"Todo lo que no está creciendo está muriendo. Crecer significa aprender y transformarte cada vez en una mejor versión de ti mismo". Imanol Ibarrondo
Firmas / Alemania / Martí Perarnau / Bayern Múnich
Nadie gana una liga en octubre. Pero sí la puede perder. Guardiola tiene grabado a fuego este axioma y es uno de los pocos ámbitos del fútbol en que se muestra inflexible e intransigente. Guardiola es un entrenador mucho más flexible de lo que aparenta. Podríamos afirmar que incluso tiene un cierto grado de eclecticismo que choca con la imagen que se ha creado a su alrededor.
Desde luego, cree en sus ideas sobre el fútbol y las intenta aplicar con énfasis, pero no rechaza ninguna aportación que pueda observar en técnicos de estilos muy opuestos al suyo. Todo aquello que pueda sumar a su catálogo de juego lo incorpora. Esta realidad contrasta fuertemente con la imagen exterior que se tiene de él, más bien la de un fundamentalista de sus ideas. No es así y sus jugadores lo saben, pero la imagen externa, la que han creado miles de personas que no le conocen ni conocen sus auténticas ideas resultará muy difícil de modificar. A Pep siempre se le contemplará como un fundamentalista de sí mismo, cuando en realidad es lo opuesto: es un entrenador que observa las experiencias de los demás e intenta sacar provecho de ellas.
Donde se muestra inamovible en sus creencias es en el enfoque del campeonato de liga. En esto, Pep maneja siempre la misma receta:
Las ligas se ganan en las últimas ocho jornadas y se pierden en las ocho primeras.
Es un concepto que aprendió siendo futbolista y que intentó aplicar desde el primer día que empezó a entrenar equipos. Su idea es que si un equipo no se muestra consistente y fiable en el primer tramo del campeonato, sin darse cuenta puede estar a seis, ocho o diez puntos del líder y esta es una desventaja tan sustancial que reduce al mínimo las posibilidades de ganar el título.
Un equipo no puede ganar la liga en octubre. Es imposible. Pero sí puede perderla. Por dicha razón, en los inicios de temporada Guardiola se preocupa especialmente. Busca que sus equipos jueguen correctamente, pero sobre todo que sumen puntos y no queden en desventaja respecto de otro rival. Siempre ha buscado llegar a la octava jornada de liga en cabeza o muy cerca de la cabeza. Y de hecho nunca ha cedido demasiados puntos.
En las cuatro temporadas con el Barcelona sumó 19, 22, 19 y 20 puntos respectivamente en la octava jornada. Un par de veces fue líder y las otras dos no lo fue por un solo punto. Nunca se alejó de la cabeza más que un suspiro. Ganó tres de aquellas cuatro ligas. En el FC Bayern ha encabezado la clasificación los tres años: 20, 20 y 24 puntos. La primera temporada solo tenía un punto de ventaja sobre el Borussia Dortmund. El año pasado disponía de cuatro sobre el Gladbach, seis sobre el VfL Wolfsburg y 13 sobre el BVB, que a esas alturas estaba totalmente descartado para el título. Nadie había ganado la liga, pero el Dortmund indudablemente ya la había perdido.
Hay una razón fundamental para que Pep aplique esta receta: el calendario. Durante las primeras ocho jornadas de liga, un equipo de primer nivel habrá vivido como mínimo los siguientes factores: una pretemporada complicada debido a los compromisos publicitarios (giras por países lejanos) y a la competición de selecciones que sus jugadores habrán disputado durante el verano; dos o tres convocatorias de selecciones nacionales con participación de 10, 12 o 15 jugadores de la plantilla; las lesiones que se generan en dichos partidos internacionales (este curso, de momento han caído Robben, Götze y Coman); la fatiga acumulada por los constantes viajes y cambios de horarios, los diferentes tipos de entrenamiento y el desgaste arrastrado por un verano de poco descanso; y además de los ocho encuentros de liga habrá disputado dos o tres de competición europea.
La suma de todos estos factores hace que un equipo de élite se vea sacudido durante esas ocho jornadas por un vaivén de problemas, cambios y agitaciones diversas. Es uno de los períodos más peligrosos de la temporada porque coincide con el momento en que los equipos no tan punteros de la liga se encuentran en un estado totalmente opuesto: con el máximo de energías e ilusiones, frescos y sintiéndose capaces de cualquier proeza. Por todas estas razones, las primeras ocho jornadas son una sucesión de trampas en las que un equipo puede dejarse gran parte de sus opciones de ganar una liga.
¿Qué sucede más adelante? Como explica Guardiola, tras las ocho primeras jornadas el calendario se estabiliza. Todavía queda otra convocatoria de selecciones nacionales, pero solo una más, y se entra en una fase de “velocidad de crucero” para todos los equipos. La mayoría de los despidos de entrenador por malos resultados se produce en esta fase del primer tramo de campeonato (o cuando algún equipo está en verdaderos apuros, entre febrero y abril).
La decisión del campeonato llega, como es obvio, en las últimas ocho jornadas. En las dos pasadas temporadas, el FC Bayern ganó el título con mucha antelación (en marzo de 2014 y en abril de 2015), pero lo habitual es que el campeonato se decida entre dos o tres candidatos en los ocho partidos finales, donde aparece otro factor de altísima influencia: también entonces se disputan los encuentros decisivos europeos o de Copa y los jugadores entran en un proceso de acumulación elevada de esfuerzos, con el riesgo consiguiente de lesiones.
Es en abril y mayo cuando se ganan las ligas, pero es en agosto, septiembre y octubre cuando se pierden. Y en esto, Guardiola sí es fundamentalista. Nadie ha ganado aún la actual Bundesliga, pero es indudable que algún equipo ya la ha perdido.
– Foto: Getty Images
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