Los pecados capitales del Real Madrid

por el 20 mayo, 2013 • 10:25

En la final, en su propio estadio, el Real Madrid puso fin a su temporada a nivel competitivo. Solo quedan 180 minutos de papeleo y burocracia en el campeonato liguero, que dejó de importar desde hace tantos meses que parece que cada fin de semana es una penitencia para el conjunto blanco. No hay objetivos en mente y pronto empezarán los tabloides de todo el mundo a postular y relacionar futbolistas sobre los que el conjunto blanco pondrá sus miras para ilusionar de nuevo a una afición dolida. El mercado de fichajes ya está abierto para el Real Madrid y, lo peor de todo, la temporada aún no ha finalizado de manera oficial.

Sería oportuno en estos instantes, tras una dolorosa derrota ante su propio vecino, que llevaba 14 años sin saborear la victoria frente al bloque merengue, empezar a analizar los problemas que ha presentado el Real Madrid durante toda la larga travesía vacía que ha sido la presente temporada. Quizás ha sido el último partido de un proyecto que ha vencido bastantes fobias y ha dejado buenos momentos pero al que le ha faltado redondearlo. Y lo más negativo es que deja un recuerdo negro y lleno de incertidumbres.

Digamos que el conjunto dirigido por José Mourinho ha repetido una serie de errores o pecados capitales que han ido mermando las grandes capacidades de una plantilla amplia, con diversas variantes, pero que firma el peor año del preparador portugués desde que aterrizara en territorio español. La autocrítica es el primer paso para mejorar y edificar un futuro mejor. Y hoy es el día más acertado. Hay que fijar las debilidades para subsanarlas en un breve espacio de tiempo. Es el momento de una introspección.

FALTA DE PEGADA, NO DE OCASIONES

Históricamente, al Real Madrid siempre se le ha definido como un equipo certero, capaz de jugar un mal o pésimo partido y producir unas escasas ocasiones que le servían para sentenciar encuentros. La famosa pegada. Este año al conjunto blanco le ha sido esquiva dicha suerte. En el fútbol, más que las sensaciones, lo más crucial es saber certificar tu dominio materializándolo en el marcador. Muchos asocian esta falta de gol a una falta de juego que nunca ha existido.

Según el portal Squawka, el Real Madrid es el equipo que más ocasiones produce de toda España, pero todavía hay una estadística más significativa y que refleja la cruda realidad. Tiene un porcentaje acierto de 18’9 %, inferior al del resto de semifinalistas de la Champions League: Barça (28’9 %), Bayern (22 %), Borussia Dortmund (21’3 %). El conjunto blanco ha sido poco contundente a la hora de materializar sus momentos de dominio sobre el césped en comparación al resto de sus rivales. Esto daría lugar al siguiente pecado que ha cometido el plantel madridista, pero antes habría que hacer un inciso.

De los 96 goles anotados en el presente curso en la liga, 34 de ellos llevan la firma de Cristiano Ronaldo. Habla de la dependencia y la falta de carga de área que ha tenido el Real Madrid, que queda redondeada con la temporada autista de Karim Benzema, capaz de lo mejor e irregular ante todo, y la de un Gonzalo Higuaín que en las grandes citas tiene que contar con su fallo en la definición. La insípida temporada de ambos y una línea de tres cuartos que, salvo Cristiano, no ha conseguido aportar con su llegadas de segunda línea, demuestra y agrava aún más la falta de acierto del conjunto blanco.

En el deporte, donde marcar pesa más que cualquier cosa, fallar y fallar acaba pesando en el resto del grupo. En la final de Copa, el Madrid tuvo minutos de alta producción, pero un heroico Courtois y, una vez más, la falta de naturalidad para afianzar el dominio llevaron al equipo blanco a llegar al siguiente pecado que más se ha repetido en la actual campaña.

CRSIPACIÓN Y DEPRESIÓN

El conjunto blanco es el equipo puntero que más depende de sus emociones para certificar una victoria, hecho que lo convierte en un equipo absolutamente bipolar e imprevisible, con sus virtudes y sus defectos. Lo explicábamos en el anterior punto, pero tras errar y errar durante un lapso de tiempo donde se dominó el encuentro, el equipo entró en esta fase.

Comenzaron las precipitaciones, los errores técnicos y los regalos de balones frente a equipos que saben armar una transición efectiva como el Atlético como ejemplo reciente o el Borussia Dortmund. Se busca antes el gol que generar la ocasión y todo el bloque acaba por convertirse en un sumidero de pérdidas que termina beneficiando al equipo rival. Por todo este conjunto de motivos, la figura de Di María es una arma de doble filo. Su actividad desenfrenada durante la fase de crispación puede contagiar al grupo, o puede que su mala toma de decisiones agrave más una situación poco deseable. Depender tanto de sus sentimientos ha condenado en determinados partidos al Real Madrid y es una de los razones de que la temporada finalice sin ningún título nuevo.

