La semifinal que enfrentó a neozelandeses y sudafricanos transcurrió según el guión previsto: ocupación, posesión e intención ofensiva del equipo de Steve Hansen; trabajo físico, juego cerrado y el pie de Handré Pollard para los africanos.
Es conveniente y necesario recurrir a los datos para evitar algunos tópicos generalizados; no fue en el scrum donde más sufrieron los All Blacks (dos penales sobre los 14 con los que terminaron el partido y un scrum perdido con introducción propia). Su principal lastre fueron las infracciones en el breakdown y las señalizadas por fuera de juego. Los neozelandeses consiguieron contrarrestar con solvencia los mauls (principal arma ofensiva de los Springboks durante todo el torneo) y fueron capaces de robar cuatro lineouts (evitando así la formación del maul y recuperando la posesión).
6 penales de los sudafricanos por 14 (7 en campo propio) de los neozelandeses, los 18 puntos del equipo de Heyneke Meyer tuvieron la misma procedencia.
El resto de las estadísticas son claramente favorables al equipo de Steve Hansen:
67 % de ocupación, 57 % de posesión (con la cual recorrieron 387 metros y ganaron 53 veces la línea de ventaja, que contrastan con el 43 % de posesión sudafricana para 149 metros y 25 ventajas). El concepto de posesión útil neozelandesa está presente incluso en los partidos más complicados y menos lúcidos.
Placaron más los de Meyer (131 por 83) y sobre todo fallaron más placajes (20-3). Vuelve a quedar patente que la defensa sudafricana sufre mucho cuando se ve obligada a bascular. Otro dato importante, 9 balones recuperados por parte neozelandesa y 6 recuperaciones sudafricanas; la defensa de los All Blacks tuvo la virtud de arreglar algunos de sus propios errores.
El partido nos deja dos nuevos récords neozelandeses: son el primer equipo en ganar 13 partidos consecutivos en la historia de los mundiales; y Richie McCaw se ha convertido en el jugador con más capitanías en los mundiales: 12.
El próximo sábado sabremos si los All Blacks consiguen el último desafío que tienen pendiente: ser el primer equipo en conseguir el tercer título mundial y dos de forma consecutiva. El rival de los All Blacks en la final del Mundial 2015 será Australia.
El equipo de Michael Cheika salió con las ideas muy claras, encerró a los argentinos en su propio campo y en menos de 10 minutos había conseguido dos ensayos (de los cuatro con los que terminó el partido).
La única vía de Los Pumas para sumar puntos fue (como en el caso sudafricano ante los All Blacks) a través de los penales concedidos por la defensa australiana: 12 en total –7 en campo propio–. El 33 % de los penales australianos fueron concedidos en el scrum, lo cual es una ventana abierta para lo que pueda suceder en la final contra Nueva Zelanda.
Los Wallabies placaron más (142 a 95) y recuperaron más balones en los puntos de contacto -10 a 5- gracias a la titánica labor de David Pocock y Scott Fardy. La tercera línea australiana se mostró superior en el juego abierto y sirvieron de soporte en los momentos en que los argentinos se lanzaron al ataque.
Los Pumas cumplieron con el plan que habían desarrollado durante todo el Mundial: recorrieron más metros con la pelota (556 frente a 352), hicieron más offloads, rupturas y ganaron más veces la línea de ventaja. Ahí fue donde forzaron a los australianos a cometer los penales. Derrota justa, pero con muchas lecturas positivas para el futuro.
Michael Cheika fue nombrado seleccionador australiano el 22 de octubre de 2014. 368 días después, Australia se ha clasificado para la final de un Mundial tras 12 años sin lograrlo.
Australia puede conseguir el próximo sábado el doblete Rugby Championship-Rugby World Cup. Para ello solo tiene que volver a ganar a los All Blacks. Este año ya lo ha hecho.
* Javier Señaris es analista de rugby.
– Foto: Getty Images
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