Lloyd E.T.

por el 6 julio, 2015 • 12:01

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Hace tres semanas, Estados Unidos sucumbió ante el plan sueco en un encuentro donde Caroline Seger estuvo memorable. Pasó por encima de todo el cuadro americano y en especial de Carli Lloyd, a la que aplastó con una fuerza indomable. La sueca demostró un poderío superlativo y nada la pudo parar. Puso en evidencia los planes de las estadounidenses, dejó empequeñecida a Lloyd y arrasó todo el centro del campo y el despliegue físico de las americanas. Esa exhibición (afortunadamente para USA, concluida en empate a cero) despertó del letargo a Estados Unidos y en especial a Carli Lloyd, que acabó coronándose con un recital majestuoso en la final de este domingo contra Japón.

Como si fuese una marciana, la americana destrozó a Japón en 16 minutos. Las machacó, se comió el sushi japonés de forma voraz y hambrienta. Ese primer gol entrando como un tsunami que llega a la playa y arrasa con todo. Desde segunda línea, apareciendo en el área, sorprendiendo a la débil e ingenua defensa japonesa, pegó el primer zarpazo a los dos minutos de juego. Lloyd había salido desatada, quería abofetear al cuadro japonés, al que mandó a la UCI en 16 minutos con un juego que arrasó y destrozó a las asiáticas. Repitió el segundo gol llegando desde segunda línea en otra jugada de estrategia, porque estaba en plan extraterrestre. Nada y nadie paraba a Carli Lloyd. Hasta el partido contra Colombia, la centrocampista americana no estaba fina, pero desde que llegaron los octavos de final sacó todo el poderío físico y la belleza técnica para llevar a su equipo en volandas. Ha abierto el marcador en los últimos cuatro partidos, donde ha sumado sus seis goles, además de repartir asistencias de gol, como el día de Alemania, y todo desde la posición que más le encanta: mediapunta, liberada del trabajo defensivo y muy cerca del área. Ha sido una fuerza de la naturaleza desatada que no ha tenido compasión de nadie y a la que le quedaba culminar su excelsa final con un gol para la historia y leyenda de los mundiales.

En la exhibición de Lloyd se coló Holiday, que culminó con una preciosa volea su magnífico mundial. El tercer gol llevó a las japonesas a hacer una piña para ver si lo que estaba pasando era verdad o vivían una pesadilla en la habitación del hotel. Eran los prolegómenos perfectos para que el telón se abriese y la marciana estadounidense cogiese un balón en el centro del campo y desde Moncton (costa Este) llevase el balón a una de las porterías de Vancouver (costa Oeste). Un golpeo perfecto, de una calidad y belleza técnica espectaculares. Lloyd había culminado unos 15 minutos soberbios y legendarios que pasarán a la historia de todos los mundiales. Junto a Geoff Hurst se convierte en los dos únicos jugadores en hacer un hat-trick en una final mundialista. Jill Ellis, la entrenadora de Estados Unidos, confesó tras el partido que tuvo que pellizcarse para estar segura de que no estaba soñando.

Todo se acabó porque a Lloyd le dio la gana que se acabara. No hubo más final porque la marciana se desató y fue como un tsunami que devastó a todo Japón. Las japonesas no habían digerido un gol cuando ya encajaban otro. Sasaki tuvo claro que todo estaba perdido, por lo que lo principal era aislarse del marcador y comenzar a hilvanar tres pases para juntarse y ordenarse en torno al balón. Hizo dos cambios antes del descanso, quitando a Iwashimizu y Kawasumi y dando entrada a Sawa y Sugasawa. Sacó a Miyama de la banda y la metió por dentro para tener más el balón y que la tempestad pasase para quitar todo el lodo que había quedado dentro de casa.

