"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz
En el inicio de la temporada parecía existir una premisa clara a la hora de hacer cualquier juicio de valor sobre el Barça de baloncesto: tener paciencia para que la transición y construcción del nuevo proyecto madure con naturalidad, siempre sin perder la competitividad exigible a la sección, pero intentando no poner en riesgo el largo plazo por un exceso de deseo de vencer. Estamos en el mes de diciembre y no sabríamos decir si la idea inicial sigue siendo válida. La causa principal es que los máximos responsables de la sección (Creus y Pascual) han sido incapaces de trasmitir ese mensaje a los aficionados, que han visto cómo les llegaban señales contradictorias semana tras semana.
Tan pronto se pueden leer reportajes sobre el ilusionante plantel de jóvenes jugadores que conforman el filial y el brillante futuro que tienen, como ver a los pocos días que Xavi Pascual podría tener la intención de realizar un fichaje en el mercado de invierno. No parece la mejor estrategia para construir los cimientos de un proyecto de futuro.
Los nervios que actualmente se detectan alrededor del equipo son causados por la indefinición manifiesta en la que se encuentra la sección. No solo por los mensajes que reciben los aficionados, sino porque lo que estos ven sobre la pista se aleja aún más de la pretendida transición hacia el futuro.
El baloncesto permite jugar un gran número de partidos en los que una derrota no condiciona de manera definitiva el futuro. No es que sean intrascendentes, los entrenadores se nos echarían encima por decir esto, pero perder en un partido de la liga regular no te deja sin opciones de ganar la competición, algo que de no haber playoffs el Barça tendría complicadísimo, por no decir imposible, con las 6 derrotas actuales que acumula en la jornada 13.
Por eso resulta difícil de comprender cómo es posible que en un proyecto de largo recorrido, en el que se debería ir viendo cómo Abrines y Todorovic van ganando protagonismo poco a poco, sucede lo contrario, llegando a no disputar ni un minuto en encuentros en los que el Barça no se jugaba nada, como el disputado contra el CSKA.
La foto de la situación se ve agravada por los resultados negativos y la mala imagen que ofrece el equipo en la mayoría de partidos. Sin la manifiesta contradicción sobre cuál es el camino a tomar, estaríamos hablando de algo lógico. Perder y mostrar irregularidad en el nivel de juego es algo que se da por sabido cuando intentas iniciar una nueva época.
Pero cuando Navarro juega más de 25 minutos por partido recién salido de una lesión, cuando Todorovic y Abrines tienen minutos testimoniales en la gran mayoría de partidos, cuando Hezonja aparece a cuentagotas en el primer equipo, el argumento de la transición y futuro desaparece.
Los principales problemas sobre la pista son provocados por una mala configuración de la plantilla, que no solucionó los problemas de la temporada pasada y ha añadido otros nuevos. El equipo es más joven que antes, sí. También tiene más piezas, sí. Pero los jóvenes no juegan y las piezas de más aportan poco.
El equipo intenta jugar más rápido que el año pasado. Quien lo ha notado especialmente es Marcelinho Huertas, que está ofreciendo un nivel superior al de su primer año. Cuando puede correr, el Barça ha ofrecido momentos de muy buen baloncesto. Pero han sido escasos. La razón es la debilidad que muestra en el rebote defensivo.
Tomic y Jawai no consiguen cerrar la pintura y capturar el rebote que permita salir rápido a su equipo. Cuando lo hacen, no tienen un primer pase bueno que ponga en marcha toda la maquinaria. Por si fuera poco, en ataque estático, el protagonismo que está teniendo Tomic está disminuyendo la importancia de Lorbek sobre la pista.
Sobre Lorbek se iniciaba el juego de ataque del Barça en los últimos años. Todo empezaba en él y terminaba en Navarro. Ahora, todo comienza en Tomic, que en ataque asume el mayor peso del equipo. Como no puede jugar lejos del aro, ni para pasar ni para tirar, esto hace que el tradicional juego de espaldas al aro de Lorbek, el mejor ‘4‘ de Europa en los últimos años, haya dejado de verse. A través de él, los espacios para los demás aparecían, ya que la capacidad del esloveno para el pase es buena.
