Los encuentros disputados este pasado martes por las selecciones de Argentina y España han sido muy reveladores desde el punto de vista del juego. Argentina venció a Chile (1-2) en Santiago y lo hizo, básicamente, mediante contragolpes veloces y punzantes en los que Messi alcanzó gran protagonismo. Fue una Argentina bastante alejada de las propuestas que su seleccionador, Alejandro Sabella, sostiene en las declaraciones públicas. Chile se apropió del balón y atacó con poderío. Por momentos vimos una Argentina en 4-2-4, notablemente dividida en dos mitades: seis hombres atrás, con Mascherano y Gago en el doble pivote, y cuatro por delante (Messi, Di María, Agüero e Higuaín). El equipo se refugió en una defensa muy “argentina” si se me permite la expresión, es decir, bastante sólida y limitando todos los espacios interiores. A cambio, cada robo de balón en la zona media, e incluso en el borde del área propia, suponía un ataque desmelenado, normalmente a pies de Di María y Messi, que ejercían de jinetes desbocados mientras el Kun e Higuaín arrastraban rivales fuera de las zonas centrales.
La lectura interesante para el Barça reside en observar ese comportamiento “diferente” de un Messi exclusivamente contragolpeador. Por supuesto, domina también este arte, tanto para conducir, como para definir o asistir. Pero la eficacia mostrada con Argentina no puede comprenderse sin algunos factores más: una defensa muy cerrada, muy especializada en defender atrás; un doble pivote bastante férreo; un socio velocista como Di María y dos delanteros que desbrozan el camino por delante. Obviar estos factores sería un error si pretendemos valorar en su justa medida al Messi contragolpeador.
El partido de España, su segundo tiempo mejor dicho, también nos deja aspectos interesantes. El principal, que Xavi fue aplastado por sus propios compañeros. Tras una primera mitad ortodoxa de control del juego, del ritmo y el balón, en la segunda se impusieron dos factores: las modificaciones tácticas de Francia y también el impulso velocista de jugadores “aceleradores” en el equipo español. El mando pasó de Xavi a Cesc y Xabi Alonso. Se pasó del control a la aceleración, un cambio que deseaba el equipo francés y que acabó convirtiendo el encuentro en un desafío de juego vertical, sin pausa. Más allá del resultado final, fruto de un error puntual, el desarrollo de ese período resultó chocante para una selección que ha destacado precisamente por su frialdad y control del pulso, por apropiarse del balón en el sentido defensivo del término. Por primera vez en mucho tiempo, España no era dueña del partido (otra cuestión diferente es si gusta más o menos o si marca goles), sino que lo fiaba todo al juego abierto y al intercambio de sprints. La de España y la de Argentina, cuyos resultados fueron distintos, son dos versiones interesantes para la reflexión: la del Messi contragolpeador y la del Xavi superado por sus velocistas. No necesariamente a imitar.
– Foto: Agencia Uno
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