“¿Puede vivir un árbol sin sus raíces? Las raíces del fútbol están en el fútbol base”.
Laureano Ruiz
Fue en el año 2012 cuando conocí al que es mi mayor influencia metodológica y futbolística: Antonio Sánchez (exjugador del F. C. Barcelona y alumno aventajado de Laureano Ruiz). Para mí, él es, sin lugar a dudas, especial. Antonio me ha macado profundamente. A él lo considero mi maestro, un padre futbolístico del que espero continuar aprendiendo día a día del mismo modo que él lo hizo de Laureano. Para empezar, de Ruiz solo diré que fue un mítico entrenador del fútbol base del F. C. Barcelona, aunque también dirigió al primer equipo. Laureano asentó las primeras piedras de la actual cantera del club catalán, que tantos éxitos ha dado, está dando y dará a los blaugrana. Hoy espero ayudaros a entender el porqué de la importancia de Laureano.
Años atrás, gracias a José Manuel Aja, llegué a las manos de Antonio Sánchez, al que considero el mayor predecesor de Laureano, y de este modo tuve el placer de conocer a Laureano Ruiz Quevedo. Para mí, Laureano era un completo desconocido, tanto como lo sería el fútbol que creía que estaba en mi cabeza. De repente, un día todo cambió, por supuesto para bien, y jamás podré agradecer todo lo que me ha enseñado mi maestro (Sánchez). Tal vez un día toque escribir para él o decírselo en la privacidad que nos invade en los campos, o en alguno de esos momentos que entre cañas me veo rodeado de miles de anécdotas que hacen que el tiempo vuele. Un gracias se queda y se quedará siempre corto.
Quiero hablar un poco de Laureano, al que apodaban y apodan el Maestro, siempre con un tono cariñoso. No fueron pocos los que recibieron sus enseñanzas, pero también es cierto y justo decir que no muchos llegaron a comprender su fútbol-fútbol (las dobladas, los pasillos…) y una jerga propia que caracteriza a aquellos que han estado con Laureano y han querido continuar con su legado. Ideas nada fáciles de interiorizar y comprender porque pese a existir una lógica futbolística todo lleva su tiempo, y las prisas son malas consejeras. Como diría Sánchez, “son muchos años de aprendizaje”.
No obstante, otros hombres del balompié como Joan Vilà o Albert Benaiges disfrutaron de esa suerte. Gente de fútbol que ha estado muchos años en el F. C. Barcelona. En la actualidad, Vilà sigue en el club catalán ejerciendo funciones en el cargo de director de metodología. Por su parte, Benaiges pasó de estar en el club a iniciar un camino repleto de saltos: fue a Catar, a México y su último destino ha sido la República Dominicana, desde donde añora a su querido Barça.
Es curioso que el tiempo sea capaz de borrar los grandes logros si no se recuerdan un poco, lo que pretendo hacer aquí. Laureano Ruiz lo merece, fue un adelantado a su época. De él, Benaiges dice que es “actualmente y antes el mejor entrenador de fútbol base del mundo“. Vilà, por su parte, resalta tres momentos cruciales de la historia del Barcelona: uno de ellos es la llegada de Laureano Ruiz (1971) y Rinus Michels; el segundo es la de Johan Cruyff; y el tercero, la aparición de Pep Guardiola. Que Laureano se vea rodeado de dos pesos pesados del Barça es síntoma inequívoco de la gran relevancia que tuvo en el club y en su fútbol. De hecho, la escuela del 4-3-3 o el 3-4-3, los extremos abiertos y el falso nueve copiado de la Hungría de los años 50 son símbolos de los equipos de Laureano Ruiz, algo que se ha visto en los últimos años como una genialidad. Me pareció llamativa la conferencia de Guardiola explicando el posicionamiento de Messi como falso nueve, que recibió grandes elogios como si se tratara algo nuevo. A mwnudo hay que mirar al pasado para ir al futuro.
