Logro desbloqueado

por el 26 noviembre, 2015 • 9:50

 

Había tantas dudas y debates acerca de la temporada 2015 de Novak Djokovic que él mismo se ha encargado de despejarlas a base de victorias, títulos y formas. Sobre todo formas. El serbio, gran y único dominador del año, no quería llegar hasta el final de este trayecto para terminar perdiendo el combate, ni siquiera en los puntos. Según fueron pasando los meses y, junto a ellos, los éxitos, las metas del número uno del mundo cambiaron de rumbo. Salir campeón cada domingo pasó de ser el fin a convertirse en un eslabón más de una cadena que empezó en enero y que se cerró el pasado domingo. Una senda que parecía inalcanzable para cualquier humano, ahora es una realidad y tiene nombre y apellidos. Es Novak Djokovic, jugador nacido en Belgrado hace 28 calendarios y tenista profesional desde que cumplió los 16 años. Él ha sido quien ha roto todos los moldes escritos hasta el momento, realizando la mejor temporada de un jugador en la historia de este deporte. Oigo protestas en la sala, es normal, ni su propio entrenador está de acuerdo. Por ello se hace más necesaria la aportación de los periodistas, no para implantar una opinión única, sino para dar a conocer lo que ha hecho este extraterrestre, dar a conocer las cifras de una etapa irrepetible y ofrecer así un nuevo punto de vista. ¿Quién sabe? Puede que muchos de los que ahora muestran su desconformidad, al terminar la pieza me den su aprobación.

Seré breve. Dieciséis torneos disputados resueltos con quince finales (todas de manera consecutiva) y once títulos. Tercer jugador en alcanzar las cuatro finales de Grand Slam en un mismo año. Primer hombre en disputar ocho finales de Masters 1000 en el año y primera raqueta en levantar seis. En total, 88 partidos desgranados en 82 triunfos y 6 derrotas. Novak Djokovic, récord absoluto de ganancias económicos a final de temporada (21.592.125 millones de dólares) dejando como segunda cifra más alta los 14.570.935 de Rafa Nadal en 2013. Récord de puntos al cerrar un curso regular (19.925). Y número uno del mundo al bajar el telón por cuarta ocasión en su carrera. De sus 36 enfrentamientos ante el top-10, los datos señalan 31 victorias (récord absoluto) y tan solo cinco tropiezos. En su registro, brilla ya el mayor porcentaje de victorias sobre cemento de un tenista profesional (86,67 %), además de poder presumir de que ningún otro humano ha conquistado más coronas que él en Australia, Shanghai, Paris-Bercy, Indian Wells o Canadá. Único miembro del los ocho primeros del ránking actual en inclinar, al menos una vez, al resto de componentes durante el curso, además de tener el H2H ganado ante todo el vestuario masculino excepto con Ivo Karlovic (1-2), Filip Krajinovic (0-1) y Filippo Volandri (0-1). Abarca ya 174 semanas en lo más alto de la clasificación, quinta marca histórica. Décimo tenista con más títulos ATP y a solo dos millones de dólares de ser el que más ganancias en premios ha obtenido. Bien, todo este saco -incompleto- de números y estadísticas son solo el material secundario disponible para que acabéis pensando como yo. El arma principal es haberle visto jugar.

Reconozco que aun soy joven (aunque el reloj cada vez corre más rápido) y que puedo pecar de inexperto. De novato. Hasta de necio, por no haber vivido otras épocas. Pero hay una cosa que ninguno puede negar: este período es el más competitivo que se ha visto nunca, y lo digo después de anotar que Djokovic ha ganado tres de los cuatro Grand Slams y seis de los nueve Masters 1000. Y a más de 8.000 puntos del segundo en la tabla. Hay que tener la cara muy dura para, pese a todo, afirmar esto, pero así soy yo. Coincidir con Roger Federer y Rafael Nadal en tus mejores años como tenista debe ser como ir a comprar la entrada de Ocho apellidos catalanes una hora antes del estreno, mejor haberte quedado en casa. Parecía que su tenis (o aquel tenis) no le daría ni siquiera para ser el tercer actor de un reparto excesivamente selectivo, motivo suficiente para que se parase a reflexionar sobre una hipotética retirada en 2010 con 23 años. Quién te ha visto y quién te ve, Novak. Como si hubiera pasado por la máquina de Lluvia de Estrellas de Bertín Osborne, el serbio ha pasado de presa a cazador, observa al resto de fauna desde la cima con una condición de intratable y una sonrisa perversa. Djoker, como le llaman también, ha hecho del tenis un hobby, un lugar donde comparecer cada fin de semana repitiendo el mismo discurso sin importar lo que opinen los demás. Como si fuera un político. Haciendo una analogía de este 2015 en el mundo de la raqueta, sería como si en un partido de fútbol solo un jugador tuviera el balón, sin soltarlo durante los 90 minutos. Como si de las 16 piezas del ajedrez solamente una tuviera la potestad para avanzar. Como si el Madison Square Garden solo tuviera una canasta, castigando al marcador con el mismo resultado inalterable. Un monólogo redundante y sin descanso, ni siquiera para beber agua, donde el balcánico ha dado un puñetazo sobre la mesa, la ha destrozado y ha instalado una de su propio capricho, moldeando el vestuario masculino a su gusto.