Tomic no pasa igual de bien que Lorbek. La pelota llega al perímetro un poco después cuando la tiene Tomic que cuando la tenía el ex del CSKA o Unicaja, haciendo que el tiempo de lanzamiento sea inferior. Quizá sea una de las causas del bajo porcentaje de 3 del equipo. Al no tener tiradores puros, no disponer de mucho tiempo para armar el tiro provoca el nulo provecho que le saca al Barça al perímetro.
La defensa del equipo sigue siendo fiable, pero ni es la maravilla del año pasado ni lo suficientemente buena para enmascarar la ausencia de anotación en ataque. Defensivamente se sigue sufriendo mucho cuando el rival tiene jugadores de nivel en la pintura, aunque poco a poco se van viendo mejoras en este aspecto.
Lo más preocupante de lo percibido hasta ahora es la escasa aportación del banquillo. Los partidos buenos de Jawai se pueden contar con los dedos de una mano; Ingles juega uno bien y tres mal; de Wallace se puede decir lo mismo; Saras apenas tiene participación; Sada sigue lejos de la forma del 2011; parece que Rabaseda no alcanzará nunca el nivel que apuntó en su último año en el Fuenlabrada; mientras que los jóvenes Abrines y Todorovic suficiente tienen con no desentonar en los pocos minutos que disfrutan.
Con 40 minutos por partido, es muy difícil que todos los integrantes de una plantilla de 13 jugadores como la que tiene el Barça se sientan partícipes. Para conseguirlo es básico tener roles definidos, que cada cual sepa de antemano su papel dentro de la estructura del equipo y que si se modifica sea progresivamente según los méritos contraídos por cada uno en la pista.
El primer momento decisivo de la temporada comienza ahora. En los próximos tres meses el Barça se juega entrar en la Copa del Rey y, si se clasifica, luchar por ganarla. Todo ello mientras lucha por pasar a los cuartos de final de la Euroliga. La falta de habilidad, o de convicción, a la hora de definir el mensaje hace que la no consecución de los objetivos sea considerado como un enorme fracaso.
La simple idea de mencionar esa palabra en un equipo que en los últimos cuatro años ha estado instalado en el éxito constante debería hacer reflexionar a todo el mundo. Desde la calma, desde la ausencia de prisas y de urgencias, es como mejor ha jugado el Barça este año. La diferencia de rendimiento entre Europa, solo una derrota, y la ACB, 6 derrotas y ausencia total de buen juego, se podría explicar por la presión.
Excepto la derrota ante el Valladolid, el resto de tropiezos culés en la ACB son normales. Es normal perder en Vitoria, Valencia, Bilbao o Las Palmas de Gran Canaria. No debería pasar nada. Como estas derrotas han hecho que la clasificación para la Copa peligre, el equipo juega atenazado porque siente que el mensaje inicial es poco sólido. Así se explica el espectáculo ofrecido en el Palau ante el Obradoiro, que terminó con derrota, pero también los otros muchos partidos malos, que a pesar de terminar en victoria van alejando a la afición del equipo.
Cuando el Barça juega sin presión, sin la obligación de los resultados, salen partidos como el jugado contra el CSKA (aunque se perdiera) y tantos otros de la primera fase de la Euroliga. Los culpables del nerviosismo son los responsables de la sección, incapaces de manejar el éxito de los últimos años y de difundir una idea de futuro brillante e ilusionante.
Bien sea porque Pascual no se la cree, bien sea porque desde los despachos se exigen cosas que no nos llegan a los que lo vemos desde fuera, lo palpable es que el aficionado que estaba tranquilo viendo como se intenta volver a construir una era como la del último lustro comienza a mostrar su desencanto e incomprensión con lo que ve y le dicen.
* Daniel Arias.
– Fotos: ACBMedia
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