En los años cincuenta comenzó el campeonato juvenil a nivel regional, sin existir el campeonato de España. Allí, en su querida Cantabria, existían solamente siete equipos, ninguno de categorías cadete, infantil, alevín o benjamín. Eran otros tiempos, nada que ver con la actualidad. ¿Cómo salieron tan grandes futbolistas? Todo era gracias a un gran entrenador que día tras día se ha ido difuminando: la calle, los parques, los prados, las playas, las plazas… cualquier terreno guardaba esa magia que hasta nuestros días se ha ido apagando con unas palabras poco amantes del balompié: prohibido jugar a la pelota. Laureano acabó entrando en el Racing, y al existir tan pocos equipo, apenas había entrenadores. “Por ello, al dimitir el nuestro, los directivos no encontraron sustituto y me hicieron a mí jugador-entrenador. Tenía 16 años“, cuenta.
¿Pero cómo fue un aventajado a la época que le tocó vivir? ¿Tuvo alguna gran influencia? Laureano me confesaba que era autodidacta: “Desgraciadamente, en el fútbol, también en sus técnicos, existe una gran ignorancia, lógicamente con algunas excepciones”. Como jugador, Laureano Ruiz aprendió, entre otros, de Alsúa, jugador que militaba en el Racing de los años 50. Y como entrenador reconoce que le marcó el juego del Honved –prácticamente toda la selección húngara–, al que vio en Bilbao en la Copa de Europa. Durante cinco años, Laureano Ruiz fue jugador del Racing, donde simultáneamente entrenaba al equipo juvenil. Al poco tiempo pasó a entrenar a los tres equipos juveniles del club. Pese a que su andadura como jugador le llevó a la Gimnástica de Torrelavega (en 2ª División), seguiría desempeñando su labor como técnico en los juveniles del Racing y haciéndose cargo del primer Infantil, con el que ganó el Campeonato de España frente al F. C. Barcelona de Oriol Tort. Así estuvo hasta que a la edad de 28 años pasó a hacerse cargo de las riendas del primer equipo del Racing. “Dos temporadas y en la segunda me cesan, pese a que íbamos primeros en la clasificación”. Más adelante volvió a la Gimnástica, pero esta vez como entrenador. Después se fue al Langreo.
Llegó al club catalán, como él mismo cuenta, a raíz de los informes de Juan Carlos, capitán del equipo profesional del Barça, al que había entrenado en los juveniles del Racing y en el primer equipo. También el azar jugó sus cartas. La coincidencia de hacer el Curso Nacional de Entrenadores en Madrid compartiendo aula con compañeros como Rodri u Oliver (técnicos del Barcelona) que se percataron de los conocimientos del cántabro, acabó por darle un empujón más para su llegada a un Barcelona “donde el fútbol base (…) era un desastre”. Tal era el panorama que Laureano recuerda una anécdota de la época del presidente Montal: “Se jugó la final de Cataluña y el Barça fue goleado por la Damm. El público –10.000 espectadores– se metió con el grupo de directivos y Montal dijo: Hay que tomar medidas. Que nos gane un equipo de fútbol lo admito, pero una fábrica de cerveza…”. El ímpetu de Laureano, su juventud y su creencia en que allí encontraría técnicos de gran valía y recibiría buenas enseñanzas le hicieron decidirse pese a tener otras ofertas en pie.
A su llegada al Barcelona, Laureano quedó totalmente sorprendido: “Me sorprende todo… para mal. Los técnicos sólo hacen correr a los jugadores, sin que aparezca el balón en sus entrenamientos. Y esto sucedía cuando iban a entrenar, ya que al pagarles muy poco tenían que tener otro trabajo”. Eran otros tiempos. Tiempos donde los utileros a veces suplían a los entrenadores, donde casi todos los juveniles eran de último año, no había un sistema ni estilo de juego, tan sólo una premisa: que los futbolistas fueran altos y fuertes. Naturalmente en los años siguientes compuso la escalera (categorías bien estructuradas), un sistema y un estilo. “Lo cambié todo de golpe”.
