"La clave del éxito no es jugar como un gran equipo, sino jugar como si el equipo fuera una familia". Stephen Curry
Fútbol 2011-2012 / Eurocopa 2012 / Selecciones
Cierto día escuchamos a un entrenador decir a sus jugadores antes de la gran final: “Si perdéis continuaréis siendo los mejores. Si ganáis, seréis eternos“. Similares palabras retumbaban en el túnel de vestuarios de Kiev. Enfrente, la gran Italia, una gran Italia, alegre, certera, punzante, columna vertebral memorable: Buffon-De Rossi-Pirlo-Cassano-Balotelli. Italia de palabras mayores. Pero los ojos no engañaban. Había luz en los ojos. Mucha luz en algunos ojos antes de empezar, como si la luz no llegara de fuera, sino que surgiera del interior: sabían lo que se hacían. Sabían lo que querían hacer. Para llegar a la meta es obligatorio saber dónde está situada exactamente. Sabían lo que querían y se percibía en esos ojos brillantes de los instantes previos. Lo esencial -recordad- nunca está a la vista. Y el secreto vivía en esos ojos iluminados.
Italia se siente grande. Lo es. Lo fue y vuelve a serlo. Ramillete de peloteros excelsos. De Rossi soberbio, Pirlo imperial, Buffon incombustible, centelleantes Cassano y Balotelli. Tan grande que acepta el pulso del balón. Lo quiere, va a por él, a por el título. Y esas son condiciones inéditas para España en la Eurocopa, donde todos los rivales se enmurallaron. No Italia y eso, ay amigo, no se le hace a Xavi y compañía. Quince minutos exorbitantes crujen las cuadernas del navío azzurro. Del Bosque no engaña y sale con sus diez titulares más un 9. Le toca a Cesc como el primer día, seleccionador de ciega confianza en sus hombres y sus planes, incluidos los minutos programados para los cambios (60′, 74′, 85′, constantes).
Diez monstruos construyen el hábitat idóneo para que reaparezca Xavi Hernández. ¡Menudo día para volver! Diez monstruos, de principio a fin. Desde las manoplas inverosímiles de un Casillas de oro hasta la determinación de tuneladora de un Cesc afirmado como atacante feliz. La brutal solidez de Ramos, regenerando a un Piqué que vuelve a parecerse a sí mismo. El incansable Jordi Alba, diseñador de nuevas avenidas por el costado izquierdo, terreno inexplorado en torneos anteriores, costado fuerte ahora en esta España. Los dos mediocentros superpuestos cuya convivencia no solo ha sido posible, como en el Mundial, sino imprescindible, conseguida gracias una inteligencia táctica que no se compra en los mercados. Y los interiores preclaros, hijos del quiebro y la conducción, desequilibrantes, generadores de espacios, edecanes de Xavi. Diez monstruos que permiten a Xavi desenfundar la escuadra y el cartabón el día decisivo a la hora adecuada. España on fire, colectivo sin mácula, fútbol contundente a partir del juego posicional más la posesión defensiva, magnífica aportación de Vicente del Bosque, líder silencioso de un equipo que ha debido superar mil dificultades rodeado por un entorno bobo y miserable, el mismo que hoy enarbola, euforizado, un estilo de juego que mañana calificará como cosa de blanditos, aburridos y meapilas. Una forma de jugar que ha permitido un triplete eterno.
– Foto: EFE
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