Es raro ver a Gareth Bale rendirse y no poder continuar en el campo. Sus médicos lo saben, su entrenador y compañeros también. No es un jugador “blando” y está más que acostumbrado a recibir y soportar golpes y entradas de los rivales. Sin embargo, cuando el galés no pudo continuar en el césped de Lisboa en partido de Champions, algo grave ocurría.
Todas las alarmas se activaron y los peores pronósticos se cumplieron. Bale sufre una lesión en los peroneos de la pierna derecha. Será intervenido quirúrgicamente este martes, 29 de noviembre.
¿Son tan importantes los peroneos?
Los tendones son las estructuras que conectan los músculos al hueso, haciendo que se muevan las articulaciones y provocando la función de estos. En el caso de los tendones peroneos, son dos, el peroneo lateral largo y el peroneo lateral corto, que se originan en la parte alta de la pierna, discurren por detrás del hueso externo del tobillo (maléolo peroneo) y que se insertan en la base del quinto metatarsiano del pie, es decir, en la parte externa del pie, y en la parte interna, justo por delante del arco, en el caso del largo. La función principal de dichos tendones es estabilizar el pie y el tobillo, apoyando al ligamento lateral externo a evitar esguinces y torceduras. Además contribuye al movimiento del dorso del pie hacia arriba y a realizar la eversión del pie, mover el pie hacia fuera.
Las lesiones de los tendones peroneos pueden ser agudas o provocadas por un traumatismo, y crónicas que son las debidas a movimientos repetidos, más relacionadas con las tendinitis.
La lesión más importante que afecta a estos tendones es la luxación o el desplazamiento de los tendones de su sitio, pero afortunadamente es poco frecuente. Se observa tras un traumatismo directo o una torcedura brusca de tobillo, metiendo el pie hacia adentro. Hay pacientes que tienen predisposición a tener esta lesión como son aquellos deportistas de contacto como ocurre en el fútbol, en aquellos que tengan especial tendencia a la laxitud de los tejidos, es decir, que tienen más facilidad para la luxación, o en aquellos pacientes en los que el surco por donde discurren estos tendones es demasiado plano, lo que contribuye a que los tendones tengan mucha facilidad para salirse de su sitio.
¿Qué notó Bale al lesionarse?
Cuando ocurre la luxación, el deportista suele notar un chasquido importante tras una torcedura o un golpe directo, siendo esto último menos frecuente. En la exploración se aprecia una inflamación importante en la región lateral del tobillo, similar a la que se produce en el esguince de tobillo. Sin embargo, hay una diferencia fundamental con el esguince. Los tendones se mueven de forma anómala y pueden ser desplazados hacia delante y atrás en relación al hueso del tobillo. Además podemos reducir la luxación con la manipulación de dichos tendones, pero en cuanto el pie vuelve a moverse o el paciente camina, los tendones se salen de su sitio, provocándose la deformidad, es decir, se vuelven a ver los tendones del tobillo por delante del hueso con el consiguiente dolor e imposibilidad para correr. Para completar el diagnóstico, es importante hacer una radiografía del tobillo para descartar la presencia de una fractura; aunque la prueba ideal para realizar el diagnóstico es la ecografía. Mediante esta técnica se puede explorar de forma exhaustiva todo el recorrido de ambos tendones hasta su inserción, se puede valorar el estado de la vaina o envoltorio de los tendones y la inserción de la funda protectora de dichos tendones (retináculo) en el peroné. La otra ventaja de esta prueba es que se le puede pedir al paciente que mueva el pie en diferentes posiciones y verificar la reducción de los tendones y la luxación cuando el tendón entra o sale de su sitio. Otra opción es la resonancia magnética, pero ésta es una prueba estática, es decir, el pie está fijo en una posición y si los tendones están reducidos y colocados en su posición normal, no se puede verificar la luxación, salvo que haya algún arrancamiento del hueso peroneo donde se anclan los tejidos que rodean a los peroneos (retináculo).
¿Es necesaria la operación?
Si la lesión se diagnostica en el momento del traumatismo, se puede tratar de forma conservadora mediante una inmovilización con férula de yeso durante un período de tres semanas y evitando el apoyo del pie en el suelo. De esta manera, los tejidos que han sido arrancados o avulsionados desde el hueso, pueden cicatrizar. A continuación, se inicia un período de rehabilitación y el deportista puede retomar la actividad deportiva trascurridas 6-8 semanas.
Pero en la gran mayoría de los casos, esta lesión es quirúrgica ya que suelen provocar dificultades para la práctica deportiva, como los regates o la carrera continua, ya que los tendones se luxan y se reducen conforme se mueve el pie, provocando una inflamación muy importante de los tendones peroneos y de los tejidos que los circundan. La técnica quirúrgica que más se suele emplear es la reinserción de todas las estructuras que han sido arrancadas, es decir, reconstruir el techo del túnel por el que circulan ambos tendones. Suelen anclarse mediante unos anclajes o arpones que se anclan al hueso y proveen de una estabilidad muy importante. Además se suele aprovechar para realizar una limpieza de todo el tejido inflamatorio que se forma con los episodios de inestabilidad (sinovectomía). Es muy útil aplicar plasma rico en factores de crecimiento, que como ya se ha comentado en este espacio son plaquetas y proteínas que actúan como señal, atrayendo a nuevas células reparadoras del organismo para que forme una cicatriz y acelere el proceso de cicatrización. De esta manera el dolor se minimiza y los plazos de recuperación se acortan. A continuación se inmoviliza el tobillo con una férula de yeso durante alrededor de entre 2 y 3 semanas para permitir la reparación de los tejidos suturados. Se puede comenzar el tratamiento rehabilitador lo antes posible para intentar evitar la atrofia de la musculatura y la pérdida de movilidad del tobillo. El plazo de recuperación oscila entre 6 y 8 semanas para poder realizar carrera continua y poder incorporarse a los entrenamientos con el resto del grupo. Es una lesión que no deja secuelas, pudiendo tener una vida deportiva plena una vez recuperado.
Volveremos a disfrutar de las galopadas del galés, pero será el año que viene.
* Antonio Ríos Luna es traumatólogo, maratoniano y autor del libro “Del sillón a la maratón”.
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