Que Novak Djokovic pasará a la historia de la disciplina es indiscutible. Que es el mejor jugador del mundo en la actualidad, también. La controversia viene aquí: ¿es 2015 la mejor temporada de la historia de un tenista? Esta respuesta puede acaparar muchas respuestas, según el prisma con el que se mire. Obviamente, para juzgar esta proeza es necesario, como mínimo, algunos ingredientes: terminar como número uno del mundo, ganar más trofeos que el resto (12) y sumar más victorias (82). Las tres, aprobadas. Si se midiera según los Grand Slam, Nole tiene una marca de 27-1, con lo que es mejorable (vamos a ponernos exquisitos). En Masters 1000, sin embargo, nunca nadie logró tantos triunfos (39), finales (8) y títulos (6). En enfrentamientos ante el top-10 (31-5) ha destrozado la estadística sin opción a réplica. Cambiemos la perspectiva: ¿qué temporada fue mejor que esta? A bote pronto, aparecen los años de Rod Laver, la era de Roger Federer o el dominio puntual de Rafa Nadal. Los 16 títulos de Guillermo Vilas (1977), los 93 triunfos de Jimmy Connors (1974) o las tres únicas derrotas de John McEnroe (1984). Muchas estadísticas que comparar y una dificultad existente de para evaluar, con la máxima justicia e igualdad, temporadas con más de 40 años de diferencia. Puesto que a veces muchos triunfos no te dan más títulos, y muchos títulos tampoco aseguran más prestigio, solo quedaba una vara que pudiese medir de igual manera a nuestros héroes: los puntos a final de año. Los compañeros de The Tennis Base nos han ahorrado el trabajo y han impuesto una puntuación equiparable y única para cualquier inspección, sea cual sea la temporada, y este es el resultado: en tercer lugar, Roger Federer en 2006 (18.668 puntos); a continuación, Pancho Gonzales en 1956 (19-645); y en primer lugar, Novak Djokovic en 2015 (19.925). Este último, en un periplo completamente profesional y coincidiendo con los dos máximos campeones de Grand Slam de la historia.

«Elige hasta cuando pierde». Esto lo escribió un servidor en una de las muchas crónicas que ha protagonizado el de Belgrado durante el año. En aquella ocasión iba cargada de ironía, pero no duden que, más de una vez, he llegado a creérmela. Como en la Copa de Maestros ante Federer, dando alas al suizo en la fase de grupos y luego aplastándolo sin remordimientos en el partido por el título. «Llegar aquí es la recompensa de muchos años de trabajo, esfuerzo y constancia. Pero no me conformo, creo que todavía puedo mejorar y seguir haciendo historia. Por supuesto, sin mi equipo nada de esto hubiera sido posible». Reconocimiento, ambición, agradecimiento y una humildad que muchos no veíamos en sus primeros pasos. ¿Se acuerdan cuando nos entretenía con sus imitaciones? Ahora son el resto los que le intentan copiar. Todo esta obra merece un aplauso intenso. Primero por su capacidad de aprendizaje, algo solo al alcance de unos pocos privilegiados. Luego a su técnicos, ensalzando una y otra vez la figura de Boris Becker –¡bendito el día en que se pusieron en contacto!–. Y por último, a su familia. Padres, hermanos, mujer e hijo. Todo suma, todo ayuda, todo empuja a que el serbio haya hecho esta barbaridad en los últimos once meses del calendario. Once meses que son la continuación de un gran 2014 y el principio de una estación que lleva su nombre: la Era Djokovic. Creo que ni él mismo se imaginara llegar hasta tal cúspide, un desafío que hoy por hoy afronta con madurez y responsabilidad. «Enhorabuena, Nole, ha hecho usted la mejor temporada de la historia», un logro desbloqueado y, un segundo después, bloqueado de nuevo. ¿Volvemos a ver algo parecido? ¿Algo incluso mayor que lo de este 2015? Quizás dentro de veinte años (…) O quién sabe, quizás el próximo invierno.

* Fernando Murciego es periodista.




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