"La audacia tiene genio, poder y magia. Comienza ahora, ponte en marcha”. Johann W. Von Goethe
Que el Barcelona necesita fichar un central está muy claro. Si puede ser Thiago Silva, estupendo, aunque todo pinta a que no va a poder ser y desde luego no por un precio mínimamente razonable. Otra cosa es que los problemas defensivos del Barça vayan a acabar ahí, que no es el caso. Ahora mismo, el equipo de Tito Vilanova, como en parte la selección, tiene un serio problema de balance ataque-defensa dentro de un sistema y un modelo en el que ambas partes del juego se necesitan y no se deberían poder diferenciar.
¿Cuándo sabe uno que el Barcelona está jugando mal? Cuando el partido es un correcalles. En los buenos tiempos de Guardiola, podía haber contraataques rivales, despistes en las jugadas a balón parado o simplemente grandes aciertos de los jugadores contrarios, pero el equipo no se partía nunca. Atacaban todos juntos y así conseguían defender todos juntos, presionar desde la posición ganada y recuperar inmediatamente el balón. De esa manera, además, el ataque siguiente se hacía más peligroso, empezaba más arriba y eso acababa normalmente en 15-20 minutos de Busquets organizando todo el juego anclado en tres cuartos del campo rival.
¿Por qué eso ya no sucede y no tiene pinta de que vaya a repetirse? Bien, repasemos el once ideal de la temporada 2010/11, para mí, la de mejor juego del equipo: la presión empezaba arriba, con Villa, Messi y Pedro. El asturiano estaba en su primer año y con muchas ganas de agradar. Aparte, en el Valencia apenas había ganado nada y buscaba títulos. Su actitud era irreprochable como lo era la de Pedro, y precisamente como eso facilitaba el ataque y todos estaban bien colocados, Messi no tenía que acaparar todos los balones y podía dedicar algo de su esfuerzo a la presión, aunque no fuera mucho.
Eso ahora no sucede: Pedro seguirá corriendo, como lo hará Alexis, pero hay dudas sobre Neymar, aunque su compromiso en la selección brasileña fue irreprochable. ¿Lo mantendrá durante nueve meses en el Barcelona? ¿Y durante las tres temporadas siguientes? Esa es la duda. Si al menos sirve para que Messi tenga menos responsabilidades ofensivas y pueda asumir alguna defensiva, bueno será, aunque yo creo que la mayor ventaja de ese fichaje es que Iniesta podrá volver a ser un centrocampista, al no necesitar el equipo que viva al borde del área buscando la jugada genial porque sus compañeros no desbordan.
Con Iniesta en el centro del campo, el Barcelona vuelve a tener un 4-3-3 y no el 4-2-4 del que abusaba el año pasado. Eso ayudará a recuperar en segunda línea, porque, aunque sus compañeros en la medular sean los mismos que los de 2011, sus cuerpos distan mucho de ser los de entonces: Xavi tiene 33 años y se descoloca táctica y físicamente con facilidad, dejando a Busquets a menudo solo ante las embestidas rivales. Como está solo, se siente frágil, y en vez de defender atacando, defiende como se ha hecho toda la vida: corriendo hacia atrás, tapando huecos. Con miedo. Ese miedo de Busquets, acompañado de unas molestias físicas que le limitan, acaba siendo el miedo de todo el Barcelona, que en demasiadas ocasiones no se decide a poner el rodillo como hacía antes, sino que lo fía a un golpe por golpe del que sabe que casi siempre saldrá ganador.
¿Qué implica el hecho de que Busquets ya no presione arriba sino que se repliegue? Que es más fácil de desbordar, que un solo pase a su espalda o una pared bien tirada ya sirven para crear una ocasión de gol. Y que los centrales se quedan vendidos, en una situación de uno para uno constante y normalmente en carrera. Eso ya es un problema de por sí, pero se acentúa por el hecho de que los laterales no ayudan. Alves no lo ha hecho nunca, no es una novedad, y apenas se le pide que lo haga. Lo que pasa es que Jordi Alba no es Abidal. Cuando tenía a francés –de nuevo, volvemos a la temporada 2010/11–, Guardiola podía jugar en la práctica con una defensa de tres en la que Piqué y Mascherano se anticipaban o iban al cuerpo mientras Abidal corregía de inmediato. Jordi Alba, de momento, no tiene esos conocimientos tácticos y sus subidas constantes descompensan al equipo hasta el exceso, dejando demasiadas veces a Piqué y su acompañante como únicos defensores.
