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Hay un hombre que juega en Portugal desde hace dos años, que es indiscutible desde hace menos de uno y que, pese a ello, amenaza con ser quien, junto a Värane, sustituya a largo plazo a la de la selección española como la mejor pareja de centrales del mundo a nivel de selecciones. Se llama Eliaquim Mangala y así juega al fútbol.
Es un auténtico portento. Una roca rápida, ágil, infatigable y coordinada, para entendernos. Posee el don de la velocidad en todas sus vertientes –de desplazamiento, de reacción, gestual y mental–, con alguna reserva quizá en cuanto a la última. Asimismo, cuenta con una capacidad de salto notable que, unida a su gran envergadura, le permite dominar el juego aéreo.
Es zurdo, pese a que maneja bastante bien la pierna derecha. Su orientación corporal permitiría encuadrarle más bien en la segunda categoría, lo que le otorga enormes ventajas. No obstante, golpea algo mejor el balón con la izquierda y prefiere conducirlo con la misma.
Es africano de pura cepa. Si decir esto en el apartado anterior habría sido caer en el tópico, en este no me lo parece, dado el carácter apático de muchos otros jóvenes talentos franceses de los que hay que diferenciar. Eliaquim es lo contrario: híperactividad –aunque bien contenida–, hambre, carácter y agresividad no exenta de nobleza.
Es decir: su nivel de activación es óptimo. Si comete un error, raramente será por culpa de una distracción. Pese a que su tendencia natural podría ser pecar por exceso, cada vez se mide mejor, evitándolo.
Por otro lado, se conoce bien y confía en sus posibilidades, pero sin excederse. Realmente es tan raro verle fallar al ejecutar una acción de riesgo como recular más de la cuenta o no acudir a un balón dividido con chances reales de victoria.
Lo anterior se altera sensiblemente en situaciones extremas, como puede ser un marcador adverso a falta de pocos minutos para el final. Mangala tiene madera de líder: no tiene problemas en dar instrucciones a sus compañeros, adelantar la línea, asumir más riesgos y responsabilidades con el balón… Por supuesto, esto es un extraordinario don, pero del que no debe abusar en las anteriores situaciones si no quiere que se convierta en un defecto.
Cabe resaltar dos aspectos. Su toma de decisiones, sin ser mala, no es excelente. Pero cada vez es mejor, al igual que muchas otras de sus capacidades. Hablamos, por tanto, de un jugador con una capacidad de aprendizaje tremenda cuyo techo es difícil atisbar. De uno del que, si se ven dos partidos separados por tres meses, parece que haya crecido tres años.
Con el balón en los pies destacan su buena conducción y su regate, prodigándose incluso en fintas de gran calidad. Su potente zancada y su cabeza alzada obligan a que el contrario le vigile cuando trata de salir desde atrás en conducción.
Su pase corto es tenso, firme y bastante preciso, aunque no siempre lo elige de la mejor manera. Por el contrario, su pase largo es directamente malo, ya que es incapaz de dar la potencia necesaria al balón como para que llegue en buenas condiciones a un compañero. Esta misma carencia hace que su despeje, aunque suele ir bien orientado, no sea del máximo nivel.
Sus entradas sí son de gran calidad, ya que arma rápido cualquiera de las dos piernas y no tiene problema alguno en ir al suelo. Asimismo, su físico privilegiado, agresividad y cada vez mejor posicionamiento le permiten interceptar una gran cantidad de envíos.
Su posición habitual –a partir de la cual le analizaremos– es la de central izquierdo en una defensa de cuatro. Sin embargo, sus características le harían viable para el otro perfil de la defensa siempre que la exigencia en la salida de balón no fuera muy alta, así como para cualquiera de las posiciones en una defensa de tres. También ha actuado como lateral izquierdo, posición en la que sus carencias en el centro y el excesivo cierre en defensa lO convierten en no más que un parche eventual.
Su intención permanente es sacar el balón jugado en las mejores condiciones posibles, por lo que no acostumbra a rifarla. Si le dejan espacio, utiliza su magnífica conducción; si le presionan, descarga en corto rápido al compañero próximo, eligiendo generalmente bien. Sus problemas vienen cuando el rival no va a buscarle pero sí tapa espacios. En esta situación, dadas sus carencias en el pase largo, no suele buscar cambios de orientación. En cambio, sí que arriesga con su pase raso tratando de batir líneas, en lo que su nivel de acierto es bastante irregular. Sin embargo, su imparable progresión hace pensar que tarde o temprano corregirá esta carencia.
