“Paso a paso, no existe otra manera para conseguir las cosas“. (Michael Jordan)
Por ahora, son un espejismo muy real. Los Angeles Clippers están, por fin, por encima de Los Angeles Lakers en la clasificación. Y es algo que, parece, va a prolongarse en el tiempo. A día de hoy, los Clippers colideran, junto a Memphis Grizzlies, la clasificación del oeste. Otro asunto es que tengan madera de contendientes para ganar el título de la NBA o que vayan a ser mejores que los Lakers cuando estos tengan toda su maquinaria a punto. Pero para ganar la guerra es necesario ir ganando batallas de menor calibre, combates que provoquen una inyección de autoestima.
Los Clippers son, desde el año pasado, el equipo Showtime por excelencia de la liga. Sus jugadas aparecen noche tras noche entre lo más espectacular de la jornada. Los espectadores saltan de sus asientos y aplauden a rabiar. Es el resultado de una plantilla configurada para ganar por músculo y definición. Sus jugadas parecen destinadas a acabar volcadas encima del aro. Pero no hay nada como la emoción de las finales, por mucho que pases un año entre fuegos de artificio, por eso la franquicia ha movido ficha. DeAndre Jordan, Eric Bledsoe, Caron Butler, Lamar Odom, Matt Barnes, Jamal Crawford o Grant Hill al servicio de una figura de indiscutible pedigrí: Chris Paul. El base de Carolina del Norte, un experto pasador de alley oop (y del pase final en su extensión) junto al matador más célebre del campeonato, Blake Griffin.
Paul declaró nada más aterrizar en los Clippers que tomó la decisión de fichar por este equipo porque tenían “las piezas adecuadas” (obviando el peliagudo asunto de su traspaso frustrado a los Lakers). Tras un año de toma de contacto, la gerencia del equipo cambió todas las piezas y se cuidó de dotar al equipo de mayor empaque y coherencia interna, realizando cambios de cromos sin tocar el armazón sobre el que ha de sostenerse la franquicia los próximos años: la dupla Griffin-Paul (el primero prolongó su contrato por 5 años y 95 millones de dólares, el segundo espera al año que viene para hacerlo por otros tantos años y 108 millones). Si buscaban un anotador desde el banquillo, ahora no iban a delegar en un base anotador como Mou Williams, sino en un experimentado francotirador, Jamal Crawford, cuya eficiencia le ha llevado el presente curso a promediar 19,7 ppp, la segunda mejor marca de su carrera. Por otro lado, el puesto de alero se ha visto reforzado por Grant Hill y Mart Barnes, además del ala-pívot Lamar Odon, una de las grandes incógnitas de la temporada. Si Chauncey Billups vuelve a buen nivel y Eric Bledsoe sigue haciendo bueno su reciente apodo de MinileBron, no sólo tienen garantizada su competencia interna (con sobrepoblación casi en cualquier posición), sino su competencia en la liga.
La nueva apuesta de los Clippers estrecha los márgenes del camino hacia el éxito. Será más sencillo llegar pero también tambalearse y quedarse en la cuneta. Después de comandar una plantilla relativamente joven, los nuevos fichajes cumplen un perfil veterano, que ha borrado de un plumazo la asociación Clippers y juventud. Hill-Odom-Crawford-Barnes-Billups no son chavales dispuestos a aprender en el camino. Para hombres con más pasado que presente, el ahora es lo único importante. La tensión de quien ve sus días pasar puede ser un buen agarradero camino de las finales. Así, la plantilla tiene soluciones de garantía para cualquier posición. ¿Pero tiene garantías de carácter táctico?
De su entrenador Vinny del Negro se ha dicho que ha estado por dos veces en el momento adecuado en el sitio adecuado, y ha sido sensiblemente cuestionado respecto a sus capacidades (recuerda un poco al Erik Spoelstra pre-título de la NBA). Bajo su mandato, de los Clippers se sabe que tienen una intensidad agotadora, que corren muy bien el contraataque, que Paul tiene licencia para decidir jugada en cualquier tramo del partido, que ha conseguido equilibrar el tiempo de acción de los actores secundarios y que lucen hoy mejor que hace un año. También se sabe que tienen grandes lapsus de concentración, que en estático no son nada del otro mundo y que les faltan soluciones ante defensas cerradas (no tienen un pívot que anote desde fuera y tampoco grandes tiradores, sino anotadores sujetos a rachas). En la balanza típica de quienes ganan campeonatos, da la impresión de que hace falta algo más de peso.
Sea como fuere, con parte de sus piezas por pulimentar y un salto cualitativo de su gran figura interna en momentos de tensión aún por comprobarse (Blake Griffin), los Clippers ya están encabezando el oeste. Y todo parece indicar que estarán, de forma holgada, entre los ocho primeros. Durante los playoffs se comprobará cuánta gasolina le queda a la plantilla, el empaque de un puzle que podría tender a dispersarse y el carácter competitivo de sus estrellas. Y quién sabe si no tendrán que enfrentar precisamente a su hermano mayor, Los Angeles Lakers. Será entonces cuando habrá que levantar a los espectadores de sus asientos no ya desde el Showtime sino desde la adrenalina propia de la competición, matando al monstruo que ellos mismos han creado. Solo entonces, el cambio de ciclo se habrá hecho realidad.
* Javier López Menacho
– Fotos: AP
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