Los timadores

por JAVIER SENARIS SENRA el 22 febrero, 2016 • 13:39

Arranca el Super Rugby 2016 con seis franquicias sudafricanas (Bulls, Cheetahs, Kings, Lions, Sharks, Stormers), cinco franquicias australianas (Brumbies, Force, Rebels, Reds, Waratahs), cinco franquicias neozelandesas (Blues, Chiefs, Crusaders, Highlanders, Hurricanes), una franquicia argentina (Jaguares) y una franquicia japonesa (Sunwolves).

La mayoría de los equipos tiene un estilo de juego lo suficientemente definido como para no llevarnos demasiadas sorpresas en cuanto a su desempeño. La clara vocación ofensiva de Hurricanes, Chiefs, Cheetahs, Stormers o Rebels contrastará, de nuevo, con el equilibrio que Highlanders, Waratahs, Lions, Jaguares o Crusaders tratan de mantener para que sus partidos no se conviertan en auténticos correcalles. También hay cabida en el Super Rugby para equipos de juego basado en la potencia de su delantera y con el planteamiento original de destruir la propuesta rival: Brumbies, Sharks y Bulls son los mejores ejemplos. Las dudas en cuanto al rendimiento de Sunwolves, Kings, Reds o Blues las iremos resolviendo a lo largo de la temporada.

2016 es un año repleto de ausencias significativas, son muchos los jugadores que se han retirado tras el Mundial o bien han dado el salto a Europa. No estarán Richie McCaw, Dan Carter, Colin Slade, Bismarck y Jannie du Plessis, Keven Mealamu, Will Genia, Quade Cooper, Adam Ashley-Cooper, Conrad Smith, Ma’a Nonu…

Hay una marcada tendencia a realizar comparaciones entre el estilo de juego del hemisferio sur y el del hemisferio norte. Recordemos que el Super Rugby es una liga de clubes/franquicias con 18 equipos de cinco países diferentes y la única comparación posible con una competición del hemisferio norte es con la Champions Cup (20 equipos de 6 países diferentes). Es incongruente comparar el juego de las franquicias con el de las selecciones europeas que disputan el 6 Naciones, pues nada tiene que ver el contexto de una competición con la otra y sacar conclusiones al respecto es, por definición, erróneo.

El elemento de contraste fundamental entre el juego de los equipos del Super Rugby y los de la Champions Cup es: la mayor continuidad en las jugadas de ataque de los equipos del sur; en lugar de acumular fases –con una intención poco clara en la mayoría de los casos– se dedican a intentar pasar el balón después del contacto (offload) y crear así superioridades sobre la cortina defensiva rival. La pelota se desplaza –no se acarrea– y se generan espacios, aprovechando todo el ancho del campo, para generar ventajas numéricas (2 vs 1) en las alas o bien para el ataque en segunda oleada (las parejas de medios y las 3ªs líneas tienen mayor protagonismo ofensivo que en el rugby europeo). El apoyo constante al jugador que lleva la pelota (para que la pueda descargar cuando la defensa se cierra y/o impacta sobre él), evitando que la jugada se pare y la idea clara del pase extra con la finalidad de concluir la acción con el máximo provecho, y la menor dificultad, son elementos consuetudinarios al estilo de juego de la mayoría de los equipos del Super Rugby y de una minoría de los equipos de Champions Cup.

Hay un mantra que dice que en Europa se conserva la ortodoxia del juego y que en el sur no se defiende y se desprecia el juego de delantera y la sacrosanta melé. Respecto a la defensa un argumento muy simple: viendo el despliegue ofensivo que hacen muchos equipos y la velocidad a la que lo ejecutan (utilicemos a los Hurricanes de 2015 como ejemplo paradigmático), los rivales tienen que mantener un nivel de concentración y trabajo defensivo altísimos para que (prácticamente) cada jugada no termine con un ensayo encajado. La clave está en la velocidad a la que se realizan la mayoría de las acciones (ofensivas y defensivas) respecto a la lentitud imperante en el rugby europeo.

En cuanto a las melés, los Waratahs de Michael Cheika y Mario Ledesma (campeones en 2014) tuvieron en las formaciones fijas uno de sus factores diferenciales de cara a la consecución del título. Sharks, Bulls o Brumbies son otros equipos que sirven para desmontar ese mito tan extendido como poco sustentado.
Se ha intentado justificar, en repetidas ocasiones, que la superioridad de los equipos del hemisferio sur (franquicias y selecciones) en sus enfrentamientos con los del hemisferio norte se basaba en la preponderancia física de sus jugadores; Eddie Jones (seleccionador de Inglaterra) ha sido muy claro a ese respecto:

«I think there are some good young players coming through who are going to break the mould of English rugby. With the right maturation process, I think we have some guys who have potential to be really outstanding Test players. There are a lot of quality players in this team who can make the next step to the world-class level and be a very good side».

El ejemplo inglés es extensible al resto de selecciones europeas; el físico no es más que uno de los factores de la ecuación, las claves pasan por las aptitudes de los jugadores. Tener un rendimiento excelente en una determinada faceta del juego convierte al protagonista en especialista pero es la suma de las facetas la que crea al jugador diferencial, al world-class level.

* Javier Señarís es analista de rugby.

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– Foto: Stefan Postles (Getty Images)