En el primer cuatrimestre, cuando Mourinho parecía tener todas las respuestas, Guardiola cambió las preguntas. Así se presentaban los dos colosos del banquillo a la decisiva batalla por la Liga.
Y esta vez el técnico portugués salió vencedor: al fin ha encontrado la manera de neutralizar el juego de posición del Barça, que hace meses que tuvo que sumar pases y estirar el tiempo para poder llevar el balón hasta la portería rival: Messi desciende a la base para ir construyendo superioridades por dentro hasta fabricar ocasiones de gol.
Milan, Getafe o Sevilla ya incomodaron a Pep con su planteamiento, regalar carriles exteriores, pero no al extremo del Real Madrid. ¿Qué ha hecho Mourinho? Ha decidido que no va a prestar más atención de la cuenta a Messi en la base, porque desde ahí no es peligroso; si supera líneas tendrá a Ramos y Pepe esperando bien juntos, con dedicación exclusiva al argentino, porque nadie obliga a dividir marca.
Pero no queda ahí la jugada magistral del de Setúbal que, a sabiendas de que Xavi no anda fino y que la mejor manera de penalizar el desacierto blaugrana no es correr 30 metros, descendió a Özil, su mejor lanzador, a la base y dejó apostados a Cristiano y Benzema para acelerar la transición ofensiva. Algo tan rudimentario como olvidado: la pelota corre más y mejor que el futbolista, incluso que Cristiano Ronaldo. Las transiciones del Real Madrid no fueron carreras fulgurantes de Cristiano y Di María. Fueron pases precisos y sutiles que siempre generaban igualdades o superioridades contra la defensa del Barça. Con el añadido de que esta vez las jugadas no siempre morían; Benzema y Özil procuraron una continuidad necesaria para oxigenar a sus compañeros y favorecer la posible transición defensiva: pérdidas de calidad.
De esta manera Guardiola, que siempre ha ido tres pasos por delante del resto amparado en un conocimiento del juego y una capacidad de trabajo inauditos, se enfrenta ahora a un reto mayúsculo: ¿Cómo combatir el sistema de ayudas flotantes construido por Mourinho? El sábado, intuyendo hacia dónde se dirigía el enemigo, lo intentó a su manera, una manera muy cruyffista, claro está: derivó hacia las batallas individuales.
Aniquilado el sistema de construir superioridades del Barça, de generar ese “tercer hombre”, Pep trató de generar plusvalías de la forma más pura: a través de muchos duelos individuales. Llegados a este panorama: ¿Quién es el extremo más vertical y regateador del Barça? Tello. ¿Quién es el interior que más siente la profundidad y se atreve a desbordar a través del regate? Thiago.
He aquí uno de los motivos por los que el Barça cometió tantos errores técnicos. Guardiola, desde su propuesta, alteró el ADN Barça: I have the ball, I pass the ball, y ello hizo que se resintiera el proceso de percepción-toma de decisión-ejecución de los futbolistas: antes de recibir, la opción ya no solo era pasar sino también regatear. Y el sábado, además, había que hacerlo todo rápido porque al Barça solo le valía la victoria. La sutil alteración en el proceso de toma de decisiones de los jugadores y el aumento de la velocidad condujeron al Barça al error fatal.
* Felipe S. Mateos es Entrenador de fútbol. Metodología Fútbol Base C. A. Osasuna. En Twitter: @FelipeSMateos
– Fotos: Ángel Martínez – Helios de la Rubia (Real Madrid)
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