Japón vio salir el sol con Miyama en el centro de operaciones; se ordenó en torno al balón y comenzaron a tener sentido sus acciones. Aisladas de un marcador tremendo, poco a poco hivanaba jugadas por fuera y por dentro. Una gran apertura de Miyama hacia Kawasumi acabó con un centro al área que Oyimi controló de forma magnífica y puso en la escuadra con un precioso golpeo. Un gol que despertaba a un equipo japonés que con todo perdido quería jugar también su final. El trabajo de retirada de todo el lodo traído por el tsunami era muy laborioso, pero Japón no tenía más solución que esa porque las estadounidenses, con la marciana Lloyd on fire, amenazaban en cada robo con desplegarse como leonas hacia su presa y morderlas hasta el último hueso.

Tras el descanso, un fallo de Julie Johnston (el segundo en todo su mundial) hizo que Japón se colocase a solo dos goles del empate. Pero fue solo una utopía porque en dos minutos las asiáticas se volvieron a desmoronar en otra jugada a balón parado. Heath aprovechó un balón suelto en el área pequeña para finiquitar el partido y toda la final. En defensa, Japón vivió un drama porque era una mantequilla demasiado deliciosa para que las estadounidenses no la aprovechasen y la devoraran. Y cada fallo era un guantazo en toda regla. Las japonesas no tenían tiempo para asimilar nada cuando recibían otro puñetazo letal en la mandíbula. Demasiados golpes tan seguidos que desangraron a las de Norio Sasaki.

Quedaban 35 minutos, pero ya estaba todo resuelto. Jill Ellis metió a Wambach y rindió homenaje a Christie Rampone, que con 40 años levantó su segunda Copa del Mundo. Era la única de las 23 estadounidenses en Canadá que había sido campeona del mundo, y todas sus compañeras y el mundo del fútbol rindió un sentido homenaje a un mito de este deporte que se despidió como las grandes rockeras: saliendo vitoreada y con su segundo cetro mundial. Esta generación de las Solo, Wambach, Rapinoe, Lloyd, etc. ya tiene el ansiado mundial que tanto habían buscado y que tantas veces se le había escapado en las últimas ediciones. Lo habían tenido a punto de cogerlo, pero nunca eran capaces de levantarlo y en esta ocasión lo han hecho por la puerta grande.

La organización, lejos de vivir el éxtasis que provocó la final, hizo un enorme ejercicio de serenidad e inteligencia para premiar a tres centrocampistas excelsas como las tres mejores jugadoras del mundial. Ni porteras, ni defensas (que ha habido muy buenas) ni delanteras. Las tres primeras son centrocampistas: donde se fragua todo el fútbol. La zona donde se cocinan los pases, se remueven las combinaciones y se sirven los goles. Tres centrocampistas, cada una a su estilo, han marcado la pauta y la dirección de su equipo con la técnica y belleza que caracteriza al juego de los centrocampistas. La tercera ha sido Miyama, la única estrella del Sol Naciente que ha brillado en todos los partidos. Una clase infinita con un manejo espléndido de las dos piernas. La segunda ha sido Amandine Henry, que se adueñó del centro del campo francés. Ella sola destrozó a Alemania, que sobrevivió con muy poco oxígeno a la majestuosidad de juego francés en aquel memorable partido de cuartos de final. Y la marciana Lloyd, que se ha coronado como reina del mundo. Su final de los JJ. OO. fue primorosa, pero siempre había estado a la sombra de Wambach o Hope Solo. En esta ocasión ha sido la actriz principal, el resto han sido teloneras de una solista que ayer tocó todos los instrumentos, presentando su candidatura a ser mejor jugadora del año con un poderío físico y un fútbol majestuoso. Pasa a la historia de este deporte.

– Estados Unidos-Japón (final del Mundial 2015). 4-julio-2015. Estadio BC Place Vancouver. 5-2 (Lloyd, Lloyd, Holiday, Lloyd, Ogimi, Johnston p. p., Heath)

* Fran Moreno es periodista.


– Foto: FIFA




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