Por eso digo que no es importante solo quién sea ese acompañante de Piqué, sino cómo va a tener que jugar. El Barcelona puede defenderse con la posesión, pero tiene que tener claro que esa posesión hay que llevarla al campo rival y debe ir seguida de recuperación inmediata tras pérdida. Para eso se requiere de una fuerte presión de las dos primeras líneas y una defensa muy adelantada para recoger los balonazos y empezar de nuevo la jugada, es decir, que Neymar se acostumbre a hostigar al lateral de turno, que alguien le dé descansos de calidad a Xavi para hacerse fuerte en el medio del campo y que Busquets se recupere de su pubalgia y pueda volver a multiplicarse.
En los partidos duros, Guardiola tenía la alternativa de Keita, que no era ninguna tontería. Hay un error muy común que consiste en confundir físico con tamaño. Para muchos, entre los que me incluyo, el Barcelona ha tenido un bajón físico descomunal que no se explica por los minutos jugados, sino por la mala colocación en el campo, la exigencia de tantos partidos de ida y vuelta y la pésima condición física de algunos de sus jugadores. Cuando aludimos al físico como un factor decisivo no estamos pidiendo que se fiche a tres tíos de dos metros y se líen a dar patadas, sino simplemente que se maximicen los recursos de los que ya están, porque la exigencia física del sistema, como hemos dicho, es tremenda, extenuante y difícil de obviar en el análisis.
Keita tenía lo mejor de los dos mundos: cumplía con el requisito más banal, el de la fortaleza, y siempre estaba activo y preparado para cumplir su función, fuera defensiva u ofensiva, porque también se hinchó a marcar goles desde atrás. Eso, ahora mismo, el Barcelona no lo tiene y es un problema gordo. Thiago no es Keita, Cesc no es Keita y nadie en la cantera aspira a esa condición, la de suplente de lujo que activa a sus compañeros con sacrificio, energía y técnica a la vez. De lo que tiene el Barcelona ahora mismo en la plantilla, quizá lo más aprovechable para esa posición sería Alexander Song, que en el Arsenal ni siquiera jugaba de pivote sino más bien de interior.
Puede que si Tito ceja en su empeño de volver loco al camerunés haciéndole jugar de central o de organizador y le pone un poco más adelante, la presión del Barcelona mejore sin tener por qué perder en velocidad de juego ni posesión del balón. No digo como sistema, pero sí como recurso, un recurso que ahora mismo el Barça no tiene. Si Song adelanta su posición tras la presumible marcha de Thiago, entonces Mascherano puede volver al pivote para dar descanso a Busquets y ya solo falta la pieza del central soñado para completar el puzzle. Y rezar porque Puyol no se vuelva a lesionar a sus 36 años.
Esto puede ser una locura, pero lo que seguro que no va a funcionar es hacerlo al revés, es decir, fichar a un central y confiar en que se líe a hacer milagros. El rendimiento de ese central y su aceptación entre el público va a depender de cómo le llegue el rival, si agotado después de atravesar trincheras y en uno contra dos o entrando como cuchillo en mantequilla con superioridad de uno o dos hombres. Si lo segundo se sigue repitiendo, puede jugar Thiago Silva, Bartra o quien sea, que va a dar igual. Bueno, igual, igual, no, pero ya me entienden. El reto de Tito es modelar el centro del campo que necesita para esta nueva etapa. Un centro del campo descolocado y agotado porque los delanteros tampoco cumplen su función es una condena para el resto del equipo y eso no hay dinero ni contactos en Catar que lo solucionen.
* Guillermo Ortiz es filósofo y escritor.
– Fotos: EFE
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