Los barbudos

por el 9 enero, 2014 • 19:18

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En el verano del 2000 se cruzaron en las oficinas del Real Madrid dos cerebros privilegiados del deporte. Mientras uno salía tras seis años de excelentes prestaciones, el otro llegaba para convertirse en el ancla del futuro de una institución que ya por aquel entonces añoraba tiempos pasados. Fernando Redondo se iba en contra de su voluntad, la de Vicente del Bosque y la de una parte de la afición, que incluso llegó a manifestarse junto al Santiago Bernabéu, algo que no se ha vuelto a ver en el planeta blanco. Solo Florentino Pérez veía con buenos ojos aquel movimiento. Llegaba Raúl López, por entonces el segundo fichaje más caro de la historia de la ACB y el proyecto de estrella con más fundamento del baloncesto español (sí, por delante de Juan Carlos Navarro y Pau Gasol). El equipo de fútbol se quedaba sin cinco y el de baloncesto se llevaba al base. Uno vendía una parte de sus cimientos y comenzaba a cambiar el tejado (Figo y todo lo que le siguió) y el otro emprendía una construcción ortodoxa. Y todo bajo el mismo paraguas.

La historia, en cambio, es muy caprichosa, y lo que entonces puso ser calificado de locura resultó salir bien. Y lo que parecía seguro, voló por los aires. Y no solo en lo que al Real Madrid se refiere. Redondo casi no jugó en el AC Milan por culpa de las lesiones y acabó retirándose cuatro años después. Raúl López fue elegido en el draft del 2001 por Utah Jazz (nº24), que veía en él la mejor medicina para paliar el dolor de un futuro sin Stockton, y dejó el Madrid un año después. Pero se lesionó y su paso por la NBA fue muy gris. No pudo ser lo que prometía. Volvió a fichar por el Real Madrid, ganó la ULEB y una liga, y ahora sigue dando lecciones en Bilbao.

Nueve años tuvo que esperar el club blanco para tener un mediocentro del calibre de Fernando Redondo (que me perdonen Makélélé, Gravesen y Pablo García si me están leyendo). Xabi Alonso llegó de Liverpool tras hartarse de Rafa Benítez, igual que se han hartado algunos de esperar a que renovara. Es curioso que algo tan normal como renovar cuando se está acabando tu contrato se haya convertido en una rareza entre los clubes y futbolistas más importantes del mundo, que parece que estén en negociaciones perpetuas para renovar tres años antes de que terminen. Y si no que se lo pregunten a Faus. La importancia del jugador de Tolosa con todos los entrenadores con los que ha jugado se resume muy bien no ya en sus estadísticas o rendimiento, sino en la cara de Carlo Ancelotti durante los últimos meses cada vez que le preguntaban por su renovación. Menudas navidades ha tenido que pasar. Al final ha renovado (hasta el 2016), algo de lo que se alegran el entrenador italiano, sus compañeros, los aficionados, su banco y las revistas de moda y estilo, que han hecho de la barba del mediocentro un icono publicitario.

Pero para vello facial el de Sergio Rodríguez, que también ha renovado (hasta el 2018). Una barba más poblada y desaliñada, pero igual o más carismática que la de su compañero de club. Si el Real Madrid se pasó nueve años si un mediocentro de bien (¿qué coño significará esto?), la sequía de bases en el baloncesto fue de ocho. O casi diez, para ser más exactos. El canario llegó al Real Madrid en el 2010 desde la NBA, pero no fue hasta los playoffs del 2012 cuando comenzó a rendir del modo esperado. Apenas un mes antes el Madrid había fichado Dontaye Draper, por aquel entonces uno de los bases más brillantes de Europa y ahora convertido en una suerte de especialista del tercer cuarto por Pablo Laso. Que Sergio Rodríguez es ahora el mejor base de Europa y que no hay humano medianamente sensato que no disfrute viéndolo con el balón en las manos es tan cierto como que con Messina, Lele Molin y Laso (en sus primeros meses) no jugó ni la mitad de bien que ahora. Desconozco los motivos.

Hace muy bien (no me entra en la cabeza que hubiera actuado de otra forma) el Real Madrid en renovar a ambos. Con, quizá, tres de los cinco mejores jugadores de Europa en tu plantilla y uno de ellos con la NBA en la puerta de su casa, lo normal es que intentes amarrar a los otros dos. En el caso del base, el dinero no debe ser un problema (en Europa hay varios equipos que estarían encantados de pagarle más de lo que cobra en Madrid), pues no hay un estilo de juego en el que sienta más a gusto. Y a Xabi Alonso le costaría encontrar un lugar en el que sea más valorado que en el Real Madrid actualmente. Si por Ancelotti fuera, lo pondría a jugar aunque estuviera cojo.

Durante el próximo lustro seguirán gobernando los barbudos en el Real Madrid. Eso, si no se afeitan antes, que ya saben que todo pasa de moda. Recuerden que en los años setenta se llevaban los pantalones de campana; en los ochenta, las hombreras; y en los noventa Alejandro Sanz las volvía locas.

* Darío Ojeda.

– Foto: ACB Media




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