Cuando termine el España-Francia de esta noche se abrirá una nueva etapa de la temporada, siempre sujeta a los vaivenes del calendario que impone la FIFA y que condicionan los campeonatos locales de manera trascendente, pues no hay fecha que no concluya con algún lesionado de relevancia (en esta ocasión, el madridista Marcelo) y algunas plantillas “mareadas” tras abandonar durante dos semanas sus pautas habituales de trabajo.
Hasta hoy, el rendimiento del Barça en esta primera etapa ha sido excelente, con resultados magníficos, pero al mismo tiempo ha dejado pequeños regueros en el camino. Si los miramos con atención, esos regueros ya estaban presentes desde varios meses atrás. De hecho, desde el domingo 8 de enero, cuando Espanyol y Barça empataron (1-1) en Cornellà-El Prat quedaron grabados a fuego ciertos desequilibrios que todavía se mantienen. En esencia, los desequilibrios afectan a tres ecuaciones: la primera es la ecuación entre el vértigo y la pausa; la segunda, entre Cesc y Xavi; la tercera, entre el Barça y Messi. Como digo, son ecuaciones que necesitan alcanzar un profundo equilibrio para obtener los resultados más eficientes. La primera hace referencia a los problemas que fue encontrando el Pep Team con su juego posicional de masticar y masticar. En cuanto las defensas se cerraron en un 4-5-1 repetitivo, el ahogo parecía exigir nuevos espacios, mayor velocidad física y un juego más vertical. Esta dificultad se mantiene en los tiempos actuales y Tito busca lo mismo que intentó Pep: ser algo menos previsible, menos horizontal, más vertical, pero encuentra idénticos inconvenientes: por querer ir más rápidos los jugadores, en ocasiones el balón viaja más lento. La idea es correcta, pero precisa encontrar el punto exacto de cocción.
La segunda ecuación está muy ligada a la anterior. Sabemos que algún día Cesc llevará los galones de Xavi aunque se trate de dos jugadores muy diferentes: Fàbregas representa la anarquía y Hernández, el orden. No es fácil hacer el tránsito de uno a otro, como no lo es conseguir que Cesc sea un poco más respetuoso con la posición y Xavi más irreverente con el dogma. Están en ello y el proceso chirría a veces, pero ambos son conscientes de la necesidad imperiosa de alcanzar dicho equilibrio. Y la tercera ecuación a resolver es la del juego colectivo frente al talento individual de Messi. No hay dudas sobre el potencial de uno ni del otro. Hay noches en que el Barça se impone desde su manera de jugar y otras en que lo hace desde el genio único del gran Leo. Lograr la mezcla perfecta, que saque lo mejor de ambas energías, es el reto. Sería perjudicial parafrasear a Laurie Mains, entrenador de los All Blacks de rugby, antes de la final de 1995, cuando les dijo a sus hombres: “Recuerden, señores, que el rugby es un deporte de equipo… Así que 14 de ustedes deben asegurarse de pasarle el balón a Jonah Lomu”. Lomu era indiscutiblemente el mejor, pero Nueva Zelanda perdió aquella final.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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