1.- Dos partes antagónicas. Dos partes que parecían venidas de dos partidos distintos. La primera, con corazón y fundamentos. Luz encendida. Un Atleti vertiginoso, presionante y extraordinariamente superior al Besiktas, que se desmoronaba al son de Koke y Adrián. La segunda, diametralmente opuesta a la primera. Los del Cholo no hicieron todo aquello que en la primera habían bordado. Indistintamente, el Besiktas no estuvo. Ni en la primera ni en la segunda.
2.- En el apartado de las virtudes, Koke y Salvio (Adrián aparte, obra de arte con piernas). El uno comenzó en la izquierda, pero fue ganando metros al centro al tiempo que Filipe sorprendía por el hueco que dejaba el canterano en la banda. El segundo, hoy en la parte alta de la montaña rusa. En la parte de aprovechar los espacios, encarar, driblar y golpear. Ambos, conexión brillante.
3.- El Atleti, capaz de hilar en espacios cortos y de cabalgar en las carreras largas. Intercambiaba vértigo y pausa, corazón y fundamentos, la luz estaba encendida y, hasta encontrar el primero, tuvo lugar un sinfín de ocasiones para inaugurar el luminoso. Una sencilla maniobra que trastocaba al Besiktas: Adrián fija, Falcao se acerca a tres cuartos de campo y uno de los centrales le sigue dejando el espacio a su espalda.
4.- Presión alta. La batería funcionaba y el Atleti ahogaba al Besiktas en su propio campo. Ernst no ofrecía una posibilidad amable en el centro, Fernandes andaba a su estética labor de adornarse. Jugando por y para la galería, distando muy poco de aquel que abandonó Valencia con más sombras (deportivas y extradeportivas) que luces. Y Uysal, con más voluntad que capacidad. Así, los turcos se veían obligados a jugar balones de demasiado recorrido y, por tanto, con la imprescindible necesidad de ser precisos. Simão, apagado en una banda; Quaresma… digamos que no era su día.
5.- El conjunto de Carvalhal mostraba en su repliegue las evidentes carencias por las que guardaba la ropa y cedía el balón al Atlético. La defensa era anormalmente lenta corriendo de cara a portería y concedía continuas superioridades. Estaba desbordada. Y así cayó uno, y dos y tres. Y pudieron ser más, pero los de Simeone perdonaron. Y la luz se apagó.
6.- A la vuelta del vestuario, el equipo se difuminó. El tanque de gasolina se vació, las energías no estaban y Koke no encontraba la melodía que le había llevado al son. Mario y Gabi no eran capaces en todo de dominar el tempo, aunque la fragilidad turca permitió que en la primera parte no fuese necesario. El Cholo sentó a Adrián más pronto que tarde en busca de una salida abierta y con espacios. Nada. La luz se había fundido.
7.- La suerte atlética es su gen. El espíritu de la plantilla es otro distinto y es capaz de competir en cualquier situación. Esto no dejó de hacerlo y ante un equipo con escasos recursos colectivos y hoy, tampoco sin individuales -exceptuando el gol de Simão-, funcionó. Con las bajas, el Atlético probablemente sea un equipo más vulnerable y no tan superior al Besiktas, pero no deja de crecer: ante la adversidad, competitividad, carácter. Lo decía Zig Ziglar: «No solo es lo que tú tienes, sino cómo usas lo que tienes es lo que acaba marcando la diferencia».
y 8.- Resultado engañoso. Las sensaciones, más. Un Atleti muy superior en el global, pese a ir de más a menos, ante un marcador que se puede truncar en Turquía, donde el ambiente será infernal. Obligado a salir a ganar. Imprescindible trabajo mental.
PD: Adrián. El Ronaldo blanco, que diría Lotina. Jugador creciente, abonado al talento, al tesón y a la imaginación. Futuro.
– Foto: EFE
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