no admite doblez y menos aún en tiempos de libertad de expresión. La que no tuvo el Barcelona para litigar entonces contra el abuso de poder, sin ir más lejos.
* Frederic Porta es periodista y escritor. En Twitter: @fredericporta
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