1.- Hay un león y el domador. Son el Málaga y el Barça. El león conoce las malas pulgas del domador, al que no hay fiera que se le resista, así que sale agazapado, garras guardadas para el momento justo. El domador usa estetoscopio para auscultar las constantes vitales de lo que tiene delante. Xavi e Iniesta ordenan el chequeo, advierten cómo le late el pulso al equipo de Pellegrini y le pasan a Busquets las instrucciones para marcar el ritmo adecuado. Ante un león formidable, el emperador de las zonas medias hace restallar el látigo.
2.- Y de la mezcla entre un león formidable y el prodigioso domador nace otro partido memorable, repleto de momentos de ensueño, otro partido para la colección de grandes obras porque esta vez enfrente hay un equipo sobresaliente que combina brillantes conductores (Joaquín, Isco), atacantes del costado (Eliseu), un descargador de balones (Santa Cruz) y el rey de la posición (Toulalan). Es un gran Málaga el que se despliega en la Rosaleda, pero choca con un domador feroz.
3.- El equipo local atiende al plan de robar y activarse. El plan le dura lo que un azote de látigo. Mucho antes del gol de Messi, regalo de Camacho, el Barça ya ha sometido a la fiera. Lo hace con el conocido libreto del fútbol posicional pero alternando ritmos. Ya no es el Barça de Xavi o el Barça de Cesc, ni siquiera el Barça de todos que empezó a vislumbrarse hace bastantes jornadas: es el Barça fusión, donde todos juegan de todo, mezclan ritmos y la sociedad se convierte en ilimitada, una especie de unicornio, con piernas de purasangre y cerebro de científico, nada por aquí, nada por allá.
4.- Funambulistas, peloteros, velocistas e investigadores del espacio imposible se juntan para lograr lo que parecía incompatible: el juego de posición más ortodoxo con la máxima orientación vertical. La ocupación absoluta del terreno, la posesión abundante del balón, la generación incesante de hombres libres entre líneas, la triangulación sin tregua, todo ello ocurre mientras el equipo avanza en vertical, como una plaga que lo engulle todo sin piedad.
5.- El excelente Willy Caballero apenas es una víctima más de este equipo que bate récords y suma más puntos que nadie antes. Incluso tras encajar el primer gol y quedar groggy, el Málaga se repone y juega unos minutos magníficos, con Eliseu, Isco y hasta Joaquín buscando cargar contra el costado de Alves y Piqué, sin encontrar sitio para pinchar. El Barça replica con velocidad y vértigo, fórmulas que hace un año le sentaban mal al equipo y con las que ahora se siente como en el sofá de casa. Mezclan Xavi y Cesc, uno piensa, el otro corre, el Barça vuela.
6.- Hasta que en un gesto claramente visible, como si fuese un toque de cornetín, Xavi da la orden de parar. ¡Calma!, grita con los brazos abiertos en el minuto 36. Toca rondo. Messi, que primero dominó el costado derecho y más tarde se hizo dueño del centro, empieza a visitar la banda izquierda, lo que ya puede ser el colmo visto que el peso de ese costado es considerable, sumados Iniesta, Alba, Cesc y estas recientes apariciones de Leo mientras Pedro ejerce de 9 gaseoso (ahora está, ahora no está).
7.- El concierto lo dirige Busquets. Con sencillez, sin más. Cada violín suena más afinado: el de Messi, agudo; el de Xavi, sobrio; el de Cesc, vibrante; el de Iniesta, ingrávido. Ponerle más calificativos a cada uno puede ser un ejercicio agotador y, probablemente, mezquino. Si Messi asesinó todos los adjetivos hace tiempo, dejémosles reposar en su cementerio y asistamos boquiabiertos al concierto coral. Son los niños del coro.
8.- Uno imagina entonces que al Málaga se le puede hacer muy largo el segundo tiempo pero, en realidad, se le hace eterno. La majestuosidad silenciosa de Busquets imprime carácter a esos 45 minutos destructivos del Barça en los que Iniesta parece haberse quitado cualquier peso de encima, cualquier temor, cualquier timidez, y muestra su auténtico rostro, el del ilusionista. El Barça líquido está en manos de futbolistas gaseosos, inasibles.
9.- Todavía chirrían algunas cosas, digámoslo todo. Está creciendo -y mucho- Dani Alves en la derecha, aproximándose al que fue en sus buenos tiempos, intentando abarcar todo el costado derecho, pero sigue centrando mal, como casi siempre. Va mejorando Mascherano por contagio de Piqué en una defensa que no ha concedido ninguna acción de peligro en el juego (solo a balón parado), pero todavía conserva esa milésima de precipitación. Sigue chirriando el remate de Alexis para placer de tribuneros insaciables. Desde luego, este Barça no es perfecto… pero se acerca.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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