"La audacia tiene genio, poder y magia. Comienza ahora, ponte en marcha”. Johann W. Von Goethe
Eric Liddell nació y murió en China. Fue escocés, lo que podría parece anecdótico pero no lo es, dado que le marcó profundamente al igual que su fe religiosa. Sus padres eran misioneros en tierras asiáticas y él siguió la vocación. Conocéis la historia por el cine: “Carros de Fuego“, película oscarizada en 1981 narra el trabajo del equipo británico previo a los Juegos Olímpicos de París 1924. Las vicisitudes de las pruebas de calificación, el temor a los velocistas estadounidenses (Paddock y Scholz) y la negativa de Liddell a competir en domingo a causa de su creencia religiosa. No se enteró de ello en París, como escenifica la película, sino varios meses antes y pudo preparar la prueba de 400 metros, en principio demasiado larga para sus características. Tanto la preparó que batió el récord mundial (47″6) en la final olímpica, cuya foto encabeza esta pieza.
Liddell era, en realidad, un velocista corto, especialista en 100 metros, del mismo modo que en rugby había sido un excelente tres cuartos centro con la selección de Escocia en sus primeros años universitarios. Antes de conocer que los 100 metros se disputarían en domingo, su mejor crono en la vuelta a la pista era de 49″6. Tras varios meses de fuerte entrenamiento de resistencia logró rebajar dicha marca en dos segundos, crono que resistió como récord europeo hasta 1936. Antes de la final, un masajista del equipo estadounidense le entregó una nota manuscrita que decía: “1 Samuel 2:30: Aquel que me honra será honrado“. Liddell corrió la final por la calle 8: por tanto, sin referencia visual de sus rivales. Desconocía el ritmo exacto de la prueba y salió demasiado rápido. Su última recta en la pista de ceniza del estadio de Colombes resultó agónica, pero consiguió el oro y el récord. Días antes había logrado el bronce en los 200 metros por detrás de Scholz y Paddock. No disputaría el relevo 4×400 a causa de su negativa a correr en domingo. Los 100 metros, ya sabéis, acabaron en el bolsillo de Harold Abrahams, pero esa es otra historia.
Tras los JJOO de París’24, Liddell aún compitió esporádicamente. Incluso lo hizo ya en China como misionero. Falleció en 1945 víctima de un tumor cerebral en el campo de concentración de Weihsien, donde estaba prisionero por las tropas japonesas en plena Segunda Guerra Mundial. Treinta y cinco años más tarde, un compatriota suyo, Allan Wells, se proclamó campeón olímpico de 100 metros en los Juegos de Moscú. Cuando le preguntaron si dedicaba el triunfo a Harold Abrahams respondió: “Prefiero dedicárselo a Eric Liddell“.
Ian Charleson se ocupó de interpretar a Liddell en “Carros de Fuego“. La película modifica tramos de la realidad para hacer más dramática, al igual que el actor exagera la técnica de carrera de Liddell, multiplicando los aspavientos, en ocasiones hasta el ridículo, pero refleja con exactitud el carisma y la personalidad del corredor escocés.
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