1.- Así fueron los tres primeros minutos de Ricky Rubio en el partido: canasta en penetración, robo de balón, rebote en defensa, tres asistencias y Heurtel arrinconado en una esquina. El resultado de todo ello fue un 11-3 a favor de España ante una Francia completamente perdida, con Gelabale desaparecido en combate y un Batum que tardaría aún unos minutos en encontrar su jugada favorita: el corte hacia el medio de la zona para posterior suspensión desde cuatro metros. No voy a extenderme más con Ricky porque ya llevo cuatro crónicas con esta diciéndolo: este chico parece rabioso, ansioso por demostrar a todo el mundo que es exactamente el jugador que todos soñamos.
2.- En general, todo el primer cuarto me pareció prodigioso. Probablemente no todo el mundo piense lo mismo, pero a mí me lo pareció: fue el cuarto en el que Francia metió sus pocos triples y en el que los campeones de Europa se defendieron con uñas y dientes de lo que podía haber sido una paliza española, hasta el punto de que, dirigidos por Diot, un excelente base con tiro de escolta, llegaron a empatar el partido a 19. Después, tres triples de España en 40 segundos. El primero, improbable, de Navarro sobre la bocina del primer cuarto. Los dos siguientes, del propio Navarro y Marc Gasol nada más empezar el segundo. De repente, España volvía a estar nueve puntos arriba y de Francia no se volvió a saber.
3.- Parte de culpa tendría la defensa española, sorprendentemente criticada desde los comentarios televisivos y buena parte de la hinchada de Twitter. El experimento de los tres bases volvió a salir mal en ataque –una canasta en juego en cuatro minutos, para un total de siete puntos en seis–, pero funcionó en defensa con una mayor agresividad y un hiperactivo Llull, colocando el partido donde a él le interesaba. En esos mismos seis minutos, Francia apenas anotó seis puntos, y cuando las cosas volvieron a su orden lógico, con Calderón ya como base, la ventaja creció hasta los diez puntos al descanso (44-34). Ya no bajaría de ahí.
4.- Vamos a quedarnos en estos dos nombres: Calderón y Llull. Hablamos de un base consagrado en la NBA y del director de juego del mejor equipo de Europa durante ocho de los nueve meses de competición. No es poca cosa. En lo que respecta a Calderón, ya lo he dicho, le prefiero de tercer base que de segundo escolta. No entiendo el empeño en hacerle jugar en esa posición, pero supongo que es una manera de mantenerle activo y dentro de la dinámica de grupo. Hoy, por ejemplo, cumplió, pese a su 0/7 en triples, pero cumplió como base, desplazando de la rotación a un Sergio Rodríguez al que se le sigue viendo incómodo, aunque se le espera con entusiasmo. En cuanto a Llull, excelente partido. Este Llull puede ser desequilibrante saliendo de cualquier banquillo, pues tiene que hacer lo que mejor sabe: correr y defender como loco, pensar lo justo, cambiar el ritmo de los partidos… Su rol, obviamente, no es el del Madrid, ni lo son sus minutos de juego, pero quince, a esta intensidad, bastan y sobran.
5.- La estrategia de los tres bases volvió a coincidir con la presencia de Serge Ibaka en pista, y durante diez largos minutos créanme que pareció que la tormenta se avecinaba. Ibaka ha crecido tanto en la NBA que se siente incómodo en la figura de tercer pívot. Por supuesto, lo es, pero hay que intentar disimularlo lo más posible. Verle durante diez minutos haciendo de aguador, es decir, poniendo tapones y luchando por rebotes mientras sus compañeros eran incapaces de encontrarle en ataque no era un buen presagio para alguien con tanto carácter y que necesita estar continuamente activo en el juego. Su papel se limitó a bloquear y rebloquear durante todo el segundo cuarto mientras esperaba que llegara algún balón, un desperdicio en toda regla, daño colateral de la estrategia de juego exterior y que esperemos se pueda pulir en el futuro.