Mención especial merece su comportamiento cuando recupera el balón. Su ambición aquí se multiplica, tratando de buscar el contragolpe rápidamente saliendo con el balón controlado. Ya es una acción que realiza bien, pero que aún queda para que llegue a convertirse en una virtud diferencial. Además de, en cualquier caso, aprender a seleccionar mejor estas acciones de acuerdo con el ritmo más conveniente a su equipo en esa determinada situación.
Por otro lado, es en las acciones a balón parado donde puede mostrar su talento en el área rival. No es sólo que sea un gran cabeceador capaz de elevarse a alturas insospechadas, sino que tiene un talento natural para moverse y eludir la marca de los defensores.
Son poquísimos los centrales que ofrecen mayores garantías que él lejos del área. Poco importa que sea tras una pérdida de balón de mayor o menor riesgo o en una situación de pressing a la salida canalizada del adversario; Mangala es absolutamente fiable. Su velocidad permite que su espalda sea un lugar difícilmente accesible, ya que corrige muy rápidamente. Pero, sobre todo, es sobresaliente corriendo hacia delante. Es un brillante anticipador y un extraordinario defensor del juego directo.
Eliaquim es un marcador férreo, contundente. De esos con los que, tras chocar, pese a que el contrario conserve el balón –lo que no suele suceder–, es difícil que salga bien parado. Sus vigilancias, tenga su equipo el balón o no, son perfectas: nunca pierde de vista a quien visita su zona. Zona que domina por completo. Elige bien cuándo hacer las coberturas y es excelente cuando ha de hacerlas al centro del campo. También de buen nivel cuando de cubrir al central derecho se trata, bajan algo yendo a banda.
Este es un aspecto que conviene resaltar: pese a que está acostumbrado a jugar al lado de un lateral de gran recorrido como Alex Sandro, pocas veces tiene que cubrir la banda, dado que el mediocentro, el interior izquierdo o incluso el extremo de ese lado lo hacen gracias a un despliegue descomunal. Así, son pocas las veces que Eliaquim se ve cerca de la línea de cal, y en las mismas peca de cerrar demasiado. Es difícil que se vea superado, pero no que el adversario consiga sacar un buen centro en su presencia. En cualquier caso, es una faceta para la que dispone de todas las cualidades necesarias para llegar a alcanzar un nivel alto.
Queda claro que el de origen congoleño es un tirano en el carril central, pero deja de serlo cuando la jugada arriba al área. Ahí, sin ser malo, deja de ser uno de los mejores. Al reducirse los espacios, es la mental la velocidad que pasa a ser mucho más determinante, y la de Mangala no está a la altura de la de los mejores. Su número de interceptaciones se reduce mucho y el delantero gana la posición con mayor frecuencia. No obstante, tampoco es algo incorregible mediante la experiencia ni deja de ser una carencia –relativa– habitual en los inicios de defensores de sus características. En cambio, en el balón parado sí es una garantía absoluta en su propia área.
En definitiva, el internacional francés podría brillar en cualquier equipo del mundo que habitualmente defendiera lejos del área. En cambio, sufriría en uno que basara su juego en una defensa organizada retrasada –lo que cada vez es menos habitual–. Dicho lo cual, ha demostrado una capacidad de aprendizaje que hace imposible descartar que vaya a llegar a un nivel alto en cualquier otra faceta.
Para continuar con dicha progresión, tal vez lo más conveniente sea otra temporada en el Porto. Sin embargo, los centrales como él no sobran. y en un gigante cuyo contexto le favoreciera, también podría seguir creciendo. Ha sonado para muchos y mejoraría la plantilla de cualquiera, pero ninguna tanto como la del candidato a la Champions que con más claridad busca central: el F. C. Barcelona. Sencillamente, tiene casi todo lo que le falta a Mascherano, tiene todo lo que le falta a Piqué y Piqué tiene todo lo que falta a él. Y si hay un equipo de aspiraciones mayores a las del Porto que casaría a la perfección con sus características a la par que le garantizaría la relevancia que necesita, ese es el club catalán.
* Rafael León Alemany.
– Foto: Catarina Morais
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