1.- Guardiola frotó la lámpara mágica y de su interior surgió un genio: su equipo. Un genio en la lámpara y un mensaje en la botella: sí, hay equipo para rato. Si las dudas del entrenador para renovar provenían del interior del vestuario, hoy se las han sacudido como quien recoge aceitunas: a palos.
2.- Primer minuto de juego: Busquets hincha las velas, divide los espacios y lanza un grito. No está Xavi, pero está Busquets como Campo Base de todo el juego. Síntoma y símbolo. Se ofrece, rompe al rival con el parpadeo de un ojo, fabrica pases sobre alfombra roja y hace mejores a cuantos le rodean. Busquets es el alma opaca de este Barça luminoso.
3.- La presión alta de un buen Valencia y un mejor Feghouli, ese Valencia volcánico al que la lava le dura 15 minutos, hace tropezar a Valdés, pero el equipo de Pep no parece inmutarse. Se siente de nuevo dueño de sí mismo, como si el plomo de enero ya solo fuese una pesadilla. Reloj engrasado, maquinaria precisa, cada pieza trabajando en beneficio de su contigua.
4.- Busquets en el arranque, Pedro en el desmarque y Alexis en el regate furibundo, un martirio inaudito para Mathieu, que ha vivido su peor noche frente a los blaugrana. Cesc en la base creativa, a ratos apoyando la salida tranquila, a ratos desbocado cual interior inglés de llegada febril. Fàbregas en su mejor versión. El proceso evolutivo no se detiene, incluso sin Xavi en el césped.
5.- Diego Alves ha evitado una goleada descomunal, aunque sus defensas centrales casi la han propiciado. En Valencia dirán que fue demérito de Rami y Víctor Ruiz (más Albelda). En Barcelona, que fue mérito de los atacantes locales. Probablemente, ambas partes tendrán razón. Pero sea cual sea la causa, fue una masacre que sólo Alves atemperó.
6.- Masacre en la producción. Recital de Iniesta, que sacó el desplegable del juego de posición y fue recitando la lección: conducir para atraer, buscar al lejano, generar superioridad tras la línea, y así hasta deconstruir al Valencia, ahogado en la salsa que cocían Iniesta y Messi a fuego rápido.
7.- Posiblemente desde la final de Wembley no conseguía el Barça reencontrarse tanto consigo mismo, incluso un día en que Xavi y Dani Alves no eran de la partida. Noche de listón muy alto, altísimo, que proclama un mensaje rotundo del vestuario a su entrenador: Quédate, le han dicho.
8.- Mensaje también de renovación evolutiva: el equipo seguirá siendo de Xavi, pero compartirá galones con Cesc; la banda derecha será de Alves, pero ya está Montoya ahí; Pedro continuará siendo imprescindible, pero Tello también, como ya lo son Cuenca o Thiago. Cambiarlo todo para que todo siga igual. El príncipe Guardiola.
9.- Con Iniesta ha regresado la serenidad. Xavi es la pausa; Busquets el ancla y la vela; Cesc el ansia viva. Pero Iniesta es la certeza serena. El padre que no se asusta cuando se funden los plomos; el guía que indica el camino en la oscuridad; el D’Artagnan de estos mosqueteros. Su regreso es bálsamo para Guardiola, aceite para el reloj, lubricante para la maquinaria.
y 10.- Y Messi.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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