6.- No solo la sangre no llegó al río, sino que la segunda parte de Ibaka fue excelente. Orenga supo sacarle antes de lo habitual en la rotación, sustituyendo a un excelente (de nuevo) Pau Gasol, demasiado picado con el siempre batallador Florent Pietrus, y el congoleño de origen se lo agradeció con puntos, mates, rebotes, más tapones y una gran intensidad defensiva. Acabó entre ovaciones, chocando las manos de sus compañeros con rabia, completamente motivado. Buen trabajo del cuerpo técnico.
7.- Vamos al cuerpo técnico un poco, que es el tema de moda: España gana los partidos por más de veinte puntos de diferencia y hay que hablar de algo. En este caso de lo malo que es Orenga, un adagio tan repetido como de momento injusto. No pidamos la luna, por favor, y desde luego no la exijamos. Creo que Orenga se equivoca en la estrategia de los tres bases, incluso temo que esté exigiendo demasiado a sus titulares en una fase en la que normalmente este grupo se toma un respiro –la última vez que España llegó a los cruces invicta fue hace ocho años–, pero no se puede obviar que el trabajo defensivo que ya se vislumbró en el EuroBasket de Eslovenia es excelente y que el equipo, cuando cada uno está en su puesto, juega con una alegría casi olvidada en ataque. Hoy, otras 19 asistencias ante una grandísima defensa. Eso, por obligación, tiene que ser mérito de Orenga, Sito Alonso y compañía. Contando los partidos de preparación, la máxima anotación recibida por España ha sido de 70 puntos. Ya en competición, los 64 encajados hoy son el tope.
8.- Esto tiene que ver con una percepción que me parece peligrosa y que ya se veía venir, pero que el propio buen juego de la selección lo está agravando: la exigencia absoluta. Los comentaristas parecían hoy algo mustios con el juego de España. No había sido del todo perfecto: este fallo en defensa, este rebote mal cerrado, esta precipitación en ataque… Bien, todo eso existió y hay que decirlo, pero preocupa el aficionado medio que ve a su equipo ganar por veinte puntos de diferencia al campeón de Europa –sin Tony Parker, vale, pero un equipazo que compite de maravilla encabezado por uno de los mejores jugadores de las finales de la NBA– y musita: “No es esto, no es esto”.
9.- Cuidado, porque exigir la luna, ya lo hemos dicho, es peligroso. Que esta generación se haya vuelto a reunir, que se muestre con ganas de aguantar incluso dos años más, que después de seis finales en los últimos ocho años siga compitiendo, compartiendo y defendiendo así tiene un punto que desafía toda lógica deportiva. Estamos dando por hecho que hay que ganar el campeonato y que hay que ganarlo como si los demás no jugaran, como si los Brasil o Francia de turno no fueran rivales de nivel. Eso es terrible porque impide al aficionado disfrutar, le pone una presión enorme al jugador y le da a todo un aire 2007 que echa para atrás. No siempre vamos a jugar bien, pero hoy jugamos de maravilla. Yo así lo sentí, al menos. Con errores, pero mínimos. Limitando y castigando al rival por dentro y por fuera. Cuarto partido en cinco días y piernas y cabeza a tope. Relajemos la crítica, por favor.
y 10.- Precisamente esa exigencia de perfección puede llevar a cálculos erróneos por parte del propio equipo. No es necesario ganar todos los partidos de paliza si es a costa de una excesiva dependencia de los jugadores titulares. Por supuesto, llegado el momento, estos habrán de tirar del carro, pero me parece que borrar así de un plumazo, aún en la liguilla, a Felipe Reyes, Abrines y Claver es un poco peligroso, como lo es que Marc Gasol vuelva a rondar los 30 minutos con dos grandes suplentes listos para permitirle descansar. Como siempre he dicho, son dinámicas que solo se entienden desde dentro y que se justifican en entrenamientos y estados físicos, lo que pasa es que igual que uno se acuerda de 2007, también se acuerda de 2004 y cómo apurar por ser primeros de grupo a toda costa no solo propició el cruce con Estados Unidos, sino que dejó a más de uno con la lengua fuera. Disfrutemos de cada partido como si fuera el último porque en algún momento lo será.
* Guillermo Ortiz es filósofo y escritor.
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