Si la situación no podía ir a peor, estábamos equivocados. Si el equipo rival anota un gol, el equipo entra en un estado mental que es un híbrido entre la depresión y la ansiedad. Todo queda más desdibujado que antaño y se ceden incluso fases de dominio, un privilegio innecesario cuando el marcador es adverso.

Todo queda ejemplificado con la figura de Cristiano Ronaldo, que en la final estalló. No era el día indicado, pero motivos no le faltaban. Héroe durante gran parte de la temporada, la responsabilidad le pesó y acabó expulsado en el partido en el que más se le echaba en falta. Una jugada suya, un disparo e incluso una falta directa lanzada por él puede cambiar todo. Sin él, las opciones del Real Madrid se apagaron y recordaron al ‘7’ de antes de la llegada de Mourinho. Ansioso e impaciente, siendo una víctima más de todo el cúmulo de sensaciones que rodean al conjunto madrileño, aunque elaboró jugadas peligrosas y no faltó a su cita con el gol. Su imagen yéndose antes de tiempo es una síntesis pragmática de lo que se ha estado repitiendo durante todo el año.

PÉSIMA DEFENSA A BALÓN PARADO

José Mourinho, tras la derrota en el Ramón Sánchez Pizjuán: «No podemos trabajar mejor las jugadas a balón parado, no podemos. Cada jugador sabe su misión, cada jugador sabe su posición, cada jugador sabe sus responsabilidades individuales, cada jugador sabe quién es su oponente, si marcamos en zona sabe cuál zona tiene que ocupar, tenemos gráficos en el propio vestuario. Primer minuto, primer córner, primer gol encajado y esto para mí es una mala imagen de mi equipo».

Empezó como un ligero problema a principio de temporada, con meses por delante para corregirlo, y definitivamente cada jugada a balón parado se ha convertido en una pesadilla para el Real Madrid. Se junta lo psicológico con lo táctico, un momento de despiste o fallo en la marca se convierte en un suceso trágico. La realidad es que a día de hoy no se ha solucionado ninguno de los problemas iniciales en este tipo de jugadas, y el cabezazo de Miranda costó poder levantar el único título en el que tenían opciones reales.

Ni la llegada de Diego López, un guardameta de buena planta y altura, ha solventado estos problemas colectivos. Ha habido una mejoría individual, está claro, pero lo que destila este Real Madrid en cada córner o falta lateral es temor y miedo. Refuerza más la idea de que al equipo le ha faltado constancia y tensión competitiva en este tipo de jugadas.

El Atlético de Madrid se une al club de los Getafe, Valencia, Sevilla y compañía que han sacado auténtico petróleo de este tipo de situaciones. Todo comenzó en agosto con aquella falta envenenada de Tino Costa y terminó en la final con el cabezazo del central brasileño rojiblanco. Nunca se consiguió defender con soltura y, al final, el Real Madrid ha pagado caro este error.

MALA DIRECCIÓN DE CAMPO DE JOSÉ MOURINHO

Evidentemente, un entrenador nunca queda al margen cuando está en un club de tan altas prestaciones y exigencias como el Real Madrid. Su lucha por erradicar distintas fobias que habitaban en el Santiago Bernabéu es algo loable y que merece reconocimiento. Dejar de caer ante equipos menores en Copa del Rey, superar la maldición de los octavos y poder mirar cara a cara al Barcelona durante noventa minutos son hazañas que nadie le quitará. Pueden ser fáciles o no, según las inversiones, pero algo verídico es que el preparador portugués ha sido el único en una amplia nómina de entrenadores en lograrlo.

Eso no quita que cometa errores o que sus decisiones durante los partidos no sean a veces las adecuadas. Es algo que se venía repitiendo desde los partidos frente al Málaga en La Rosaleda o contra el Valladolid en la primera vuelta. En la final, el 4-3-3 tuvo gasolina hasta el minuto 25 y el cambio de esquema posterior, al habitual 4-2-3-1, tampoco solventó grandes problemas.

Se alejó a Luka Modric de la base de la jugada cuando era el futbolista que más daño estaba haciendo al Atleti, tanto filtrando pases como con magistrales conducciones. Se le sumó un Xabi Alonso errático que está exprimido físicamente y que cometió pérdidas que no son habituales en él. Parte de la responsabilidad para sacar el balón jugado era para Essien o para un Khedira que, en circunstancias adversas, no puede ser nunca la principal opción de salida.

Los cambios realizados tampoco tuvieron el efecto deseado, unos por obligación y otro por la moneda al aire que es Di María, como ya hemos explicado antes. Su dirección de campo en determinados partidos ha podido ser bastante mejorable; lejos de querer ayudar a su equipo inyectaba adrenalina a un hipocondríaco que no lo necesitaba

No es el único culpable de la derrota; generalizar y buscar un culpable en un deporte colectivo está mal. Simplemente fue un cúmulo de causas que han terminado por explotar en el peor día posible, en la única final que disputaban esta temporada, dejando una posible despedida amarga.

* Paola Cid.


– Fotos: Alberto Martín (EFE) – Reuters – Helios de la Rubia (Real Madrid)




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