El Betis, actualmente, es un equipo miedoso, sin confianza alguna. Un solo error basta para dilapidar todo lo hecho. No existe una fortaleza mental que sostenga la creciente exigencia a la que el equipo está expuesto. Esa falta de autoestima ha provocado que la llegada de Juan Carlos Garrido al banquillo bético no haya implicado el cambio de dinámica que se esperaba: el técnico valenciano no ha sido capaz de trasmitir el aire nuevo necesario para regenerar el ánimo de un plantel realmente tocado.
Los goles marcan los estados de ánimo, y en el Betis la ausencia de ellos, en gran parte por la baja de Rubén Castro, fueron mermando hasta llegar a una situación especialmente preocupante como la actual. De hecho, la falta de determinación, cual tifón, destruyó mucho de los conceptos futbolísticos del equipo, los cuales no hace mucho habían alzado al Betis a competiciones europeas. Y cuando la pelota no entra, el primero en firmar el finiquito siempre es el entrenador. Así fue en el caso de Pepe Mel.
Es tan condicionante el factor mental actualmente en el Real Betis que prácticamente no se han podido observar grandes variaciones en el aspecto futbolístico con el cambio de entrenador. Las inseguridades siguen siendo las mismas y los errores generados por el nerviosismo eclipsan el potencial de la plantilla. Aunque es cierto que Garrido ha rehuido de una idea rupturista con respecto a la etapa de Pepe Mel, el difícil clima reinante ha impedido ver realmente qué receta propone el exentrenador del Villarreal para salir de tal situación.
Equilibrio es la palabra más repetida por Juan Carlos Garrido desde su llegada, y no es extraño. Hace ya bastantes semanas que el Betis es un equipo que se desordena con una facilidad pasmosa fruto de su nerviosismo, la misma facilidad con la que acumula desajustes defensivos previos a recoger el balón del fondo de su portería. El técnico bético, conocedor que este problema tiene su raíz en un mal ataque y escasez de profundidad, ha intentado que se gestionen las posesiones con algo más de serenidad y de inteligencia a la hora de la elección del pase. La ejecución no ha sido constante hasta ahora.
El equipo verdiblanco está lejos de mostrase como un bloque: encadena errores de bulto con la frecuencia que el máximo nivel no permite. Los rivales están encontrando en la altura de la zaga bética un filón demasiado rentable. Un pase filtrado es casi una garantía de éxito ante una pareja de centrales que sufre corriendo hacia atrás. Es decir, los riesgos que el equipo asume están penalizándolo demasiado. Por otro lado, el nerviosismo tanto de Guille Sara como de Stepham Andersen en la portería bética se une a fallos en marcajes y una falta de coordinación notable. No es osado decir que actualmente el Betis, junto al Rayo Vallecano, es el equipo más blando defensivamente de la liga.
Garrido se muestra convencido de que más allá del nivel exhibido por el equipo en las últimas fechas, esta es una plantilla que está rayando a un nivel considerablemente inferior al que su potencial dicta, que el bloqueo mental de sus futbolistas genera las deficiencias técnicas y tácticas que padece actualmente el Betis. Por ello, el nuevo entrenador bético sabe que para sumar desde la pizarra, para que sus jugadores marquen las diferencias tanto desde la individualidad como desde el colectivo, necesita eliminar la actitud derrotista y el rostro pusilánime que actualmente reina en Heliópolis. El Betis necesita sonreír para ser.
* Miguel Verdugo.
– Foto: Miguel Ángel Morenatti (As)
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