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Lucas Ocampos es la última perla millonaria. Tierra de jóvenes promesas, el argentino debutó y se metió a la hinchada local con sus gambetas y sus vertiginosas cabalgadas sobre la línea de cal del Monumental. Con 17 años se convirtió en uno de los hombres claves del retorno de River Plate a la Primera Divisón Argentina.
Sus actuaciones no pasaron desapercibidas en el viejo continente y fue el Mónaco del magnate ruso Rybolovlev el que se aventuró a pagar lo que pedían desde Buenos Aires: 8 millones de euros por el 50 % de sus derechos, alcanzando el traspaso récord de la Ligue 2 por un joven de 18 años.
Al internacional con las categorías inferiores de la albiceleste, el cambio le pasó factura y sus actuaciones sembraron dudas. Pero la adaptación llegó y el joven galgo, por fín, comenzó a adueñarse de la banda del Luis II de Mónaco hasta hacerse con un sitio en el once de Ranieri. Tras las millonarias incorporaciones de este verano, los ojos de los aficionados vuelven a interesarse por qué sucede en el Principado. Ahí este joven extremo argentino ya brilla con luz propia y pronto dejará de ser un desconocido.
Lucas Ocampos es un extremo diestro atípico, ya que su altura es de 1’87 m. De cuerpo espigado y largas piernas, su apariencia es la de un jugador frágil. Sin embargo, su apodo, La Mole, deja claro que no es así. El argentino es un jugador de gran fortaleza física, de larga y potente zancada y difícil de derribar. Su tren inferior es destacable: muy rápido en la arrancada, veloz en la carrera y con muy buena capacidad de salto. Tiene muy buena utilización de los brazos para proteger el esférico en la conducción y su equilibrio en carrera es excelente.
Quizás pueda mejorar en su resistencia física para llegar más entero al final de los partidos. No es raro que sea sustituido antes del pitido final.
Con 19 años y asentado en Mónaco desde la temporada pasada, Ocampos tuvo que alejarse de su familia recién alcanzada la mayoría de edad. Pese a las dificultades de aclimatación iniciales, el argentino finalmente se adaptó a su nueva vida y eso se reflejó en su juego.
Fuera del terreno, el argentino es un joven normal, aficionado al cine, a jugar con su perro y al buen asado. Sin embargo, su madurez en el campo nunca fue propia de un jugador de su edad: con 17 años debutó con River Plate y enseguida se erigió como titular indiscutible en la banda millonaria. Su temporada fue magnífica y no le afectó la presión de la hinchada. Por tanto Ocampos es un jugador acostumbrado a la presión que no se arruga y que tiene hambre de progreso.
Su carácter es templado; pese a recibir duras entradas es muy raro verle perder los papeles con los rivales o protestar de manera desmedida a los árbitros. Su nivel de concentración ha mejorado mucho esta temporada: ya no se esconde ni se duerme, algo que le sucedió en la Ligue 2, donde se mostró algo irregular y con malas fases durante los partidos. Su mentalidad es totalmente la de un ganador, y tras dos ascensos en dos temporadas aún tiene ganas de más.
La posición natural de Ocampos es la de extremo. Disfruta jugando pegado a la línea de cal, ya sea en cualquiera de los sistemas que ha utilizado Ranieri hasta ahora: jugando en la izquierda con el 4-2-3-1 o en la banda derecha con el 4-4-2.
Según que banda ocupe, Lucas adapta su manera de jugar. Si parte de su perfil natural, el derecho, busca llegar a la línea de fondo, desde donde pueda buscar la asistencia para el delantero. Si se sitúa en la banda izquierda, donde se siente más cómodo, busca la jugada de fuera hacia dentro tirando diagonales y jugando más entre líneas dejando la banda libre para la subida del lateral. Cuando recibe en la banda suele jugarse el uno contra uno, ya que es muy desequilibrante. Sin embargo, tiene muy claro quién es el goleador del equipo y por ello se muestra generoso dentro del área.
Cuando no tiene la posesión del balón, el joven argentino juega con inteligencia y ensancha el campo yéndose a las bandas. Desde ahí intenta ganar la espalda a los laterales rivales tirando desmarques. Al ensanchar el campo logra que Falcao encuentre sus pequeños espacios entre los centrales que tanto necesita.
El argentino suele bajar hasta su campo para perseguir al lateral contrario. Aunque en muchas ocasiones, cuando el Monaco juega con un doble pivote, se olvida de sus tareas defensivas, ya que el equipo está más arropado. Cuando el equipo juega con un 4-4-2 sí que se esfuerza más en las coberturas y es cuando físicamente se le puede ver más cansado.
Técnicamente, Ocampos es un gran jugador. Posee una excelente y elegante conducción del balón: la cabeza levantada, el balón pegado al pie y muy buena punta de velocidad. Además, es muy habilidoso y tiene salida hacia ambas lados, por lo que es muy difícil pararlo con metros por delante.
Su toque de balón es bueno, aunque puede mejorar la precisión de sus centros elevados. En el pase al hueco y corto no tiene problemas. Igual que a la hora de asistir desde la banda si no busca el cabezazo del compañero.
En el uno contra uno es excelente, sus largas piernas gambetean de forma veloz sobre el balón haciendo muy difícil el robo de para el rival. Además, su calidad hace que no sea raro verle hacer bicicletas o elásticas si la ocasión lo requiere.
El argentino tiene un buen disparo a puerta tanto en potencia como en colocación. También goza de buen remate de cabeza, como ya demostró en su época de River. Quizás pueda mejorar en la definición frente si quiere mejorar sus cifras goleadoras: 4 goles la temporada pasada.
Con 19 años ya se ha asentado como titular en una liga competitiva como es la Ligue 1. Presumiendo que el Monaco se clasifique para jugar competición europea, será el año que viene el momento de medir al joven argentino contra los grandes europeos. De momento su margen de mejora es evidente, y los minutos que le está dando Ranieri ayudarán a que el galgo de Quilmes siga levantando a los monegascos de su asiento cuando recibe la bola sobre el verde del Luis II.
* Marc Pons es periodista.
– Foto: AS Mónaco FC
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