Los años y el tiempo no perdonaron a un testarudo Laureano, que al principio tuvo infinidad de críticas –era el primer técnico no catalán del club–. Sus métodos y entrenamientos le hacían parecer un loco. ¿Qué era eso de entrenar con el balón? Para ellos, así no entrenaba el físico. Sin embargo, ante los éxitos –cinco años consecutivos siendo campeones de España– fue reconocido por todos los estamentos del club, en el que logró grandes cambios, pero no todos los que quiso. Su mayor espina fue no lograr que se impusiera el talento al físico. Pese a ello, reconoce que el tipo de entrenamientos que impuso “siguió y sigue presente“, aunque la realidad es muy diferente.
“Quiero poner dos ejemplos: inventé el rondo –en el Racing, en 1957– para que los jugadores aprendieran a desmarcarse. Ya me dirás dónde está el desmarque en esos rondos de Cruyff, Guardiola, Luis Enrique y compañía, en los que 11 o 12 jugadores actúan contra dos. El otro ejemplo: Sánchez es el capitán en mi tercer año tras ser titular del A el año anterior. A comienzo de temporada sus compañeros le dicen: ‘podemos volver a ser campeones de España. Tenemos los rondos, los partidos de pases, de cabeceo, de tiros, el meta fuera del área –porque fui yo el que lo sacó– y el sistema de juego’. Les interrumpió Sánchez: ‘el sistema, no. Con Laureano es otro sistema” (teóricamente los tres equipos juveniles actuaban de la misma manera, pero yo entrenaba al A y los otros equipos tenían su entrenador). Lo que no pude imponer fue la valoración de los jugadores por su talento, no por su estatura. Muchos pasaron al primer equipo, pero los dos mejores, Emilio y Cándido, no llegaron. Eran pequeños. Xavi, Messi e Iniesta, en aquella época no habrían llegado al primer equipo. Fue Cruyff, años después, el que impuso el talento.”
La etapa de Laureano, como la de muchos entrenadores, estuvo marcada por elogios y críticas. Cuando pasó al primer equipo los elogios fueron desapareciendo: “Las críticas se reanudaron y prosiguiendo hasta que me marché”. Fue en las elecciones que enfrentaban a Ariño y Núñez, cuando se puso el punto y final, donde los periodistas afines a Núñez jugaron un papel poco ético con criticas desmedidas a Laureano bastante alejadas de la realidad. “Dijeron: ‘Sus éxitos en el Barcelona Atlético (yo era su entrenador y coordinador del fútbol base) se deben a que juega con futbolistas de 30 años” (la plantilla estaba formada por mis exjuveniles, todos de 18 a 20 años). También añadían: ‘Es el entrenador que más cobra de España’ (me marché, quedándome tres años de contrato. Fui al Celta –Primera División–, donde en un año gané lo que hubiera cobrado en los tres del Barça)“.
Tiempo después tuvo nuevas ofertas del Barcelona, entre otros equipos de primer nivel, así como el eterno rival, pero jamás regresaría a la élite. “Yo no concibo marcharme a entrenar sin la familia, y tampoco llevarme a la familia (…) entonces yo decidí que no entrenaba más (en el primer nivel), y como el fútbol es mi vida, decidí entrenar en la base, que me llenaba más”. Su gran labor y enseñanza quedaría reflejada durante años en la Escuela Municipal de Santander, de donde salieron Iván de la Peña, Iván Helguera, Pedro Munitis y Jonathan Valle, entre muchos otros. Por suerte aún podemos disfrutar de él, de sus palabras, anécdotas y de su fútbol-fútbol. “La pena es que en España tengamos al número uno y no lo hayamos podido aprovechar”, dijo Iván Helguera.
Un maestro de maestros que sin muchos saberlo ha marcado una época. Gracias de corazón, Laureano.
“Él, como Johan, son entrenadores que ven el fútbol de otra manera”
Iván de la Peña
* Miguel Soto López.
– Foto: FC Barcelona
©2024 Blog fútbol. Blog deporte | Análisis deportivo. Análisis fútbol
Aviso legal