No es lo que Messi puede hacer por el Barça. ¡Es lo que el Barça debe hacer por Messi!
Igual de válido en la victoria que en la derrota: llegados a este punto, cuatrocientos goles más tarde, el objetivo técnico debería estar bien claro. Que el equipo diseñe todos los mecanismos necesarios para que Messi pueda explotar al máximo su potencial. Que los diseñe o que los recupere. Que cree nuevas vías o que reabra las anteriores. El entrenador debe ser quien decida las mejores opciones, pero el objetivo no admite excesiva discusión, salvo que no se haya aprendido nada durante los años de la excelencia.
La auténtica cuestión táctica no es la posición concreta de Messi, ni el desvarío del lateral derecho, ni qué central defiende mejor (o peor), ni siquiera la evidencia de que el juego de transiciones se va imponiendo al juego de posición. La auténtica cuestión es, incluso con las desarmonías vigentes, si todo el juego se construye para beneficiar la mejor versión finalizadora de Messi o no. ¿Juega el Barça de Luis Enrique para que Messi sea su punto final? Lo expreso así porque no hay mejor Messi que el que equivale al punto final. ¿Recorre el equipo las rutas necesarias para dejar en ventaja a Leo?
El Barça de las grandes conquistas, el que maravilló al mundo entero hasta el punto que será la gran referencia en la historia moderna del fútbol, era como una «colla de castellers» perfectamente organizada que ascendía apoyada en sus pilares, edificaba pisos intermedios en los que fortalecerse, escalaba rápido hacia el final y preparaba una escalera humana impecable para que el más pequeño de todos coronase el castillo. Así de sencillo, así de complejo.
Hace pocos días, el maestro Pep Segura decía: «Si una empresa tiene un producto de éxito no puede renunciar a seguir explotándolo«. Segura se refería al modelo general de juego del Barça, pero sus palabras son igualmente válidas si nos centramos en Messi.
¿A qué ha venido estos dos últimos años tanta fanfarria alrededor de posibles sustitutos, tanto debate vacuo sobre la posición o el rol que debía ocupar, tanto verdulerismo estéril sobre su grado de implicación? Un día el tiempo dictara sentencia, pero mientras eso no suceda es Messi quien, razonablemente, debe seguir coronando el castell. Se puede construir con mayor o menor armonía, más rápido o más lento, pero él es el punto final idóneo.
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